Vitoria - Hay días de esos en los que todo, o casi, parece encaminado a dar con la mejor tecla posible. El sábado, el Azkena Rock Festival, con 16.200 presentes en Mendizabala, estaba viviendo una tarde muy interesante, con un buen puñado de conciertos para degustar como pasó con Berri Txarrak, Mott The Hoople y unos The Dream Syndicate para enmarcar, así que parecía que, a la fuerza, la última noche en el recinto tenía que seguir por los mismos derroteros. De eso nada. Una Joan Jett espléndida y muy bien arropada por The Blackhearts y unos Gluecifer en modo apisonadora en la primera cita tras su reunificación llevaron al éxtasis más absoluto una jornada que, en global, dejó actuaciones y momentos de los que la familia azkenera hablará durante tiempo.
Con la oscuridad presente en la que se dice que es la noche más corta del año, apareció en el escenario grande la cantante, guitarrista, compositora y productora norteamericana. Es de esperar que todos aquellos que en su día pusieron en duda que esta mujer podía encabezar el ARF se estén comiendo literalmente cada una de sus apreciaciones, no ya porque entonces no tuvieran fundamento, sino porque además Jett, en hora y media, demostró que es una de las más grandes. Desde su época de Runaways hasta lo más reciente, fueron cayendo temas como si no hubiera un mañana (Bad reputation, You drive me wild, Fetish, Hate myself...) incluso a pesar de algún que otro problema técnico inicial. Y aunque no habría que olvidar el trabajo de sus compañeros de escenario (sobre todo, Dougie Needles), toda la atención de una mujer que consiguió algo inaudito, que más de uno en el público -y no es una exageración- apuntase el minuto justo en el que empezó a sonar I love rock ‘n’ roll.
Sin tiempo material para ver algo ni de WolfWolf ni de Reverend Beat-Man & Sister Nicole Izobel Garcia en el Trashville, la idea inicial pasaba por acudir al regreso de The Beasts of Bourbon después de su recordado concierto en el ARF de 2005. Nada que ver. Con muchos altibajos, los australianos no acertaron con la tecla ante un público que fue menguando, y con razón, para refugiarse en el homenaje a Tom Petty a manos de Carlos Vudú y compañía, un tributo acertado por momentos, hecho desde la humildad pero con criterio, que no es poco.
Con el homenaje acabando, a eso de las dos de la madrugada, salieron al escenario grande del recinto unos Gluecifer recuperados para la causa 13 años después. El de Gasteiz era el primero de los conciertos de reunificación de los noruegos y, como es lógico, había dudas sobre cómo iba a volver a presentarse una de las más bandas más relevantes que ha conocido el rock escandinavo. Bien, pues las preguntas encontraron respuesta rápido. Se notó que el grupo acudió con mucho y buen trabajo previo. Tanto que el paréntesis de casi tres lustros pareció inexistente en el que seguramente ha sido la mejor actuación de este ARF.
Más allá de algún que otro parlamento innecesario de Biff Malibu (salvo el recuerdo a Kike Turmix, donde estuvo más que acertado), la banda sonó compacta, rápida, enérgica y apabullante a lo largo de casi hora y veinte. A muchos de los presentes, con las tres de la madrugada pasadas, el cuerpo les pedía ya cama, pero los noruegos se encargaron de ir contra la lógica y el cansancio. Enormes.