Primera noche en Mendizorroza la del martes para un Festival de Jazz que volvió a repetir la eterna fórmula de las últimas ediciones dejándose llevar por el góspel y los espirituales, en esta ocasión de la mano de The Golden Gate Quartet, reputada y veterana formación norteamericana que consiguió, como también suele ser habitual en esta jornada, congregar a un numeroso público, aunque también hay que decir que la organización acotó los dos fondos dejando parte del aforo inhábil. Casi dos horas de actuación, descanso incluido, en las que el grupo no se escapó de los clásicos de estas ocasiones y en las que además fue introduciendo tanto temas de su propia historia como composiciones recogidas en su último disco, Music is???.

Con cierto retraso, Paul Brembly, Frank Davis, Michael Robinson y Terry François salieron al escenario con la intención de mostrar al respetable que el nombre del aclamado proyecto al que pertenecen sigue manteniendo las mismas señas de calidad que les son propias desde su arranque a mediados de los años 30 del siglo pasado, más allá de los cambios internos que ha vivido la agrupación a lo largo del tiempo. Y aunque quedó patente desde los tres primeros temas que cantaron a capella que aptitudes tienen para hacer lo que quieran, lo cierto es que el concierto no terminó de romper en ningún momento, mostrando alguna grieta que hizo que, manteniendo una buena línea, la actuación no diera de sí todo lo que era de esperar. A eso se unió que la presencia casi testimonial de los músicos Daniel Pines, Joël Rocher y Pascal Riou (empezaron a tocar con Down By the Riverside, es decir, al cuarto tema) no aportó casi nada a lo que estaba sucediendo sobre las tablas.

El personal, de todas formas, estaba por la labor, así que disfrutó, cantó y dio palmas, que es lo propio en estos casos, aunque se llevó alguna reprimenda de Brembly, quien en un par de ocasiones, y con toda la razón del mundo, pidió al público que dejase de una vez las pantallas de los móviles y se dedicase a disfrutar de la música. El cantante, además, aprovechó canciones como Change para señalar la cantidad de problemas que hay en la sociedad actual, para lo que recomendó “creer” y, sobre todo, “cambiar cada uno de nosotros desde nuestros corazones”. El púlpito hablaba.

Llegaron Joshua Fit the Battle of Jericho, When the Saints go marching in, Go Down Moses (muy aplaudida cuando François cantó aquello de Let my people go) y, cómo no, el bis fue la enésima versión -un tanto descafeinada- de Oh happy day. Eso sí, antes de empezar el tema, Brembly se curó en salud y tal vez haciendo una broma al público, o no, dijo: “una más y os vais a casa”. Así fue.