Vitoria - Hoy toca una nueva sesión a las 20.00 horas. El punto de encuentro, la calle Pintorería 39. Las puertas vuelven a abrirse al público como lo vienen haciendo desde día 10. Igual sucederá mañana, y pasado, y... así, de forma ininterrumpida hasta el 1 de septiembre. La octava edición de ciclo Los Clásicos de la Muralla no conoce descanso. Ni una sola jornada libre para los componentes de la compañía gasteiztarra Ortzai, que este año están seduciendo a los espectadores con Sainville y Léonore, adaptación realizada y dirigida por Iker Ortiz de Zárate a partir de los dos libros escritor por el Marqués de Sade para relatar la historia de estos dos jóvenes cuyo destino parece empeñado en mantenerles separados.
Es la primera vez que este relato se lleva a la escena, un trabajo que el fundador de Ortzai reconoce que ha sido bastante complicado, aunque el resultado está concitando al numeroso público que ya ha podido disfrutar del montaje. Y lo que queda todavía. No es sencillo estar casi todo un mes al pie del escenario, aunque el grupo cuenta con la experiencia de los siete años precedentes, un largo camino que ha contado con títulos de lo más diverso.
Desde el principio, la apuesta ha sido clara. Conscientes del desierto cultural que se genera casi por completo en la capital alavesa tras las fiestas de La Blanca, la compañía lleva más de una década apostando por llenar de teatro, siempre con el humor como herramienta, estas semanas de vacaciones para la gran mayoría. Quienes se quedan en la ciudad y los turistas que cada vez en mayor número se acercan a Vitoria conforman el público potencial, espectadores que una edición tras otra responden a este veterano ciclo, convirtiéndolo en un punto de referencia fundamental cuando llegan estas fechas.
Enare Martín, Patricia Carlos de Vergara, Teresa Ibáñez, Eric Ruiz de Loizaga, Paquita Quincoces, Silvia Martínez Tazo, Zuriñe Balantzategi, Eduardo Suso, Carlos Beltrán, Ander Camacho, Jon Haran Cañaveras, Patricia Sáez Romero y el propio Ortiz de Zárate afrontan juntos una aventura intensa que cada día arranca en el camerino de Ortzai, donde todos ellos se preparan y ayudan antes de que el público entre y se inicie la representación diaria de una adaptación que tiene como referencia los libros creados por el Marqués de Sade entre 1785 y 1788. “La verdad es que hacer esta versión ha sido un proceso complicado y complejo, pero el resultado merece mucho la pena”, apunta el máximo responsable de la compañía, quien apunta que en el reparto “reunimos veteranía con gente muy joven que en nada va a seguir su camino en ciudades como Madrid y Barcelona”.
Sin casi elementos escenográficos y con los actores y actrices dando vida a diferentes personajes a lo largo de la obra, Ortzai propone un montaje donde tiene un peso específico el “trabajo físico y rítmico”, primando la labor del reparto por encima de otras cuestiones. Todo ello para llevar a los espectadores por la historia de dos jóvenes pertenecientes a familias francesas acomodadas que, sin embargo, tienen que escapar de esa situación de estabilidad para poder vivir su amor. Eso sí, tras llegar a la República Libre de Venecia “algo terrible sucede” y sus caminos se separan. “La pieza sirve a Sade para desarrollar y expresar tesis filosóficas -siempre con el humor y el erotismo como recursos principales- a través, fundamentalmente, de dos civilizaciones opuestas: la distopía del reino de Butúa, y la utopía del reino de Tamoé. Sade se revela como un filósofo afín a las corrientes ilustradas, promulgando una exacerbada defensa de las luces” y planteando distintas reflexiones sobre situaciones muy en boga hoy. “Es un clásico y, por lo tanto, es actual, muy actual”.
No es la primera vez que Ortzai recurre al Marqués de Sade para adueñarse de la escena. En este caso, además, Sainville y Léonore sirve para cerrar la trilogía que el grupo comenzó en 2014 con Cándido de Voltaire y que continuó en 2017 con Joseph Andrews de Henry Fielding, una serie basada en tres libros filosóficos y de viajes del siglo XVIII, a través de los cuales sus autores exploran las inquietudes de su tiempo, “tan inquietantemente similares a las del nuestro”.
De hecho, humor y reflexión -y en este caso, “algún toque erótico, muy gracioso”- vuelven a unirse de la mano de una compañía que no conoce las vacaciones. En septiembre, su laboratorio formativo volverá a encontrarse con John Strasberg antes de iniciar un nuevo curso.