Vitoria - En el marco de su cuadragésimo cuarta edición, una de las apuestas más importantes para el Festival Internacional de Teatro de Gasteiz llegará el próximo miércoles 9 de la mano del colectivo alemán Rimini Protokoll, que en esta ocasión visitará el Principal con el montaje Granma. Metales de Cuba, una propuesta dirigida por Stefan Kaegi. La cita será a partir de las 20.30 horas, estando las entradas disponibles por 24, 18 y 12 euros.

“El público se va a encontrar una exploración de la historia de Cuba durante los últimos sesenta años contada a partir de la relación que establecen cuatro nietos con sus abuelos, quienes ocuparon lugares muy diferentes en la construcción de la historia del país”, explican los intérpretes Milagro Álvarez Leliebre, Daniel Cruces-Pérez, Christian Paneque Moreda y Diana Sainz Mena, así como Ricardo Sarmiento, colaborador en la dramaturgia y la dirección de esta pieza. “Hemos aprendido mucho sobre el peso simbólico de Cuba, a nivel político y social, pero también a nivel personal, porque mucha gente lleva a su propia Cuba al espectáculo cuando va a ver la obra, y se establece una especie de diálogo entre sus visiones y expectativas, y lo que nosotros tenemos que decir, más lo que llevamos dentro como nuestro”.

Además, para hacer realidad el montaje “hemos profundizado también en hechos históricos que desconocíamos. El enfoque de la obra, al contar las historias de nuestros abuelos en el proceso histórico, nos llevó a volver sobre los pasos de nuestros abuelos y sobre los procedimientos que siguió el proceso revolucionario en sus inicios, información sobre la cual nuestra generación no tiene tanto conocimiento”.

Desde esa base, “cada uno de nosotros representa diferentes aspectos de la sociedad en Cuba. El hecho de experimentar con nuestras diferentes perspectivas nos ha ayudado a entender otros puntos de vista sobre la relación personal que establecemos con la historia. Hemos aprendido también sobre diferencias generacionales, por ejemplo, en el caso de Diana y su abuelo, músicos los dos. Y sobre cómo nuestros abuelos defendieron un ideal y entregaron mucho por eso, en todos los planos de la vida”.

A este lado del Atlántico De todas formas, el montaje no deja de ser una obra dirigida por un europeo para espectadores que no son cubanos, por lo general. “Normalmente el público viene con curiosidad y expectativas, y eso puede definir mucho su mirada, en dependencia de su posición política, sus conocimientos y su relación con Cuba o los movimientos de izquierda europeos”, explican desde el reparto, mientras se preguntan por qué “como cubanos” deberían entender la relación de amor y de odio que muchos europeos y españoles tienen con su país de origen.

“La fascinación-odio está dada por la falta de objetividad en la mirada de las personas a la hora de acercarse a algo que no conocen, y que pasa por una cuestión de consumo de la información que proporcionan diferentes medios, o formas de acercarse a la realidad cubana, ya sea turismo, familia, etcétera. La obra también es una posibilidad para enfrentarse en una Cuba que incluso muchas personas que han visitado la isla no conocen”, y hacerlo de la mano de la visión de Kaegi. “Ninguno de nosotros tenía experiencia parándose en un escenario anteriormente, excepto Diana que es músico profesional. No teníamos idea de qué era el teatro documental. Por un lado, hemos visto que el proceso a veces puede ser violento, aunque consensuado, ya que estamos hablando de experiencias de vida, material muy frágil que constantemente retroalimenta tu vida actual. Un proceso así te obliga a preguntarte muchas cosas que quizás antes no has querido o no has tenido tiempo de preguntarte. Incluso, te lleva a encontrar respuestas que de pronto comienzan a ser muy importantes para ti y que antes desconocías”.

Eso es lo que se comparte con los presentes en el teatro. “La obra se le presenta a un público extranjero haciendo un análisis de los movimientos de izquierda en Europa a partir de vínculos con la revolución cubana. Propone otra forma de contar y hacer la historia, desde nosotros y nuestros abuelos, y esto, si el montaje se viera en Cuba, produciría en los cubanos un cuestionamiento muy interesante. ¿Cómo nosotros en Cuba estamos viendo a nuestros abuelos?”, más allá de que “para presentar la obra en Cuba habría que adaptar una serie de cosas que para el público cubano pudieran resultar poco interesantes”.