Anda la caterva de opinadores, tertulianos y guías espirituales del pensamiento mediático del reino, mareada, atormentada y rabiosa por los acontecimientos que han sacado a Mariano Rajoy de la Moncloa y han colocado al renacido Pedro Sánchez al frente del timón. Estos personajillos, engreídos y sabelotodo están noqueados, sin rumbo, desorientados porque su jefe ha perdido el aura del poder y se han quedado sin argumentario y desencajados en el circo de las tertulias televisivas, de las que cobran abundante maná y enfangan personas, personajes y cuestiones políticas con viperina lengua y estile acusador.

El pasado lunes, pudimos asistir en el programa mañanero de Susana Griso en Atresmedia a un espectacular rifirrafe entre la veterana política Celia Villalobos y el periodista Arsenio Escolar que no terminó en mayores, de milagro, ya que la presentadora perdió papeles, control y capacidad para frenar la batalla dialéctica cargada de acusaciones, huérfana de argumentaciones, situación más propia de barra de taberna portuaria que de plato televisivo. Al grito de eso lo dirás tú, los del PP tenéis que pasar por la consulta y similares desafortunadas expresiones, el espacio desbarrancó y acabó como el lucero de la aurora, no escuchándose nadie a nadie.

La nómina de opinadores está cuajada y acoge a innumerables especímenes que al parecer se han hecho un doctorado en esgrima verbal y puesto al servicio de los intereses de sus señoritos y acumulan platós como los de Sálvame, apariciones carnales de la mano de Jorge Javier Vázquez. El cambio político ha desorientado a los sofistas de la palabra, que han tenido que mudar la piel de serpiente aplaudidora y cambiarla por la de mordedora. Es lo que tiene la democracia, que dejas el poder más veloz que un desahucio inconsolable. Y estos muchachos regordíos y bien pagaos buscan nuevas rutas de la opinión demagoga, facilona y repetitiva.