Dentro de la gira de su último disco, Ilargia erori da, este pasado sábado el concierto era en Urretxu. Pero justo antes de llegar a la localidad, un incendio en la furgoneta del grupo hizo que Libe viese cómo se calcinaban instrumentos, discos, material promocional... a pesar de lo cual, los gasteiztarras hicieron la actuación prevista, igual que sucederá hoy en su propia ciudad, más allá de las circunstancias y de los miles de euros perdidos.

¿No hubo ningún daño personal, verdad?

-No, no, físicamente no nos pasó nada a ninguno.

¿Cómo fue?

-Ya llegando a Urretxu, por la parte de atrás, Txus [Villalabeitia] y yo notamos calor. Abrimos las ventanillas y vimos que salía un poco de humo blanco. Nos paramos en el arcén y fue detener el motor, abrir las puertas y encontrarnos con una humareda blanca increíble. Fue un gran susto y un gran disgusto al ver cómo se nos quemaba toda la furgoneta sin poder hacer nada. Llamamos al 112 con muchos nervios, tampoco sabíamos decir dónde estábamos exactamente y luego ya vinieron la Ertzaintza y los Bomberos.

¿Qué es lo más grave de lo que han perdido?

-Lo peor es la furgoneta en sí. Está calcinada por completo. En cuanto a material, hemos perdido el amplificador del bajo, una guitarra de Txus comprada hace seis meses, las pedaleras de los guitarristas, dos cajas de la batería que eran vintage, los cables, estuches de los instrumentos... y aún así ha habido cosas que se salvaron como el bajo, dos guitarras y mis dos teclados. Eso sin contar con los enseres personales y el material promocional. Es que justo acabábamos de hacer camisetas y bolsos, y la mayoría se han ido a la basura. Con los discos... Casualmente el otro día fuimos a Bonberenea a por más y llevábamos en la furgoneta seis cajas de CD, que cada una suele llevar 33 unidades. Vamos, unos 190 discos calcinados.

¿Cómo dieron el concierto?

-Sabes lo que pasa, que al rato me estaba diciendo Txus: ¡por fin nos hemos librado de esos vestidos horrendos que te sientan fatal! (risas) No sé si fue la desesperación o qué, pero nos empezamos a soltar ese tipo de cosas. Estábamos a las puertas de Urretxu y dejar a la organización del concierto tirada nos parecía impensable. Así que seguimos adelante. Además, la organización se volcó con nosotros. Nos dejaron un local para guardar todo lo quemado para el tema del seguro. Nos invitaron a cenar. Nos ofrecieron sus casas para dormir, aunque volvimos a la noche en taxi a Gasteiz. Además, para el concierto, Mice nos dejaron los amplificadores, cables, algún instrumento... y la verdad es que el concierto estuvo muy bien. A mí me temblaban las piernas pero estábamos como con muchas ganas después de todo lo vivido.

Y hoy toca volver al escenario, además en casa.

-El sábado estábamos muy preocupados con esto. Para nosotros el de hoy es un concierto muy importante porque, además, en el Parral se genera un ambiente muy bonito, es un lugar en el que tenemos amigos, al que venimos habitualmente. Teníamos claro que íbamos a hacer lo que fuese por tocar.

¿Cuál ha sido la reacción de compañeros y público?

-Está siendo una pasada. Después de hablar con las familias, el seguro y todo eso, pusimos en las redes sociales lo que había pasado. Bueno, pues en Legazpi, que está cerca, había otro festival de música y se vinieron Willis Drummond para ver si estábamos bien, si necesitábamos algo. La gente se ha volcado. Nos han llamado de muchas bandas para ver qué era más urgente y para prestarnos instrumentos, furgonetas... lo que sea. Y en dos días no sé decirte la cantidad de pedidos que llevamos de camisetas y discos, con la gente queriendo pagar un poco más de lo que cuestan a modo de aportación extra. Está siendo muy emocionante.