madrid - Pionero, prestidigitador, creador de ilusiones y pesadillas, Narciso Chicho Ibáñez Serrador revolucionó la televisión en España, pero también abrió camino a toda una generación de cineastas con su contribución al género de terror. La enorme popularidad de Un, dos, tres... en la era pre-Internet relegó durante un tiempo su aportación a la ficción pero en los últimos años se han sucedido los homenajes para paliarlo, desde el Premio Feroz de la prensa cinematográfica (2017) al Goya de Honor que recibió este mismo año.
Cineastas como Álex de la Iglesia, Alejandro Amenábar, Juan Antonio Bayona o Jaume Balagueró han reconocido unánimemente la influencia que ejercieron en ellos sus películas ¿Quién puede matar a un niño? (1969) o La residencia (1976), historias terroríficas en las que Ibáñez Serrador aplicó su mejor truco: no mostrar, sino incitar a la imaginación. Solo dirigió dos películas para cine, pero fueron muy influyentes, igual que su filmografía televisiva. Sus Historias para no dormir congregaban cada viernes ante la pantalla, entre 1966 y 1968 -y en una segunda etapa en 1982- a un público ávido de suspense y terror. La mayoría de los capítulos, de entre media y una hora, eran adaptaciones de célebres escritores del género, desde Ray Bradbury a Edgar Allan Poe. Ibáñez Serrador adaptaba, dirigía y presentaba cada entrega con una personal e inolvidable introducción, inspirada en lo que hacía Alfred Hitchcock en la televisión británica. También dirigió algunos guiones propios como Historia de la frivolidad (1967) o La culpa (2009).
El teatro, siempre lo dijo, fue su escuela, y el ámbito en el que, poco a poco, descubrió que la dirección y la escritura le atraían más que la actuación. En 1957 se trasladó a Buenos Aires donde empezó trabajando como actor y pronto se consolidó como realizador y guionista en la televisión argentina. En ocasiones firmaba sus textos con el pseudónimo Luis Peñafiel. Muchos de sus éxitos españoles los ensayó previamente allí. Regresó a España en 1963 y un año después ingresó en TVE, lo que supuso el principio de la revolución televisiva, una tarea que vio reconocida en 2010 con el Premio Nacional de Televisión. Sus Historias para no dormir fueron todo un revulsivo en la gris España franquista. La innovación fue siempre señal de la casa.
En teatro, destaca su comedia Aprobado en castidad, que estrenó en España en los 60 y se mantuvo cuatro años en cartel, pero con el título modificado por la censura: Aprobado en inocencia. Tuvieron que pasar cuatro décadas para que el Teatro Infanta Isabel la reestrenara, en 2001, con su título original. Más reciente, la obra El águila y la niebla fue galardonada en 2000 con los Premios Villa Madrid y Lope de Vega y estrenada dos años después en el Teatro Español. La radio tampoco se le resistió. En 1982 fue contratado en Radio 80 como realizador de programas y asesor de la emisora y cinco años después se incorporó a la Cadena Ser para dirigir y presentar el espacio nocturno Historias de medianoche. - Magdalena Tsanis