GASTEIZ - La desaparición de un cuadro presuntamente falso desempolvará una historia familiar almacenada en un altillo relacionada con el Tercer Reich. La jueza Lola MacHor y su marido Jaime, médico investigador del CSIC, invitan a cenar a dos conocidos. Lola luce durante la cena una pulsera que había pertenecido a su suegra, que desaparece tras la cena. El cuadro es robado unos días después. Así comienza Clave Matisse, la última novela de la escritora Reyes Calderón (Valladolid, 1961), que supone la séptima entrega de la serie policial protagonizada por MacHor. En esta nueva entrega, Calderón se adentra en el tráfico del arte, una actividad que, según asegura la misma autora, “mueve 13.500 millones de euros al año” y que, después del tráfico de armas y de drogas, es la tercera actividad ilegal que más dinero mueve.
Vuelve a las librerías con una nueva entrega, Clave Matisse, en la que la jueza Lola MacHor es de nuevo la protagonista.
-Efectivamente, esta ya es la séptima novela con Lola como protagonista. La echaba de menos, yo y también los lectores. Ella supone un punto fresco; dentro de la novela negra la presencia de una mujer como Lola siempre es de agradecer.
En esta ocasión incluye una segunda voz, la de Jaime, el marido de Lola. ¿Qué otorga esta inclusión?
-Siempre había estado en segundo plano, pero en esta ocasión era indispensable que apareciera puesto que se trata de una historia de su familia que él tiene que vivir en primera persona. Esto nos permite conocer, primero, cómo un mismo fenómeno puede tener distintas versiones o visiones, dependiendo de quién sea el que lo cuenta; y, segundo, nos permite conocer otra vida de los protagonistas, de Lola y de Jaime, que es muy diferente. Al estar el mismo suceso contado desde dos perspectivas diferentes nos permite ver la historia en 360º, porque las historias normalmente no tienen una lectura, tienen muchas.
Los lectores que le han ido siguiendo su trayectoria y, con sus novelas, las diferentes facetas de MacHor, ¿van a descubrir aspectos nuevos de la protagonista?
-Siempre descubrimos cosas nuevas, pero en este caso digamos que se abre una parte de la vida de Lola que siempre había estado muy cerrada, que son sus relaciones de pareja. En este caso, cuando de repente aparece una sombra y aparece una falta de confianza, una variable tan delicada y que cuesta tanto construir y se deshace con mucha facilidad, podemos conocer su visión de qué es una pareja, su visión de ella misma entrando en cierta edad, con todo lo que conlleva ir cumpliendo 50, 60 años, como los complejos. Yo creo que Lola está divertidísima en esta ocasión, la verdad.
Como en anteriores ocasiones, podemos ver que a Reyes Calderón le gusta casi más explicar el por qué suceden las cosas que el simple hecho que está ocurriendo.
-Es que a mí no me gusta hacer novelas muy negras, no me atrae tanto la sangre derramada como los motivos por los que se derrama. Me interesa mucho más el mundo de los vivos que el de los muertos. Efectivamente, cuando hay un muerto hay que hacerle la autopsia y tiene que sangrar por donde debe, eso seguro, pero a mí me interesa más la razón de por qué una persona puede arrancar la vida a otra, algo que es completamente desconcertante, o que a lo mejor esa misma persona sea capaz de lanzarse a un río a salvar a alguien que no conoce de nada y sea capaz de matar a otra persona, a un semejante que sí que conoce.
Describe usted misma Clave Matisse como una novela negra, pero ¿podríamos decir que se trata, también, de una novela histórica?
-La base histórica que tiene desde luego está basada en hechos reales, y está documentada como una novela histórica, y en ese sentido sí que tiene una parte de novela de intriga histórica.
¿Por qué escogió como tema el mercado ilegal de las obras de arte expropiadas a los judíos?
-Han empezado a salir últimamente informaciones sobre este tema. Es como si la Segunda Guerra Mundial de repente hubiera quedado suspendida en el tiempo y otra vez empezara a fluir como empiezan a fluir los restos de un naufragio. En ese sentido, han empezado a aparecer cuadros que habían desaparecido durante la guerra, subastas en las que aparecen cuadros que supuestamente se habían destruido durante la guerra, algunos judíos cuyas familias habían sido expropiadas empiezan a decir que algunos cuadros que se cuelgan en museos españoles, como el Thyssen, son suyos... Todo esto ha empezado a salir en los dos últimos años. Me llamó mucho la atención también alguna historia particular de mi familia, que venía en esos términos, y al final porque decidí meterme en este mundo que es verdaderamente apasionante.
