Donostia - ¿Cansado?

-Mucho. Los primeros días estás con mucha ilusión y muchas ganas, pero a partir del sexto, el cansancio te va pudiendo. Todo el equipo necesita parar, porque llegamos muy muy cansados, muy al límite.

Parece que hay una división en la crítica con respecto a la última Concha de Oro, ‘Pacificado’

-Pacificado ha pasado mucho mejor en la crítica norteamericana y la internacional en general, dividida. Es cierto que es una película que sigue el esquema del cine que se hace allí. A mí me gusta, es muy interesante. Es una cinta del subgénero de favelas, pero consigue hacer una cosa muy interesante con esa historia de corte familiar. En estos nueve años es rara la vez en la que me he encontrado una película que suscite la unanimidad.

Comenta que es raro que haya unanimidad, pero sí se dio con ‘La trinchera infinita’.

-Solo he encontrado una crítica en contra y es de un medio nacional. Es increíble, desde Variety, que la considera una de las grandes, hasta Screen International, pasando por críticos alemanes, argentinos, ingleses... todos hablan maravillas. Les decía a los directores, que más allá de los premios lo importante es haber conseguido tanta unanimidad.

Parece que Garaño, Arregi y Goenaga solo rozan el oro.

-Se le da demasiada importancia a muchas cosas, que creo que tienen menos. La gran ganadora de este Festival, sin haber ganado la Concha de Oro, es La trinchera infinita. Ha conseguido seis premios, todo el mundo habla de ella y sale lanzadísima de aquí. Cuando hay tal unanimidad y el público habla bien de ella, entiendo que piensen que el jurado también tenía que haber opinado así. Le ha dado premios muy importantes: dirección y guion.

¿Tendrá éxito de cara a los Goya?

-Sale de aquí aún más lanzada que Handia, que se llevó diez Goyas. En Euskadi vamos a tener otra bonita noche de Goyas, aunque nunca se sabe. Tiene competencia, como Almodóvar con su Dolor y gloria. Hay que ver cómo se posiciona la película de Amenábar, Mientras dure la guerra, que a mí personalmente me gusta bastante. Aunque es más pequeña hay que ver lo que pasa con la película de Belén Funes, La hija de un ladrón.

¿Qué ocurrió exactamente con ‘Zeroville’, de James Franco?

-Zeroville nos llega a través de un productor amigo nuestro, que nos dijo que el director quería hacer el circuito Toronto-Donostia, como pasó con The disaster artist. Nos gustó: es una película desequilibrada, loca, especial y la seleccionamos. Prácticamente muy pronto se confirmó que podían venir James Franco y Megan Fox.

¿Por qué se la sacó del concurso?

-Es una película que tiene ciertos problemas. Se acabó de rodar hace tres o cuatro años y ha costado mucho terminarla. Entraron muchos productores y eso ha provocado que hubiese cierto descontrol. Estaba vendida a varios países, pero hace mucho. De pronto, descubrimos a través de nuestro Departamento de Documentación, que se iba a estrenar en Lituania y en Rusia. Nos dijeron que no podía ser, que no tenían materiales. Fíjate cómo era el tema. Sí, los tenían y habían fijado hasta el estreno. Pararon lo de Lituania, pero en Rusia se iba a proyectar en 200 salas. Nos propusieron hacer allí un preestreno y paralizarla hasta el festival.

No aceptaron.

-Aplicando el reglamento de una manera laxa, siendo un preestreno, no importaba. Pero no nos parecía justo de cara al resto, sobre todo si hubiese ganado un premio.

Lo que más ha destacado en esta edición ha sido lo político y lo social.

-Los festivales siempre responden a lo que está pasando. Vivimos en un momento muy politizado. El fascismo comienza a llegar a los Gobiernos con el voto de la gente, al igual que llegó Hitler al poder; el planeta se nos está yendo al carajo... Siempre tenemos películas espectáculo, más o menos de cinematografías extrañas, pero siempre también cine político.

Este año se ha visto más claro.

