HAY quien todavía busca al Rey. Hay quien sigue jurando por lo más sagrado que ha pisado este mundo que aún sigue vivo. Oculto. Siempre fuera del alcance de la civilización, de los focos, de los fans, de los placeres y de los problemas. Hay quien defiende que vive en una cabaña de Alaska, o en una isla perdida del Océano Índico, o en la Antártida. Lo buscan porque Elvis Presley dejó un vacío insoportable, un déficit que es imposible remontar. Por algo era el Rey.

Elvis Aaron Presley nació en Tupelo, al norte de Misisipi, y desde allí inició una búsqueda que no acabaría hasta el fin de sus días, el 16 de agosto de 1977, en Memphis, una porción sagrada de Tennessee en la que quedó, para los que no quieren vivir con la ansiedad de buscarlo a la vuelta de la siguiente esquina, un trono sin dueño frente al que solo queda adorar su legado. Un ritmo. Una melodía. Y una actitud. Una manera de gastar la vida a base de provocación, de desenfreno y de talento. De mucho talento.

Elvis Presley. Buscador Incansable es el título de un documental que Movistar+ estrenará el próximo 15 de agosto. Se trata de un trabajo que expone la carrera del icono del rock and roll desde sus raíces hasta el día en que trascendió a la categoría de leyenda. El hilo conductor de este documental está en la obsesión de Presley por una búsqueda que, en principio, no se sabe si corresponde al plano artístico, al material o al existencial. El punto de partida lo da una cita de la que fue su esposa, Priscilla, en la que aseguraba que “Elvis fue un buscador incansable”. Siempre inquieto, siempre atento, el Rey quería ser capaz de encontrar y sentir todas las emociones por las que los seres humanos podemos atravesar.

Lo primero que Elvis buscó fue su sitio en el mundo. A los cinco años se trasladó desde su ciudad natal a Memphis. Después, siendo un adolescente, buscó su sonido. Removió en la música afroamericana. Se impregnó de blues, de gospel y gestó dentro de sí mismo un nuevo estilo, el rockabilly.

En ocasiones, cuando uno está profundamente concentrado en una tarea, en una búsqueda, es a él a quien encuentran. Así se vieron las caras Elvis y el coronel Tom Parker, quien sería su mánager durante casi dos décadas. Fue él quien lo plantó en RCA Records, en 1956, para grabar Heartbreak Hotel. Así encontró Elvis Presley su primer número uno.

Siempre buscó la rebeldía. Siempre galán, conquistador, pero con ese toque canalla dibujado en el rabillo del ojo y envuelto en dos cuellos alzados y un tupé. Agitador. No solo de corazones y faldas. También de masas, de una sociedad mojigata como la americana de la época, que se llevaba las manos a la cabeza por aquel chico sureño que cantaba como los negros y bailaba como el diablo.

Su estilo desinhibido lo rompía todo. Destrozaba por igual las normas de lo moralmente aceptable y las caderas. Y eso era un peligro, hasta que alguien se dio cuenta de que era algo que se podía utilizar para conseguir prácticamente cualquier cosa. Así pues, lo convencieron para buscar el toque mágico del cine, la adoración de las cámaras. Elvis conquistó Hollywood con su primera película, Love me tender.

los límites Quizás no la guerra, pero a Elvis también lo encontró el ejército. Cuando aparentemente lo tenía todo, toda la fama y el dinero a los que un cantante podía aspirar, Elvis se alistó en la armada. Cumplió con el servicio militar entre 1958 y 1960 y, aunque en los inicios fue imposible hacerlo debido al interés de los medios, que querían las fotos del ídolo con la cabeza afeitada y con uniforme, Presley buscaba ser uno más. Pidió al Ejército no tener privilegio alguno y se mimetizó lo mejor que pudo con la maquinaria bélica. Dos años después, cuando retomó su carrera artística, lo hizo como sargento, con una relación nueva en su vida, con las anfetaminas, y el nombre de una menor de edad que había conocido en Alemania apuntado en su libreta: Priscilla Beaulieu.

Excelso en versatilidad, el Rey buscó el éxito en todos los palos: country, rock and roll, baladas, blues... Buscó ser único, hasta convertirse en el solista con más ventas de la historia, en el ídolo de ídolos, como John Lennon o como Bruce Springsteen, que participa con su testimonio en el documental grabado por HBO, al igual que Tom Petty, Emmylou Harris o la propia Priscilla Presley.

En su búsqueda compulsiva, Elvis quiso llegar al límite que ofrecía la tecnología. En 1973 ofreció el primer concierto retransmitido a nivel mundial vía satélite. Todos quisieron ver al Rey. Aloha from Hawaii fue visto por 1.500 millones de personas.

El límite de sus excesos lo conoció en Las Vegas. Como si fuera una ruleta, se jugó la vida entre luces, actuaciones y drogas. La muerte, disfrazada de infarto agudo de miocardio, lo encontró cuando buscaba en el consumo de medicamentos la receta contra la infelicidad.