madrid - En Madame X, primer disco en cuatro años de Madonna, “la reina del pop” entrega uno de los discos más arduamente trabajados de su carrera a la búsqueda de una libertad que se traduzca tanto en unas fórmulas musicales inéditas para ella como en una suerte de mensaje político para el mundo.
Será hoy cuando se publique en todo el mundo el decimocuarto álbum de estudio de su carrera, aunque el crisol de trece canciones que componen su edición estándar. De sus primeras escuchas y de la acogida popular de los primeros anticipos lanzados al mercado de manera oficial se infiere que Madame X no contiene ningún trallazo que vaya a asaltar las listas de ventas copadas por el reguetón, uno de los muchos estilos que asimila el álbum, pero esa mezcla de géneros, lejos de condenarlo, hace de este uno de sus trabajos más redondos.
Más allá de la incorporación doble de Maluma (participa en otro corte titulado Bitch I’m Loca) o Anitta (Faz gostoso), no se percibe aquí tan a las claras como en el pasado un ejercicio impostado y desesperado por resultar más moderna que nadie o por extraer algo de las energías de estrellas jóvenes más exitosas comercialmente.
A los mandos de esa mezcolanza de Angola, Brasil o España destaca la presencia como productor del francés Mirwais, que ya había trabajado con ella en Music (2000), en American Life (2003) y en el celebrado Confessions on a dance floor (2005).
Y queda por descubrir, como la bella Crazy, y la escucha del conjunto, tal y como lo diseñó Madonna, mejora con mucho la degustación individual de cada tema, a pesar de la amalgama que, fruto de su residencia desde 2017 en Portugal, conjuga reguetón (Medellín), batuka (Batuka), fado (Killers who are partying), reggae (Future), balada folk... Y el trasfondo no es puramente formal o estético, sino que la inclusión de cada uno de ellos parece respaldar también el compromiso político del álbum. - Efe