Vitoria - Cuando rondaban las tres y veinte de la madrugada del sábado pararon los conciertos, aunque todavía a esa hora había mucha gente con ganas de más en un Mendizabala donde los Dj intentaron estirar un poco la cuerda, aunque el final de la decimoctava edición del Azkena Rock Festival terminó por llegar. No había más remedio. Eso sí, no fue una despedida triste. Como se preveía, los protagonistas estuvieron casi todos a la altura de lo esperado, aunque cabe preguntarse cuánto mejor hubiera ido la cosa si Melvins hubieran podido actuar.

Pasada la actuación de Wilco -y con más de 19.000 personas en el recinto- tocó dividirse, aunque la baja de los norteamericanos por los problemas de salud que han obligado a cancelar toda su gira europea, hizo que algunos que estaban con dudas se decantaran por Morgan. A la banda con sede en Madrid se le notaba a gusto sobre las tablas, aunque Carolina de Juan quiso dejar claro un par de veces que tanto para ella como para sus compañeros estar en el ARF suponía toda una satisfacción. Y claro, cuando los músicos están por la labor y el público quiere, algo muy gordo tiene que pasar para que no salgan las cosas redondas. Delicado y contundente cuando tocaba, el quinteto fue desgranando temas de sus dos primeros discos, demostrando que están en un momento dulce que no sólo saben trasladar a las salas de conciertos sino también a formatos al aire libre, más allá de que a ellos muchos prefieran verles en aforos más cercanos.

En paralelo al grupo, donde tendrían que haber estado Melvins se encontraban unos Gang Of Four que no sólo tocaron temas de su disco Entertainment! como estaba anunciado y que, aunque le quisieron poner actitud y tuvieron sus momentos de energía, dieron la sensación de no terminar de hilar las cosas como se les ha visto en ocasiones anteriores. Aún así les acompañaron bastantes espectadores, sobre todo aquellos que necesitaban reactivarse para lo que quedaba por delante.

El público de un lado y del otro, cuando la medianoche ya había pasado, volvió a reunirse ante el escenario grande para reencontrarse por tercera vez con The Cult dentro de la gira que está llevando a cabo por el trigésimo aniversario de la publicación de su alabado Sonic Temple, un tour que sólo tenía parada estatal en Vitoria. Sin llegar al nivel de hace dos años, los de Ian Astbury tampoco anduvieron muy lejos, bises incluidos. Es evidente que la recuperación del cantante constatada en su anterior visita se mantiene firme y con él al frente, el resto de la banda sólo tiene que dejarse llevar para dar forma y fondo a conciertos que terminan dejando la sensación premeditada de querer más todavía.

Así, mientras Pussycat and The Dirty Johnsons cerraban los conciertos en el Trashville, se llegó a las dos últimas actuaciones, ambas en paralelo, de este año. Había mucha curiosidad, todo hay que decirlo, por ver a Philip H. Anselmo, máxime tocando temas de Pantera y en un recinto donde uno de sus escenarios estaba dedicado a la memoria de su ex compañero Vinnie Paul. Y lo cierto es que el de Nueva Orleáns supo cumplir con su papel, ni más ni menos, que no es poco. Claro que, aunque en estilos diferentes, el cantante tuvo una seria competencia en Starcrawler, cuarteto que sorprendió a muchos de los presentes, que no esperaban encontrarse con una banda que parece mentira que sólo lleve cuatro años en esto. Sin duda, una de esas joyas imprevistas que siempre tiene el ARF.