Hay algo que todo ser vivo de este mundo pasado, presente y futuro comparte: la muerte. Todo principio tiene su final, un adiós que en el caso de los más cercanos, de quienes son parte de uno, se traduce en un sinfín de sentimientos, en un dolor que parece no tener remedio, en una sensación de pérdida que se antoja inagotable por momentos. Pero llega un instante en el que es necesario parar y saber que “no es posible quedarse detenido en el hecho doloroso” y que es imprescindible “reconstruirse”, dice el escritor gasteiztarra Raúl Sánchez Alegría, mientras sostiene entre las manos un ejemplar de Neko no kokoro (Corazón de gato).

Su nuevo poemario tras Gatera abierta y Que no te detenga la luna se presentará de manera oficial a los lectores el próximo viernes a las 19.00 horas en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa, donde el autor contará con la presencia de Ángela Serna y Patricia Furlong. No es un día escogido al azar, es justo cuando se cumple un año del fallecimiento de su hija mayor Izaskun Sánchez Álvarez. “Parece que la muerte es como algo ajeno que no está en la agenda de nadie y sin embargo es el único hecho cierto que tenemos después del nacimiento”.

Lo personal, lo compartido y lo literario se funden así en un libro que, ante todo, “habla de la superación” sin perder de vista que llegar a ese instante supone transitar por un camino de “retrocesos y estancamientos”, apunta. “Sobre las bases del recuerdo, hay que saber que la vida es una construcción continua. No te puedes quedar en el momento del fallecimiento, en el momento luctuoso, en el momento de la rabia, sino que debes entender que igual que llega la primavera, también llega todo lo demás en la vida y como tal hay que asumirlo”.

Dividido en varias partes, el poemario va realizando un viaje en diferentes sentidos -también geográfico- que toma como punto de partida a la propia Izaskun, a Neko (gato en castellano) que era su alias por su afición al manga, antes de su partida final. “La vida no se paró el 11 de enero. Lo que sucedió ese día fue algo que fue brutal, que destrozó todo, pero tienes que seguir avanzando. Cada estación del libro es un hito en ese camino hacia la reconstrucción”, puesto que lo sucedido no deja de ser “una invitación a cambiar, a repensarte, a avanzar”.

Consciente de que “no podía hacer de mi vida una eterna elegía o un llanto continuo”, en mayo del año pasado decidió detener la escritura de poemas para retomar después la idea de poder hacer un libro: “tenía claro que había partes simplemente de uso particular, virutas que era necesario quitar”. A partir de ahí, estructuró el poemario y lo compartió con cinco personas, dos de las cuales no habían conocido a su hija. “Quería ver hasta qué punto esto era un desahogo o podía tener un contenido literario”, siendo la respuesta positiva más allá de las críticas concretas. En otoño, terminó de pulir el conjunto antes de mandar la publicación -que cuenta con colaboraciones de visual Izaro Sánchez y Txus Álvarez- a la editorial Círculo Rojo.

Ahora se van a realizar una serie de presentaciones, sólo en sitios señalados para Izaskun, de un título del que sólo se van a editar cien ejemplares puesto que “esto tiene un inicio y un final, no habrá una reedición. La vida sigue y tengo que continuar desarrollándome como poeta y escritor”.