Vitoria - “Históricamente ha sido y sigue siendo un gran déficit. Cultura y educación viven de espaldas. El primer fallo está en que han dependido en muchas ocasiones de ministerios, consejerías autonómicas y departamentos municipales distintos. El segundo está en que en lugar de colaborar, siempre parece que nos peleamos. Desde cultura deciden qué tenemos que hacer en las escuelas sin preguntarnos qué necesitamos y casi nos miran por encima del hombro. Desde la escuela, la relación con la cultura la entendemos bajo el paradigma del consumo, es decir, vamos a consumir museos, obras de teatro? pero nunca entendemos esa relación desde parámetros de colaboración. Que haya situaciones de trabajo conjunto en las que esa separación se rompa es la excepción”. Lluís Vallvé conoce bien ese contexto. Por eso, el director del Centro de Recursos de Sant Andreu y Centro de Recursos Artísticos de Barcelona y responsable de los programas artísticos del Área de Innovación, Programas y Formación del Consorci d’Educació de la capital catalana es uno de los invitados a tomar parte este fin de semana en la primera edición de las jornadas de mediación artística Churras con meninas.

Tanto el viernes como el sábado, de la mano de Paraíso (Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud) y del estudio de comunicación y audiencias Teklak, Montehermoso será escenario de este encuentro dirigido a docentes, artistas, profesionales de la mediación artística, educadores sociales y gestores culturales con la intención de analizar las dificultades y oportunidades para que los ámbitos del arte y la educación trabajen de manera conjunta. Entre los proyectos invitados para dar a conocer su experiencia se encuentra Creadors en Residència, iniciativa surgida hace once años.

“Todo nació con el objetivo de conectar los mundos cultural y educativo porque habíamos detectado que los procesos de creación contemporánea no se entendían por parte de la población. Así que dijimos: vamos a trasladar procesos de creación contemporánea auténticos, no simulados, a contextos educativos formales. Esa fue la primera premisa. La segunda fue que eso sirviese para establecer conexiones, para hacer red con museos, fábricas de creación, escuelas, centros cívicos? es decir, que se conectase lo que habitualmente no lo estaba. Y la tercera idea era que la iniciativa fuera también un laboratorio para cambiar metodologías” ya que ni los artistas están acostumbrados a compartir sus procesos creativos, ni los profesores están habituados a compartir el aula, ni el alumnado se siente seguro “porque no entiende el vocabulario de los artistas, el concepto de arte contemporáneo y, además, no está acostumbrado al hecho de que puede opinar”.

En este contexto, al artista se le pide que realice un proceso de creación en el que vincule, a lo largo de todo el camino, al alumnado. “No le pedimos que de clase, ni que venga con la obra ya pensada. Le pedimos que empiece un proceso de reflexión y definición de la obra y que todo el trabajo lo vincule a un grupo de alumnos, con el agravante, por así decirlo, de que tiene que firmar la obra. Es decir, es una obra suya, que ha hecho el artista con la ayuda del alumnado. Esto les pone a los creadores en la situación de que no vale cualquier cosa”. Eso también significa “que los centros educativos ya no son centros consumidores de cultura sino centros que producen cultura”.

En esa senda, es fundamental también el trabajo de los mediadores, de quienes ejercen de intermediarios entre los sectores cultural y educativo, quienes, entre otras funciones, “deben hacer de traductores porque a veces las dos partes no se entienden”. Eso sí, son los centros educativos los que tienen que mostrar su deseo de participar. “El resultado es que al final de estos procesos le preguntamos al alumnado qué opina y la mayoría nos dice que esto debería ser obligatorio para todos en la ESO”.

De cara a los jóvenes, en Creadors en Residència “lo que queremos es, para empezar, que todo el mundo tenga la oportunidad de conectarse con esto y eso pasa por acercar los procesos de arte contemporáneo a públicos que, de otras maneras, no llegarían nunca a ellos porque el hacerlo no está en su imaginario. Eso significa que tiene que haber una experiencia rica, válida y en primera persona, pero que no sea una experiencia de segunda mano, un simulacro, que sea una experiencia de verdad, que la obra que se ha hecho se vea en un museo, en un teatro, en? Lo segundo que se busca es que el alumnado aprenda a ser crítico, que utilicen un método abierto para reinterpretar el mundo”.