Con parte de la familia azkenera ya en la ciudad desde el jueves, desde primeras horas de ayer ya se produjo el primer gran desembarco de público en la capital alavesa para vivir la decimoctava edición del Azkena Rock Festival. Son muchos los que sólo se ven una vez al año gracias al certamen y, por supuesto, tanto en la Virgen Blanca al mediodía como desde el arranque en Mendizabala, los abrazos, saludos, besos y risas se fueron sucediendo sin casi respiro, aunque en el recinto Micky & The Buzz reclamaron la atención algo pasadas las cinco y media. Con ellos la maquinaria se puso en marcha, e incluso el tiempo colaboró para que todo fuera como es habitual en el certamen. Pocos certámenes pueden presumir de lo que se vive en éste, esa cercanía, hermandad casi.

Corto pero muy intenso fue el arranque con los de Bilbao. Había que romper a sudar, Paiano y los suyos lo sabían, y aunque el personal presente todavía no era mucho, lo cierto es que la banda empezó a poner el listón alto. Del rockabilly de unos al post hardcore de los gasteiztarras Giante. Asier, Mikel, Koke y Oki salieron a comerse el recinto en el último concierto de la gira de su primer disco. Se les veía disfrutar sobre las tablas del tercer escenario mientras seguía entrando gente, demostrando que su sólida apuesta tiene mucho que dar en año venideros.

En ese momento hubo que empezar a hacer encaje de bolillos porque también pedían su cuota de protagonismo los norteamericanos Surfbort, cuarteto en el que el punk y la locura más surrealista van de la mano, como así se pudo comprobar en su primera visita a Vitoria. Divertidos, ácidos y como un cencerro abrieron el último escenario al aire libre que esperaba encenderse, mientras las carpas Trashville (ver reportaje en la página 71) también se ponía en marcha.

Pasadas las siete, hubo más de uno con ganas de tener un doble en Mendizabala. Mientras el trío australiano The Living End descargaba sin concesiones en el escenario grande -sería muy interesante ver a esta banda en sala porque no hace nada nuevo pero engancha desde el segundo uno-, volvieron al ARF unos Inglorious que no estuvieron tan acertados como en su anterior visita a pesar de que la voz y el carácter de Nathan James estuvo por encima incluso de algún que otro problema técnico con el micrófono.

Con el festival lanzado y una multitud repartida por los diferentes espacios del recinto, hizo acto de presencia Deadland Ritual, esa superbanda liderada por Geezer Butler que dejó buenas sensaciones pero tal vez sin llegar a alcanzar las expectativas de algunos teniendo en cuenta quién estaba sobre las tablas. Así que algunos prefirieron acompañar a Lucero, cuyo ambiente natural es actuar en sala, un ADN que, con todo, supieron trasladar al aire libre.

Después, cuando la noche empezaba a hacer acto de presencia llegaron los Stray Cats en el primer concierto de su gira mundial (ver crónica en la página 70). Tras ellos pasaron por Mendizabala Los Duques de Monterrey, Tropical Fuck Storm, Blackberry Smoke, The B52’s, Blind Rage & Violence, The Hillbilly Moon Explosion y Glassjaw, pero eso ya sucedió cuando este periódico iba camino de convertirse en papel, así que tiempo y espacio habrá mañana para contarlo como se merece.