-Nosotros nunca nos vamos a posicionar de forma partidista, somos un festival que queremos que todos los partidos políticos se sientan cómodos en él. Pero sí vamos a apostar por los derechos humanos. Cuando nos posicionamos a favor del aborto legal en Argentina creo que, desde la derecha o desde la izquierda, tenemos que ir juntos por el derecho de la mujer a que haga lo que quiera con su cuerpo e ir a que el aborto sea una cuestión de salud pública, gratuita y de calidad, y no un tema de ética. Nosotros siempre hablamos con películas: hemos proyectado Que sea ley, pero nosotros también nos hemos posicionado con los pañuelos verdes.

También han exhibido ‘Santuario’ sobre el cambio climático.

-Nos hemos manifestado poniendo la película, no hemos hecho nada más. Hemos tenido a Álvaro Longoria y a Javier y a Carlos Bardem presentándola. Además, hemos tenido una película de la cual se ha hablado menos, Zubiak, de Jon Sistiaga, sobre Maixabel Lasa y uno de los asesinos de su marido. Me parece una cinta muy interesante.

¿Afecta al Zinemaldia que el Festival de Venecia se celebre poco antes?

-Somos muy diferentes. La Mostra es muy potente y que esté tan cerca hace que haya películas que nos gustaría tener a competición y no las tenemos. También es cierto que hay filmes con nombre que no hemos tenido porque no nos gustaron.

Influye, por lo tanto.

-Sí, pero nosotros apostamos por un tipo de cine, con nombre. Nos hubiese encantado poder tener como el año pasado a una Claire Denis con su High Life, pero tampoco estamos dispuestos a poner los nombres por los nombres. Nos gusta apostar por gente menos conocida pero potente. Este año, quizá, ha habido una programación con menos nombres conocidos, pero hemos tenido a gente que ha competido en Cannes dos veces, o en Locarno...

¿Ha sido una coincidencia que se proyecte ‘Joker’ 30 años después de que ‘Batman’ se estrenase en la Sección Oficial del Zinemaldia?

-Te voy a ser sincero, no lo sabía cuando la elegimos. Tampoco sabíamos que iba a ganar el León de Oro. El Joker es muy fácil: nos gusta mucho, nos parecía interesante y la queríamos tener en Perlas. Por una serie de circunstancias de negociación, no llegamos. A Warner, que es una casa amiga de este festival que nos trata muy bien, le propusimos tenerla de película sorpresa, lo que nos daba un tiempo más para cerrar el tema.

¿Le falta algo al festival? ¿Salas, quizás? Parece que lo de la oferta hotelera se ha solucionado.

-Seguro que hay muchas cosas por mejorar. A nosotros, dos salas más en el centro nos vendrían genial. Hoteles ya no nos faltan. Luego hay que tener en cuenta que somos Donostia 186.000 habitantes y las infraestructuras son las que son.

¿Cómo influyen las infraestructuras?

-No podemos tener un aeropuerto como el de Munich. Cuando quieres traer una estrella le tienes que decir que vendrá en primera pero que tiene que ir a Munich o Londres y que allí tiene que hacer escala y llegar a Bilbao; de allí venir en coche... Alguno te dice que o le pones un avión privado o no viene. Claro que tenemos inconvenientes, pero de eso no me quejo. Tenemos que ser ambiciosos pero muy conscientes de hasta dónde podemos llegar. No podemos hacer un festival como Venecia, pero tampoco debemos.

¿No estaría dispuesto a poner un avión privado?

-Hace poco hablábamos de un nombre que sería un bombazo que lo tuviéramos. Ahora, por una serie de circunstancias, podríamos optar a tenerlo, pero el avión privado que tendríamos que poner cuesta 280.000 euros. Aunque los tuviera, no voy a pagar 280.000 euros para traer a una estrella, creo que no debo. Nuestro festival no debe. Hay que dejar claro que, siempre se puede mejorar, pero creo que es un festival muy sólido.

¿En qué sentido?

