Hijo de una familia de la burguesía vitoriana (nacido el 24 de julio de 1925), José Ignacio de Aldecoa Isasi estudió bachillerato en Marianistas, y a los 17 años marchó a cursar Filosofía y Letras a la Universidad de Salamanca, donde destacó por su falta de aplicación, sus frecuentes ausencias y su vida de tuno. De hecho, fue una forma de vida que mantuvo en años posteriores, aficionado como era (o eso dicen las crónicas) a disfrutar cada segundo.
Continuó sus estudios en Madrid, viviendo cerca del Café Gijón, donde entró en contacto con Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, entre otros. También allí conoció a la pedagoga y escritora Josefina Rodríguez, la que se convertiría en su esposa (1952), tomando su apellido tras la muerte del autor vitoriano, una creadora leonesa (Premio Castilla y León de las Letras) también a tener muy en cuenta, una mujer que falleció en marzo de 2011.
Los primeros cuentos de Aldecoa aparecieron en revistas como La Hora, Juventud, Haz y Alcalá, aunque sus libros primigenios estuvieron dedicados al arte de la poesía: Todavía la vida (1947) y Libro de las algas (1949). Su primera novela, El fulgor y la sangre - un retrato rural y sentimental a través de las historias de tres parejas de la Guardia Civil- se publicó en 1954 y fue finalista del Premio Planeta. Otra novela, Gran Sol, consiguió el Premio de la Crítica.
Hacia 1955 frecuentaba las tertulias de estudiantes contrarios al régimen franquista, y se implicó en la creación de la Revista Española, en la que compartió camino con nombres como Rafael Sánchez Ferlosio, Alfonso Sastre y Carmen Martín Gaite, entre otros. Fueron seis números publicados durante dos años en los que los autores encontraron una vía de expresión adecuada para sus inquietudes existenciales y sociales.
Uno de sus momentos culminantes llegó, además de con la citada El fulgor y la sangre y los 79 relatos reunidos, entre otras muchas ediciones, por su viuda (Cuentos completos, Alfaguara 1995), de la mano de Con el viento solano, novela que retrata la huida de un hombre que acaba de cometer un asesinato. Mario Camus, con Antonio Gades como protagonista, llevó al cine esta narración. Y no fue su única adaptación. También su relato Young Sánchez inspiró un largometraje de este mismo realizador con Julián Mateos, Luis Romero y Carlos Otero en el reparto. De hecho, el boxeo fue una de las temáticas que más visitaron sus textos, donde Vitoria tiene gran parte de protagonismo, sobre todo en algunos protagonistas infantiles y juveniles.
El deporte del ring y los toros fueron dos de sus pasiones más conocidas. Igual que el mar. También el tabaco y, dicen, el alcohol. Pero una úlcera sangrante que no se terminó de curar desembocó en su fallecimiento por paro cardiaco cuando todavía tantas historias estaban esperando por ser contadas, como aquella Años de crisálida que no pudo llevar a cabo y que iba a ser un ensayo sobre el cambio personal e histórico de su generación.
Su influencia en escritores posteriores es evidente y reconocida. Referente de la Generación del 50, Aldecoa era, según dejó escrito Carmen Martín Gaite, un “descarado e irrespetuoso desmitificador en una época cuajada de mitos”. Para la posteridad quedan títulos como El corazón y otros frutos amargos, Caballo de pica, Neutral corner, Pájaros y espantapájaros, Los pájaros de Baden-Baden y La tierra de nadie y otros relatos, por citar sólo algunos títulos que jalonaron una carrera irrepetible que, eso sí, todavía está a la espera de un reconocimiento en condiciones en su propia ciudad. Todo llegará.