Laguardia - El músico, compositor, director de música del Ayuntamiento de Laguardia y de la Agrupación Musical, así como de otros colectivos, presentó hace pocos días el resultado de un trabajo de investigación sobre los antecedentes, la formación y la evolución de las bandas de música de la comarca. Ha sido un trabajo que le ha llevado mucho tiempo, pero gracias a él se ha documentado la historia de las bandas de Rioja Alavesa y se ha elaborado un libro que sirve para conocer mejor la historia cultural de la comarca.

¿Qué razones le han llevado a estudiar y dejar testimonio escrito sobre las bandas de Rioja Alavesa?

-Fundamentalmente por la preocupación por el futuro de las bandas, porque tanto ellas como otras formaciones, como los grupos corales, están en una gran progresión musical pero en un declive en cuanto a número en los pueblos o en las ciudades. Y esto es porque ocupan un lugar social distinto. Preocupándome por las bandas de Rioja Alavesa y cuál es su futuro, he querido llamar la atención sobre su historia para ver si así la gente es consciente de lo que tiene entre manos y plantea otras nuevas estrategias sobre el futuro de las bandas, sobre todo en las escuelas, y el papel que ocupan en la sociedad.

Escuelas y bandas están ligadas entre si. ¿Cómo fue su origen?

-Surgen para dar a los hijos del pueblo, como se dice en muchos escritos, un aprendizaje musical e incluso un trabajo, porque entre las clases más desfavorecidas económicamente muchos de ellos sabían leer partituras, pero no sabían leer textos. Ese es el origen de las bandas, y más concretamente en Rioja Alavesa. La auténtica finalidad de las bandas fue y es que la gente del pueblo conviva y comparta.

Éstas aparecen tras el declive de la música religiosa a causa de la Desamortización.

-Así es. La cuestión es que, tras el cambio de modelo en la música (porque hasta el siglo XIX la mayoría de los músicos en todo el país se ganaban la vida dentro de las iglesias), y el cambio de pensamiento, todos los músicos se ven en la calle y se ven obligados a hacer bandas para ser contratados en fiestas. Ése es el origen y ahora el modelo está en quienes enseñamos música.

¿Es tan parecida la situación?

-Muy poca gente en nuestro país, o un porcentaje muy pequeño, se gana la vida solo con tocar. Por eso, ahora el modelo está en la enseñanza y claramente las bandas deben cambiar su modelo de formación si quieren estar a la altura de los tiempos y si quieren sobrevivir.

¿Cuándo comienzan y quienes son los pioneros en Rioja Alavesa?

-La primera que apareció fue la de Laguardia, en 1881, y le siguió Elciego en 1883; la de Labastida se data también en esa década, porque desconocemos su fecha exacta, aunque en otros lugares como Haro encontramos referencias a músicos de Labastida que en la capital jarrera cuentan que son hijos del director de la banda de Labastida en 1889. Nos falta documentación porque prendieron fuego al archivo en los momentos previos a la República y después de la Guerra Civil metieron mil kilos de papel en el archivo, por lo que no tenemos material fidedigno del XIX. Estas son las primeras. En Oion se puso en marcha en 1891, en Lantziego en 1897 y las demás llegan a principios del siglo XX.

¿Cuáles perviven?

-Perviven Lantziego, Laguardia, Elciego y Labastida. Laguardia y Lantziego son las únicas que son realmente originales. Es decir, que no han parado nunca. Que han tenido continuidad en el tiempo. Y tanto la de Elciego como la de Labastida desaparecieron. La segunda en la década de los cincuenta y la de Elciego en los sesenta del siglo pasado. Ambas se refundaron en la década de 1990.

¿Es la de Laguardia la que tiene mayor actividad en la comarca?

-Bueno, es que la de Laguardia hace un promedio de 50-60 actuaciones al año y es la única banda, no solo de Rioja Alavesa sino de todo el País Vasco, no profesional que sigue manteniendo su actividad como en su origen. Es decir, todos los domingos tocamos bailables. Hay meses, como el de junio, que hemos tocado once días, que son muchos, y es la única que, por tradición, o porque la muralla nos encerraba en nosotros mismos, sigue cumpliendo con todas sus actividades. Para nosotros, y para mí también, es muy difícil salir con una banda amateur entre 50 y 60 veces al año, pero ahí seguimos, intentando cumplir para que las bandas no se vayan apagando poco a poco. De eso es de lo que yo, personalmente, huyo, porque al final es un declive. Y una banda no puede ser un declive sino un medio que aporta algo.

En el libro también ha estudiado a las personas que hicieron posibles a las bandas.