-El Zinemaldia empieza a tener una personalidad muy definida. Somos muy fuertes para el mercado latinoamericano, tenemos un foro de coproducción que va como un tiro, estamos haciendo un trabajo con nuevos directores muy importante y además se nos empieza a reconocer, somos un festival de todo el año... En nuestra Sección Oficial y en Nuevos Directores peleamos hasta donde podemos llegar, unos años llegamos más lejos y otros años, menos, pero no debemos olvidar que somos todo lo demás. Perlas y Horizontes nos permite recoger lo mejor del año.

Cada vez hay menos ‘premieres’ mundiales.

-Cada vez va a ver menos festivales que las hagan, probablemente, solo tres. Es muy fácil hacer un festival de premieres mundiales, yo te lo hago mañana, pero la calidad bajará fuertemente. Las películas necesitan un circuito. Es fantástico hacer un recorrido Toronto, Donostia y Deauville. Hay que buscar nuevas fórmulas y nuevas formas de relacionarse. No me obsesionan las premieres mundiales.

¿Considera, como afirmó Edurne Ormazabal en la gala del Premio Donostia a Penélope Cruz, que la sorpresa de Bono pasará la historia del Zinemaldia?

-Supongo que sí, porque la foto ha dado la vuelta al mundo. Todas las grandes agencias internacionales la estaban volcando. Ha puesto el nombre del Zinemaldia en todo el mundo. Eso demuestra también que, a veces, Penélope Cruz es mucho más reconocida en el extranjero.

¿Cómo surgió?

-De una conversación con Javier Bardem. Le preguntamos quién le haría especial ilusión y nos dijo que Bono. Son muy amigos. Le envió un whatsapp y de ahí surgió. Ya me gustaría a mí que, estrellas de cine, una décima parte de lo que supone Bono, fueran tan fáciles como él. Un tipo encantador que se ha prestado a todo.

¿Lo tuvieron escondido?

-Llegó sobre las 20.15 horas a Biarritz, un poco más tarde de lo que nos hubiese gustado. Estuvo esperando un poco en el avión y luego vino a Donostia y tuvo que dar unas vueltas. El coche paró cerca del María Cristina para comprar unas cervezas. La gracia es que tenía que llegar exactamente en ese momento. Todo el mundo tenía que estar ya dentro para que nadie alertase de su llegada, pero, a la vez, tenía que estar en el momento exacto en el que yo anunciase su presencia. Salió todo muy bien.

¿Tienen datos de la edición?

-Aún completos no. Sabemos que se han venido 3.000 entradas más. Para calcular el número total, hay que ver cuántos acreditados ha habido. Si los datos de acreditados son parecidos a 2018, estaremos en cifras similares.

¿Considera justificado el enfado que hubo con el fallo del sistema de venta de entradas el primer día?

-Entiendo el enfado porque hay gente que pone mucha pasión para intentar conseguir exactamente lo que quiere y que pasa muchas horas en la cola o en su ordenador. Es uno de los temas que más nos preocupa cada año y cada año hay un trabajo muy fuerte. Se había reforzado el sistema y, pese a todo, cayó.

¿Qué plantean de cara al año que viene?

-Este año no hemos llegado pero planteamos un concurso público. Vamos a ver qué proyectos se nos presentan. Pero cuando has preguntado a empresas muy importantes y te dicen que no se van a presentar, mal asunto.

En la Berlinale hay venta diaria.

-A veces cae también. Pero lo que ocurre con ese sistema es que todo el mundo tendría que hacer cola todos los días. Me niego, estoy intentando que no sea así.

Este año ha habido un gran nivel de agresividad.

-Se ha llegado a insultar a los trabajadores del Festival. Ha llegado a tal punto que igual no vamos a ver obligados a vender las entradas a diario y así se acabaron los problemas.

Así la gente también se enfadará.

-Habrá gente que se enfadará mucho y en tres años se normalizará, como en Berlín. Pero a día de hoy me niego. La gente tiene que entender que no somos tontos, podemos acertar más o menos, sabemos el problemas que hay con las entradas e intentamos poner soluciones con los medios que haga falta.