A partir de “un viaje onírico”, de unos “sueños repetitivos”, Adolfo Marchena decidió hace unos tres años volver a la poesía para volcar “en un único cuaderno” una obra que ha terminado dividiéndose en dos libros. En mi barrio no hay Quijotes vio la luz el pasado otoño, un título que ha encontrado una muy buena acogida entre los lectores. De hecho, todavía el autor gasteiztarra sigue haciendo presentaciones aquí y allá, acompañando un poemario al que ahora se añade Sin cielo bajo los tejados (Ediciones Vitruvio). “Les une el punto de partida y están escritos en el mismo cuaderno, de seguido, como si fueran uno. Pero cuando empecé a hacer la corrección, distinguí que eran dos poemarios diferentes”, explica el creador mientras sostiene entre las manos un ejemplar de su última propuesta literaria.
“La diferencia estriba en que estos poemas son más directos. En mi barrio no hay Quijotes es más abstracto, si lo podemos decir así. Aquí hablo de manera más directa a esa persona, a ese tú lejano”, ya esté la voz del poeta en la ciudad o en esa naturaleza que relaciona con sus años de juventud y aprendizaje. “Le estoy diciendo a esa persona cómo ha transcurrido el tiempo ahora que recuerdo y no veo el motivo de ese distanciamiento”, describe Marchena. “Es un libro de amor que no deja de ser de desamor. Pero no es lastimero, no hace llorar. De hecho, hay cosas que te sacan la sonrisa”, apunta, al tiempo que comenta que entre estas páginas también hay “aspectos sociales evidentes que trato entre versos”, cuestiones relacionadas con las “patrias, banderas, alambradas?”, conceptos que “destruyen al ser humano”. A eso se unen las referencias a Dios “aún no siendo ni creyente ni no creyente”.
Más allá de que ambos libros funcionan por separado, “juntos explican mejor el motivo de su existencia, la razón por la que el autor los creó”. Por eso es preferible dejarse llevar por los dos poemarios, títulos que le han servido a Marchena para regresar a la poesía dejando a la narrativa descansar por el momento. “Aquí he tenido la necesidad de acortar el verso pero alargar la extensión de los poemas. Creo que así consigo darle mayor musicalidad, ritmo”, sin dejar de lado esas marcas de la casa del autor, como son las referencias otros creadores, ya sean pintores, músicos...
“Cada obra, bien sea en narrativa o en poesía, tiene una atmósfera aunque el cuarto donde escribo y la escenografía que genero es siempre la misma”, contexto en el que sigue trabajando “aunque quiero darme un poco de tiempo antes de la próxima publicación”. Eso sí, son varios los proyectos que le esperan. Sin cielo bajo los tejados sale con una dedicatoria especial a su padre, fallecido no hace mucho. “He escrito otro poemario dedicado a él, escrito junto a él. Lo tengo aparcado para ver qué validez puede tener”, comenta el autor. “Tengo más propuestas con las que seguir trabajando aunque he de reconocer que la publicación me agota y tras los dos últimos poemarios necesito parar un poco para centrarme en un proyecto al que tengo muchas ganas” y que está relacionado con la figura y la obra del músico de jazz Art Pepper.