Vitoria - Tras El bosque sabe tu nombre, Alaitz Leceaga vuelve con una novela protagonizada por una mujer dispuesta a luchar por el poder en un mundo dominado por los hombres, por quienes a finales del XIX estaban dibujando el futuro del vino en La Rioja. Eso sí, hay misterios que es necesario resolver mientras tanto. Así lo relata Las hijas de la tierra (Ediciones B).
¿Qué se va a encontrar el lector en esta nueva propuesta?
-Es la historia de una importante familia de bodegueros a finales del siglo XIX, que es cuando se produjo el boom de la industria del vino casi como la conocemos ahora. En concreto, es la historia de tres hermanas mientras intentan abrirse paso en un mundo un tanto hostil.
No han cambiado tanto las cosas...
-(Risas) Bueno, algunas sí han cambiado y para mejor claramente.
Volviendo al libro, en él también hay una parte, por así decirlo, de misterio relacionado con las tierras que poseen las hermanas.
-Efectivamente. No me gustaría entrar en muchos detalles para no desvelar demasiadas cosas a los lectores, pero es verdad que la familia de estas tres hermanas guarda un secreto terrible. Cuando se descubre, no sólo afecta a la vida de estas tres hermanas sino también a todo el pueblo y la región en la que transcurre la historia.
¿Por qué fijarse en el mundo del vino?
-Me atrajo, en primer lugar, que estamos hablando de un momento bastante desconocido de nuestra historia, cuando se produce toda esa industrialización en la zona de La Rioja. Me llamó la atención porque aquel cambio se produjo por la desgracia de otros lugares, por la plaga de la filoxera en Francia e Italia, y como aquello hizo que muchos bodegueros se fijasen en La Rioja, en una zona única, con un clima especial, en la que ya existía cierta industria del vino. Me atrajo mucho ese contexto histórico y cuando empecé a tirar del hilo, descubrí que, más allá de ese caldo de cultivo tan interesante, estaban las historias de muchas mujeres anónimas que no desempeñaban un trabajo según los cánones pero que fueron fundamentales a la hora de sumarse a aquella nueva industria.
¿Se ha tenido que convertir en experta en el mundo del vino o ya tenía su bagaje?
-La parte de documentación para este libro fue una fase muy bonita del proceso. Estuve varias veces en La Rioja visitando varias bodegas, aunque no decía para qué iba. Lo mejor fue ver cómo, aunque hoy pensamos que el proceso de elaboración del vino es algo bien ordenado, calculado y formulado, sigue influyendo la lluvia, la tierra, la mano de quien trabaja... ver cómo persiste ese aura especial, esa magia a la hora de hacer un vino.
En ese contexto está su personaje principal, una mujer que no se sabe si es una valiente, una inconsciente o es que no le queda, en realidad, más remedio que tirar hacia adelante.
-En este sentido, me gusta pensar que el libro es también una novela sobre la superación de obstáculos internos, propios, y externos, que a veces son los que más nos cuesta saltar.
¿Qué aprendió de ‘El bosque sabe tu nombre’ que ha aplicado en esta segunda novela?
-Es curioso cómo te enfrentas a una primera novela y cómo lo haces con la segunda, después del éxito de ventas anterior. Cuando tuve clara la idea de este nuevo libro en la cabeza sentí, al mismo tiempo, ilusión y emoción, pero también, respeto por todos los lectores de la primera novela. Sentía la necesidad de escribir para que esas personas siguieran disfrutando. La responsabilidad era darles una historia a la altura de las expectativas.