En su día asistimos a un acalorado debate sobre el programa de murales públicos promovido y financiado por nuestro Consistorio. Un programa que lleva desarrollándose en nuestra ciudad desde hace once años, los nueve primeros sin existencia de concurso público previo. Algunos artistas de dilatada trayectoria y nuestro colegio de arquitectos se quejaron de la falta de calidad de los murales que adornan muchas paredes de Gasteiz. Al poco, el Ayuntamiento decidió replantearse dicho programa. Y hace unos días anunciaba públicamente que va a cambiar la manera en la que los murales públicos se formalizan. Hasta aquí, todo bien. De sabios es rectificar. Pero resulta, ahí viene el gran “pero”, que nuestro Consistorio incluirá en las bases del concurso cláusulas que limitan los contenidos de los murales. Textualmente: “...el Ayuntamiento decidirá la temática de los murales. Serán temas vinculados con Vitoria-Gasteiz y sus eventos; podrían ser deportivos, de memoria histórica o culturales, como uno sobre Magialdia o sobre KaldeArte.” En definitiva: los murales se convertirán en un medio de propaganda para el equipo de gobierno de nuestro Ayuntamiento. Eso sí, será propaganda “de calidad” ya que la partida económica destinada al programa muralístico aumenta: 120.000 euros para la realización de dos murales por legislatura. Esta medida se realiza, según anuncia nuestro Consistorio, para “ampliar el abanico” y llamar la atención de artistas de ámbito nacional e internacional.

La libertad expresiva es una de las premisas claves para la realización de una obra de arte. Cuando esa condición no se da, podrá emerger la llamada “creatividad” pero no estaremos hablando ya de arte, sino de publicidad. ¿Qué artista que se precie se presentará a un concurso en el que los contenidos de la obra a realizar los aporta un ayuntamiento? Obviamente el que ande muy necesitado de dinero. Propuestas no faltarán por lo tanto, dada la mala situación del sector artístico sea del ámbito geográfico que sea. Pero, desde luego, la calidad brillará por su ausencia. Es de primero de carrera de Bellas Artes que lo más importante en una obra es lo que ésta transmite al mundo. En primer lugar el artista tiene que tener presente el “qué quiero decir” y después el “cómo lo digo”. Pero si el “qué” ya te viene dado de antemano por alguien externo a ti, el “cómo” se convierte en un instrumento al servicio de esa idea que te imponen. Hablamos, por lo tanto, de una “obra por encargo” como en tiempos de las monarquías absolutistas. Obviamente, ninguna proyecto de mural que sea incómodo para nuestro Ayuntamiento tendrá visos de realizarse. En ese aspecto pocos cambios hay, ya que la mayoría de los murales realizados en nuestra ciudad hasta ahora son murales coloristas y amables. Cromos gigantes, como ya hemos comentado en otras ocasiones. En definitiva, como dice el dicho: han desnudado a un santo para vestir a otro. Una vez más algo parece cambiar para que todo continúe igual.