Madrid - El violonchelista Asier Polo, en la modalidad de interpretación, y Félix Ibarrondo, en la de composición, fueron galardonados ayer con los Premios Nacionales de Música 2019, que concede el Ministerio de Educación Cultura y Deporte y que están dotados con 30.000 euros cada uno.

El jurado concedió el premio a Polo (Bilbao, 1971) por su “excelencia artística” como intérprete y por su larga trayectoria concertística internacional y a Ibarrondo (Oñate, Guipúzcoa, 1943), por su aportación en el campo de la música orquestal, vocal y electroacústica, interpretada por “múltiples” orquestas españolas y europeas.

En el caso de Polo, uno de los violonchelistas más destacados de su generación, esgrimieron además su aproximación al gran repertorio a la vez que su compromiso con la música española, en especial la contemporánea, además de sus numerosas grabaciones musicales y su “relevante” faceta docente. “Es el mejor broche para un año muy intenso de retos, de superación personal, en el que cumplo 25 de carrera”, señaló Polo, que sintió “tanta impresión” al conocer la noticia que, reveló, se puso a llorar.

“Ha sido el año de buscar retos dentro de la profesión, de renovarme. Me he metido en el mundo del barroco, he hecho las suites de Bach, las sonatas de Brahms, he grabado dos discos y saqué la plaza para un conservatorio de Suiza”, enumera el artista, que destinará el dinero del premio a pagar el crédito con el que se ha comprado su segundo violonchelo.

Polo estudió en Bilbao, Madrid, Colonia y Basel con maestros como Iván Monighetti o Maria Kliegel; ha recibido clases magistrales de Janos Starker, Natalia Gutman o Mstislav Rostropovich y ha tocado dirigido por John Axelrod, Pinchas Steinberg, Christian Badea Günther Herbig y Juanjo Mena además de ser solista de los recitales de Alfredo Kraus. El bilbaíno, que ha grabado lo más relevante de la creación para violoncello, ha impulsado a compositores como Gabriel Erkoreka, Jesús Torres, Luis de Pablo, Jesús Villa-Rojo, Fernando Velázquez y Antón García Abril.

En el caso de Ibarrondo, el jurado destacó el hecho de que el oñatiarra sigue actualmente en plena actividad como lo atestigua el estreno en 2018 de Akaitz y en 2019 de Hamarka y Entre bóvedas además de la publicación del doble CD Barne Hegoak, Alas del alma. Ibarrondo, que estaba celebrando la concesión almorzando “pollo con patatas”, señaló que nunca le han importado los premios pero que este ha sido “especial”. “En este momento el premio me cae mucho más profundamente, porque cae en un vacío. Lo necesitaba”, añadió.

Ibarrondo empezó a estudiar con su padre, Antonino Ibarrondo, director de la Banda Municipal de Bilbao, y luego obtuvo la diplomatura en piano y composición además de en Filosofía y Teología. En París, donde reside desde 1969, trabaja con Max Deutsch con quien estudia la Segunda Escuela de Viena, y luego continúa con Henri Dutilleux y Maurice Ohana en la Ecole Normale Supérieure de Musique donde obtiene la licenciatura en Composición. Entre sus obras: Azul (2008); Al ocaso y Alado grito (2009); Aikan (2011); Inukshuk y Los Allas (Hangoak) (2012); Izarbil, Aitaren Etxea, Izargui, Psaume XII y Baña Nik (2013); Eziñeruntz (2014) y Tchouri (2015).

El jurado estuvo presidido por la directora general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, Amaya de Miguel, y formaron parte de el Antonio Garde, Emilio Casares, Nuria Giménez, Valentina Granados, Francisco José Lorenzo, Ignacio Rodríguez, Carmen Zapata, Javier Darias y Helena Poggio. - DNA