-Por supuesto. Los organistas que quedaron en las bandas, las personas, los alcaldes? esas personas que son hoy anónimas, pero que hicieron mucho por la sociedad. Que tengamos bandas que vayan a cumplir 140 años es muy importante; que consiguieran que gente analfabeta pudiera aprender a tocar un instrumento es una lucha social grandísima. Hay que ver esas fotos de aquellas gentes que trabajaban en el campo habitualmente y que de repente se ponían el uniforme, cogían el instrumento y salían a la plaza de un pueblo. Aquello era un cambio social gigante.

Algo que transformó los pueblos, de eso no hay duda.

-Es que eso es lo importante de las bandas. Que afinas más o que afinas menos... pues a veces afinamos, pero por misericordia. Ese es el trabajo: una labor humana y social que ha hecho que la sociedad cambie y esas gentes nos enseñaron muchas cosas del futuro, porque las bandas estaban formadas por todo tipo de gente, de los pensamientos más diversos, de todas las ideas y que todos, en unidad, disfrutaban de la música y hacían algo por las poblaciones. ¿Qué pasa con los coros?, pues que están desapareciendo. ¿Por qué? Porque son instituciones que tienen más un carácter religioso que un civil y social. Y eso es lo complicado. Creo que ahí está el cambio que debemos hacer: que las bandas tengan un carácter social, que nos junten a todos y cambiar las escuelas. Unas escuelas modernas que acerquen de una manera fácil, amable, lejos de aquello de que la letra con sangre entra. Es difícil el aprendizaje de cualquier cosa, pero la clave está en hacerlo fácil.

¿Busca con el libro un acercamiento a las nuevas generaciones, para que se interesen por estas agrupaciones?

-Por supuesto. El libro busca, en primer lugar, poner en valor y describir las razones por las que surgen las bandas, con algunos apuntes previos de cómo se aprendía la música antes; también ahonda en cuáles son las causas de su creación, la vida de cada banda y finalmente se lanza una reflexión de hacia dónde vamos. Pero el libro también sirve para que la gente sea consciente del rico patrimonio que tenemos, para alzar la voz y para preguntar hacia dónde vamos. Lo mismo soy el único que está pensando en estas cosas, pero me preocupa que las bandas tuvieran su lugar en 1880 y no en 2019.

¿Responde el libro a esas dudas?

-Espero porque hay bandas que están muriendo. Quizás en nuestro país no tanto, pero la verdad es que tras la crisis las bandas han cambiado mucho. Debemos dar a la sociedad, a las bandas, otra ubicación. Hay que dar una respuesta musical a la gente joven, acercándola con nuevos planteamientos, con el jazz, el pop, el rock... fusionando todo eso. Pero, insisto, una banda tiene que ser un grupo para convivir, para estar bien entre todos, para aprender de los mayores y nosotros de los jóvenes, porque la sociedad cambia y los hijos nos enseñan.

¿El gran peligro para las bandas son las nuevas tendencias musicales?

-No, no. Las bandas tienen que seguir creciendo. Comenzaron tocando pasodobles, adaptaciones de zarzuelas y marchas. No había más. Más tarde, las grandes bandas fueron incorporando adaptaciones de música clásica, también añadiendo la música de baile, ya en el siglo XX. Y es que en las bandas se fue juntando todo. Pero no por eso todo va a ser reggaeton o rancheras. Una tarde serán rancheras, otra será de copla, otra será tradicional con gaitas y gigantes y así sucesivamente. El año pasado hicimos incluso techno bailable, juntando un Dj con la banda. Le gustó más a la gente mayor que a la gente joven. Tenemos que ir adaptándonos. Yo no le puedo imponer a un niño que se coma a Mozart. Pero es que hasta los conservatorios tienen que cambiar.

¿Si desaparecen las bandas, qué pasaría con muchas tradiciones en las que estos grupos son necesarios?

-Si un pueblo pierde su banda está perdiendo su configuración personal. Yo respeto a quienes les gusta el fútbol, pero si un día me porto muy mal que me lleven al fútbol para reformarme, porque no me volveré a portarme mal. Hay gente que siente su equipo de fútbol como algo suyo y las bandas se suelen sentir como algo de la tierra, del pueblo.

¿Qué sucedería si no estuvieran las bandas?

-Si no estuviese la banda cambiarían las tradiciones, pero sobre todo cambiaría la gente que viene. Porque la gente que viene tiene derecho a mantener sus tradiciones, como lo hizo mi padre, mi abuelo o los que estuvieron antes. Lo que hacen las bandas es que sigue manteniendo una unidad de pueblo y las nuevas generaciones pueden seguir teniendo un apego por la tierra. Porque si no nos va a pasar como en otras provincias, que hay una gran ciudad y lo demás está despoblado. Hay que luchar por los pueblos.