tokio - Con genialidad y modestia a partes iguales, el creador nipón Takahata decidió -junto a su amigo Hayao Miyazaki- cambiar las normas de la industria y fundar un pequeño estudio de animación desde el que se hiciera cine de autor que pudieran disfrutar a la par niños y adultos. Así nació en 1985 Studio Ghibli, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores estudios de animación del mundo. Más de treinta años después, ha muerto su cofundador como consecuencia de un cáncer de pulmón, según confirmó ayer una portavoz de la productora. Nacido en Ise en 1935, con sólo 9 años sobrevivió a un ataque aéreo durante la II Guerra Mundial, un hecho que marcó la temática de sus películas y el tono antibelicista que caracteriza a Ghibli. “Takahata era un creador único, fue de los pioneros de la animación japonesa y logró llevar a este terreno un nuevo estilo y lenguaje audiovisual”, explicó en una entrevista con Efe Álvaro López Martín, autor del blog Generación Ghibli -referente en castellano sobre el estudio- y de libros como Mi vecino Miyazaki (2014). Durante sus años de universidad conoció a Miyazaki, de quien se convertiría en maestro además de un gran amigo y juntos comenzarían a trabajar en los años 60 en Toei Animation, donde Takahata suplía su falta de conocimientos de dibujo con su talento para la dirección. Ambos lograron poner el anime japonés en boca de todos, dirigiendo series como Heidi, Marco o Ana de las Tejas Verdes, todas éxitos internacionales aunque rara vez atribuidas a los dos genios de Ghibli.
Pese a que estas obras parecen muy alejadas en el tiempo, supusieron una revolución tanto en la animación japonesa como en la occidental, aunque el verdadero éxito del realizador no llegó hasta el estreno de La tumba de las luciérnagas (1988), su filme más adulto. Esta cinta fue la primera que dirigió para Ghibli, un relato desgarrador sobre los horrores de la II Guerra Mundial a través de los ojos de dos niños, un filme tan duro que fue exhibido en Japón junto a Mi vecino Totoro (1988), de Miyazaki, una historia mucho más amable. “Pocas veces una película sobre la guerra ha sido tan fascinante y aterradora, tan fantástica como miserable: una película que duele tanto que no puedes dejar de mirarla y replantearte muchas cosas”, señala López Martín, también autor de El viaje de Chihiro, un análisis de la afamada película de Miyazaki.
Frente a la fantasía de la que siempre ha hecho alarde Miyazaki, las obras de Takahata están marcadas por un toque más intimista y personal, aunque también por una búsqueda constante de la experimentación, como queda patente en Mis vecinos los Yamada (1999) o su último filme, El cuento de la Princesa Kaguya (2013). Basado en un cuento tradicional nipón, narra la vida de una niña diminuta que nace de un tronco de bambú y es cuidada por unos campesinos para convertirse después en princesa, una cinta muy aclamada por la crítica y nominada a Mejor Película de Animación en los Oscar de 2014. Su último filme como productor fue La tortuga roja (2016), el primero de Studio Ghibli dirigido por un realizador no japonés. Desde entonces, Takahata redujo su actividad en la productora sin llegar a anunciar que se retiraba, como sí hizo Miyazaki a finales de 2013. - Edurne Morillo