“Desde siempre me han gustado los autorretratos de pintores como Tiziano, Rafael, Miguel Ángel, Picasso, Modigliani? y en muchas ocasiones he pensado que podría hacer lo mismo con la poesía”. De hecho, desde el primer poema que aparece en su nuevo libro, fechado en 1987, hasta el último, correspondiente al año pasado, Kepa Murua se mira a sí mismo y a lo acontecido a su alrededor en diferentes ámbitos para pintar tres décadas de sentimientos, reflexiones, acontecimientos... correspondientes tanto a la esfera íntima como pública.
“Es difícil ser poeta en el siglo XXI, pero mucho más difícil es pensar que lo eres y no saber cómo e intuir que es casi imposible poder sobrevivir de ello. Eso se ve en los primeros poemas. Lo que más me gusta de este libro es que, cuando lo leo, hay una declaración de intenciones en cuanto a la ambición, a la generosidad, en cuanto a una marca propia que creo que he preservado con el paso del tiempo. Cambio, evoluciono, no pienso lo mismo de la política, el amor, el sexo? pero sigo siendo aquel muchacho que tenía esas intuiciones en lo que respecta a la honestidad, la disciplina, la creación, la apuesta por la literatura? y, sobre todo, en lo que se refiere a la poesía para explicar lo que nos acontece”, describe al autor mientras sostiene un ejemplar de Autorretratos (El Desvelo) entre las manos.
Al principio no existía, como tal, el propósito de hacer un libro, solo la necesidad de ir componiendo con palabras en vez de pinceles unos retratos que, en algunos casos, se fueron publicando en otros títulos de su trayectoria. Pero tras cerrar la editorial vitoriana Bassarai, el autor zarauztarra se encontró con material inédito que caminaba en el mismo sentido. “Pensé que podía seguir trabajando en este campo hasta que pudiera hacer un libro”, una intención que ahora se ha vuelto realidad con la idea, como sucede con sus memorias -más allá de que todavía queden un par de referencias por ver la luz en este último caso-, de cerrar un ciclo. “Ahora estoy en un lugar más contemplativo de la vida, más contento conmigo mismo. Puedo digerir los fracasos. E incluso puedo agradecer pasar por determinadas situaciones porque gracias a ellas soy el hombre de hoy. Mi escritura es otra, también. Los primeros poemas son muy radicales, cortantes? aunque el trasfondo sea el mismo. Los últimos poemas son más tiernos, dándome cuenta de que prevalece un gusto por el silencio y un amor por las personas que no están”.
Partiendo de la base de que “aquí hay más humildad que ostentación, más sencillez que vanidad, más claridad de ideas que prepotencia”, el autor asume que “el retrato a veces puede ser tierno y otras veces duro, incluso en ocasiones puede ser demoledor. Soy una persona muy optimista y motivada pero también alguien que ha pasado por diferentes vicisitudes”. De esta forma, lo personal y lo público se van conjugando en un viaje a través de tres décadas en el que hablar de lo íntimo, de la familia, de lo cercano pero además de la política, de la economía, de las realidades sociales... y, por supuesto, de la propia literatura, de la creación, del oficio de ser poeta. Zarautz, Gasteiz, Berlín, Medellín... sirven como escenarios, a veces protagonistas, para un creador que dice, con una sonrisa, tener ya sus años: “no soy el joven tocado por la poesía que vivía 24 horas por ella, el joven que tomó una serie de decisiones en torno a la literatura que le pasaron factura, ni sobre todo aquel muchacho solitario que estaba buscando su lugar en el mundo”.
De todo ello hablará Murua el próximo sábado 21 a las 12.00 horas en la presentación oficial del libro, un acto que se producirá en la librería Jakintza y en la que el escritor estará acompañado por Ángel López de Luzuriaga (ardiluzu), autor de las ilustraciones y la fotografía que completan el poemario. “Llevamos juntos desde el año 90 y pico y más allá de la relación profesional, nos hemos convertido en dos grandes amigos”.