madrid - El cineasta François Ozon ha querido hablar “desde el punto de vista de las víctimas” de la pederastia eclesiástica en Gracias a Dios, un filme que provocó polémica desde su primera proyección en la Berlinale y que llega a España la próxima semana. Una película que debería haber sido un documental pero que, al final, tuvo caras de ficción para contar mejor una realidad aún no resuelta: el caso real de abusos a menores por parte de un cura católico de Lyon.
Según explica el realizador, lo tuvo “muy claro” desde el principio. “Quería hablar desde el punto de vista de las víctimas; con la Iglesia me limito a mostrar unos hechos que, por otro lado, fueron muy conocidos en Francia, el ‘gracias a Dios’ que dijo (el cardenal Philippe) Barbarin en la rueda de prensa en la que se exculpaba de los crímenes porque habían prescrito ocupó muchos titulares”. Pero las víctimas “no estaban” en el corazón de Francia, indicó el realizador en Madrid, adonde viajó junto a uno de los protagonistas de la cinta, Denis Ménochet, conocido en España por su interpretación en la brutal Custodia compartida. En Gracias a Dios se cuenta uno de los casos más relevantes de pederastia en la Iglesia francesa, las acusaciones de más de 70 niños que denunciaron abusos en los años 80 y 90, cuando eran boy scouts a cargo del padre Bernard Preynat, que reconoció los abusos, pero que aun no tiene fecha para declarar ante el juez. Sí lo hizo el mes pasado, entre otra decena de personas encausadas, Barbarin, cardenal arzobispo de Lyon, que fue condenado a seis meses que no le llevarán a la cárcel, pero sí lograron su dimisión, que, “por cierto -detalla Ozon- el Papa ha rechazado”.
“No establezco jerarquía en el sufrimiento, pero opino que estos hombres abusados en su infancia son una bomba de relojería, porque cuando sufren el problema no lo entienden, no pueden verbalizar lo que les pasa, ni siquiera sus padres se dan cuenta de lo que les pasa”. Y “ese sufrimiento se queda en su subconsciente, en tercer o cuarto plano, y a medida que crecen vuelve a la superficie, sobre todo cuando tienen hijos de la misma edad que tenían ellos cuando fueron abusados y entonces explotan”.
Es la primera vez que Ozon se centra en una historia pegada no solo a la actualidad, sino totalmente basada en hechos reales, y también es la primera en la que opta por contener su estilo irónico y socarrón para mostrar asépticamente los hechos deplorables que denuncia y que, sin embargo, nunca muestra.