Vitoria - De manera oficial, el próximo 19 de noviembre cumplirá 200 años el Museo Nacional del Prado, fecha redonda que, como siempre suele suceder con este tipo de aniversarios, está sirviendo para llevar a cabo diferentes actos para poner en valor lo andado y lo que queda por delante. Pero, como bien expresó ayer su director Miguel Falomir, “no estamos hablando de un museo de los madrileños sino de todos” por lo que se ha ideado un ciclo de exposiciones por distintos puntos del Estado para, por lo menos, compartir la significativa fecha con la muestra temporal de determinadas obras significativas de la colección. Una gira que desde ya tiene parada en Gasteiz.
En concreto, es en el Museo de Bellas Artes de Álava donde se produce este celebrativo cruce de caminos, correspondiendo el protagonismo de la unión a La Inmaculada del Escorial, del pintor barroco Bartolomé Esteban Murillo, que se puede ver desde ya hasta el próximo 14 de julio. “Estamos hablando de una obra importante, que ilustra a la perfección el poder de emocionar que tiene el arte”, apuntó Falomir, que quiso recordar lo sucedido hace no mucho en el Prado a raíz de este cuadro y su visita a Vitoria, una anécdota que saltó a los medios de comunicación y que tuvo como protagonista a una turista japonesa que había llegado a Madrid con la intención de ver esta pieza en concreto. “Al parecer, cuando ella estaba en un momento de su vida bastante complicado, vio la pintura en una exposición temporal que se hizo en Japón y le ayudó en su proceso de salir adelante”, algo que la visitante quería agradecer ahora a la creación. Pero no pudo porque el cuadro había sido retirado de la vista del público para adecentar su marco de cara al traslado a Álava. “Eso sí, cuando conocimos la historia gracias a una de las trabajadoras del museo que habla japonés, la acompañamos al servicio de restauración para que pudiese verla”.
No van a necesitar dar tantas vueltas quienes acudan al Bellas Artes de Álava durante estas semanas. Junto a la escaleras principales del interior del Palacio Augustin-Zulueta, al lado de la capilla y acompañada por una serie de tablas dedicadas al tema mariano, se ha ubicado la obra, que viene acompañada por un texto explicativo sobre la misma, una pintura que compró Carlos III “aunque hay detalles que no se conocen con precisión” sobre aquel momento. “Es una pieza que todos los que hemos estudiado Historia del Arte o Historia siempre nos hemos encontrado en todos los manuales y generalmente hemos ido al Prado a verla, pero ahora se ha conseguido que un trocito del Prado venga a la ciudad”, apuntó, por su parte, la responsable del museo alavés, Sara González de Aspuru, quien recordó que la entidad alavesa y El Prado mantienen una estrecha relación desde hace décadas, un encuentro que se traduce, por ejemplo, en el depósito que el segundo tiene en el primero de 22 creaciones de su colección.
“Por suerte, incluso en algunas localidades muy pequeñas de Álava, tenemos representaciones interesantes de la Inmaculada, pero aquí estamos ante uno de los mejores y más importantes ejemplos del barroco”, en palabras de González de Aspuru, una pintura que atrae la atención, según Falomir, de cualquier amante del arte, “más allá de si tiene una devoción religiosa o no”.