madrid - Un “20% muerto”, así está el artista y expresidente de SGAE Antón Reixa tras el accidente de tráfico que sufrió hace ya más de dos años, una “hostia a tiempo” que le tuvo 18 días en un coma inducido con forma de “delirio” que se ha convertido en arte a través del libro y exposición Michigan, acaso Michigan.
En la misma mesa del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde preparó en 2012 su candidatura para presidir la entidad que ahora prefiere “olvidar”, Reixa (Vigo, 1957) vuelve a tomar asiento sujetando el bastón que le acompaña y le ayuda antes de bajar las escaleras que conducen hasta la Sala Minerva, donde desde ayer y hasta el 17 de febrero se podrá ver la exposición que de forma plástica da a conocer su particular viacrucis.
Según recuerda, el accidente que tuvo el 27 de octubre de 2016 al salirse de la A6, porque se quedó dormido mientras conducía en dirección a Madrid, fue una suerte de “hostia a tiempo que no viene mal”. Y así lo afirma porque en aquella época el músico, productor y poeta vivía en un “estrés absurdo” y tenía “todos los puntos” para que la vida le pusiera esta piedra en su camino que le produjo una fractura abierta de tibia y peroné, una fractura de vértebra L2 que a falta de un milímetro no le deja tetrapléjico, trece costillas rotas y contusión pulmonar con peligro de colapso respiratorio. Una colección de daños que llevó a los médicos a inducirle al coma, “un estado de locura y delirio” del que ha nacido Michigan, acaso Michigan, el libro publicado por Círculo de Tiza y la muestra interactiva del CBA. “Me sigo peleando con la idea de que hay 18 días de mi vida que no existen, pero durante la recuperación tenía que sobrevivir y decidí hacerlo en positivo, por eso en el libro cuento un hecho real, es la narración de unos hechos escrito por alguien acostumbrado a los versos”, expresa el ahora escritor de este relato que escribió “por necesidad”.
Unas páginas que nacieron cuando estaba en el geriátrico donde tuvo que vivir durante tres semanas mientras adaptaban su casa a sus nuevas necesidades. Un libro “terapéutico” que era una de las dos “pruebas de vida” que le obsesionaron nada más abrir los ojos. La otra era “hacer el amor”, y las dos las superó, reconoce entre risas.
“Nunca he estado en Michigan -dice Reixa sobre el título de ambas propuestas- pero es lo que recuerdo de mi delirio. Estaba en un centro comercial y veía a Donald Trump repartiendo panfletos, y también me perseguían unas paquistaníes enanitas(...). Cada uno delira de una forma”.
Recuerdos dignos del absurdo que Reixa remata con lo primero que le dijo al médico cuando despertó del coma: “Me acojo a la Convención de Ginebra para astronautas heridos en combate”. - Pilar Martín