¿Ha descubierto muchas cosas que desconocía cuando comenzó a documentarse para esta nueva entrega?
-He aprendido muchísimo sobre la época en sí misma y, sobre todo, cómo las autoridades españolas han recuperado las obras que hoy en día se seguían robando. Tenemos que pensar que hay un montón de iglesias que, si no están abandonadas, están aisladas, y con pegar una patada a la puerta la puedes abrir y llevarte un retablo del siglo XII. Y no se entera nadie hasta no sé cuándo. Todo eso hay una unidad que lo persigue y realiza una labor fantástica muy interconectada con otras unidades europeas y americanas. Y todo eso se está llevando a cabo ahora, en estos momentos. Por ejemplo, aquí mismo la iglesia católica tiene muchísimo patrimonio histórico, es ingente en volumen y en valor, y no tiene la seguridad que debiera, con lo cual es fácil de robar; un tapiz en Huesca, una escultura en Logroño, una pequeña iglesia expoliada en Navarra...
En este libro se centra en robos de obras de arte a judíos, pero ¿por aquella época también en el Estado sucedía lo mismo?
-En las guerras siempre hay aprovechados en todos los sentidos, y hubo también expolio de obras de arte. Incluso gente con el ánimo de quedarse con los bienes de una persona denunciaba que estaba en un bando o en otro y se quedaba con sus bienes. Eso ocurrió mucho durante la guerra y es una auténtica vergüenza para todos.
¿El tráfico de arte sigue moviendo mucho dinero hoy en día?
-Sigue siendo, después del tráfico de drogas y de armas, el tercer mercado ilegal que más dinero mueve. Mueve 13.500 millones de euros al año, es una barbaridad. Y hay que tener en cuenta que han empezado a entrar grandes coleccionistas que antes no estaban en el mercado, como rusos o chinos, que tienen unas fortunas enormes y que en algunos casos no piden toda la documentación; son capaces de comprar cosas no demasiado limpias, digamos.
Sin embargo, ¿considera que este tema es el gran olvidado? ¿A qué se debe?
-Se debe a que tiene mucha más repercusión social el tráfico de drogas o de armas en los aledaños. Un tráfico de drogas implica que hay un drogadicto que necesita dinero y por eso roba o asalta; en el caso del arte no es así, roban a una persona para dárselo a otra, y los del medio no se suelen ver afectados. Además suelen ser ladrones de guante blanco y no suelen tener esa mala prensa. Pero es un robo y un expolio igualmente, y mueve muchísimo dinero.
Cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial tampoco se menciona en profundidad el tráfico de arte...
-Hay mucha parte de la Segunda Guerra Mundial que todavía está velada; de hecho todavía hay nazis que no sabemos dónde están, que se escaparon de aquellas épocas y que han estado viviendo entre nosotros sin que nadie les molestara lo más mínimo. Como eso, en el tema de las obras de arte es cierto que no había existido hasta hace poco un listado de todo lo que había existido. Sin ese listado y sin pruebas era difícil recuperarlas. Ahora se está haciendo por parte de los mismos judíos y también de los Estados unos registros donde figuran todas esas obras, de manera que en las subastas públicas, los grandes subastadores tienen en cuenta antes de sacar una obra al mercado tienen que comprobar en estas plataformas que no se trata de una obra robada. Porque hasta ahora habían sido un poco laxas estas casas de subastas. Cuando pasan de una mano a otra, y después a la segunda o a la tercera, se pierde la pista de ese robo y es cuando se saca al mercado.
Para ir terminando, ¿qué puede contar de sus próximos proyectos? ¿Será Lola, de nuevo, la protagonista?
-Creo que no, pero tengo que escuchar a ver qué dice Lola... Ya veremos. Lola siempre sorprende. Lo que sí puedo adelantar es que estoy trabajando en el mundo del lujo, de la hiperriqueza. No en las personas que tienen un poco de dinero o un coche de lujo, sino en las que no tienen que preocuparse en ningún momento de su vida por el dinero. Ya veremos a dónde llegamos.
“Han entrado al mercado grandes coleccionistas que son capaces de comprar cosas no demasiado limpias”
“En las guerras siempre hay aprovechados en todos los sentidos; es una auténtica vergüenza para todos”
“Para mi próxima novela estoy trabajando en el mundo del lujo, donde no sé si estará Lola, tengo que escucharle...”