Vitoria - Procedente de una “casa de ricos” en decadencia acabó en su taller un discóbolo al que Marina Suarez Ortiz de Zarate decidió aplicar un día un tratamiento a base de mazazos. “De los restos empecé a materializar fantasías que iba colocando por el espacio como la persona que coloca una figurita de porcelana en la estantería sobre la televisión”. A partir de ahí, los diferentes materiales que fue encontrando y recuperando le sirvieron para “seguir jugando” en su investigación del mundo de los sueños, de lo inconsciente, de esos momentos inaprensibles que se suceden en la vida. “La verdad es que sigo en el proceso”, en un proyecto “largo” que le está generando muchas y diferentes preguntas.
Una labor que el año pasado presentó a la primera edición de las ayudas impulsadas por ARTgia para impulsar el trabajo de las artistas emergentes de Álava, consiguiendo uno de los tres apoyos para hacer realidad Txiribita. De hecho, la creadora gasteiztarra inaugura hoy la muestra correspondiente a esta producción, que se podrá ver en el espacio cultural de Judimendi hasta el próximo día 30, una exposición en la que lo escultórico se une también a lo visual y lo sonoro.
“Siempre imagino esos momentos en los que alguien decide colocar un objeto en algún lugar. Imagino su mirada encontrando el ángulo, su deliberación, su comentario, una sonrisilla o el diálogo con su decorador interno. Por ejemplo, pienso qué piensa mi madre cuando decide tapar el cuadro de la luz con una mariposa de alambre que ni tapa ni decora, pero ahí queda como el resultado de su pequeño acto estético. Ese acto estético es como querer alcanzar algo, intentar materializar algo incomprensible, bello. Un regustillo interno que tranquiliza, a lo mejor, o inquieta o se pregunta. Pienso que ese acto apela al espíritu, a cualquiera de las definiciones que quieras dar de espíritu. Pequeños monumentos domésticos”, apunta la autora, al tiempo que argumenta que “pienso que lo único que hacemos es construir desde los restos, o desde lo muerto para hacer vivir algo y luego arruniarlo, dejarlo morir. No hay otro flujo posible. Es un acto de caída y levantamiento constante”.