Los de Eneko Sagardoy y Kandido Uranga son rostros bien conocidos. Ambos, junto a la joven Uma Bracaglia, protagonizan Errementari, el primer largometraje fantástico rodado en euskera y el debut en el largometraje del realizador gasteiztarra Paul Urkijo. La película llega este viernes a las salas comerciales, un acontecimiento que también es importante para quienes fueron extras durante el rodaje. Varios de estos actores y actrices ajenos a la industria del cine se reúnen con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para rememorar una experiencia imborrable, tanto por lo que vivieron durante los días que duró la filmación en Álava como por la promoción que se hace en la producción de los enclaves de Antoñana, Korres y Campezo.
Para ellos todo empezó el 30 de octubre de 2016, cuando en el centro social de Antoñana se llevó a cabo el casting que se había estado anunciando con carteles por numerosos municipios. Recuerda Esteban García Campijo que “cuando hicieron la selección vinieron como unas 200 personas de Álava, Navarra, Bizkaia... de muchos sitios, fue impresionante”. La decisión final no se demoró mucho. En pocos días, las personas elegidas comenzaron a recibir llamadas confirmándoles que estaban dentro del proyecto.
Daniel Martín estaba en clase cuando le llamaron. “Me comentaron en qué consistía lo que tenía que hacer y les dije que sí. En cuestión de un mes fue cuando me grabaron en el convento durante unas diez horas. Pasamos un poco de frío, pero estuvimos muy bien”, confiesa este actor caracterizado de carlista fusilado.
Otra de las personas seleccionadas es una de las veteranas de Antoñana. Vivi Valencia se presentó a la selección “porque me apunto a todas. Por suerte me cogieron. Primero llamaron a Felipe, un vecino de Antoñana, que fue quien facilitó mi teléfono y a los pocos días me llamaron ellos para darme la noticia. Poco después tuve que ir a Korres para ver los trajes y todo eso. Estuve muy contenta”. Cuenta que le correspondió el papel de “panadera, a lo pobre, pero me dio igual porque estaba encantada. Otras llevaban tacón y eso, pero yo estuve bien tranquila con delantal”. Disfrutó con lo que hizo pero pasó mucho frío en las manos: “en el momento en que fueron a grabar les dije que tenía las manos heladas, y uno del equipo vino y me las frotó hasta que entraron en calor. Luego grabamos”.
Entre las más jovencitas estaba Uxue Bello, que acude a la cita con DNA junto a su madre, Miriam Elorza. “Me enteré que me habían elegido al llegar a casa después de las clases en Assa Ikastola (Lapuebla de Labarca). Mi ama me dijo que habían llamado y me puse muy contenta. El siguiente fin de semana fuimos a Antoñana y a Korres, para ver los trajes y me tocó un vestido de cuadros, con un delantal, dos trencitas y me dijeron que mi papel era de nieta de la panadera. Vinimos a Antoñana para rodar y nos quedamos a dormir porque hubo que madrugar. Lo hicimos todo en un solo día”.
Nieves Leorza, una mujer muy implicada en numerosas actividades en la zona, fue la encargada de abastecer de los animales que se necesitaban y de acompañar a todo el equipo para preparar las calles y ayudar en lo que se fuera a hacer. “Primero estuve en Korres, donde por cierto cogí una neumonía porque fueron unos días terroríficos de frío. Me correspondió ser la coordinadora, con todo el equipo, para hacer lo que hiciera falta para encontrar a la gente”. Pero, sobre todo, se responsabilizó de llevar los animales que se necesitaban. “Llevé una yegua, una cabra y un perro pastor. La yegua estuvo todo el día en una esquina de la calle Mayor y la verdad es que se portó como una actriz”.
Un viaje en el tiempo Toda la zona de la filmación en Antoñana se transformó. “Fue una pasada. Estaba la calle Mayor preciosa y eso que todo era viejo”, cuenta Valencia. “Es que la preparación fue muy intensa” añade Leorza. “Trajeron carros de tierra y el suelo, que era de loseta, se cubrió en la bajada de la iglesia; pusieron hierba, se colocaron en las fachadas telas y cosas viejas? Veías lo de arriba y estaba todo nuevo, eso sí”. Por fortuna, lo que las cámaras captaban era lo tapado, “hasta la puerta de mi casa, que tenía unas telas que debía levantar para poder entrar”, recuerda Vivi. “Pero estaba todo precioso y lo que había roñoso de habitual se veía bonito”.
A cada uno le fueron poniendo horas diferentes para incorporarse al rodaje de la película, sobre todo para que el proceso de maquillaje se produjese de manera escalonada. “Según íbamos llegando nos acompañaban a peinarnos. Bueno, ¡a despeinarnos!”, ríe Vivi.
Ella recuerda que “lo primero que hicimos fue ir a Korres a probarnos el vestuario y allí nos pusieron la hora. Fuimos Felipe Marquínez y yo, y me acompañaron mi nuera y la hija de Felipe para ayudarme”. Ambas la animaron mucho al vestirse “porque me decían que estaba muy guapa, a pesar del delantal. Uno de los chicos de la película nos hizo una foto para que nos viéramos y yo les dije que no me importaba el traje, que me sentía muy guapa”.
En Antoñana, para esperar resguardados a que a cada uno le tocase su turno, a los extras se les puso una carpa con calefacción en el frontón: “había de todo, porque nos cuidaron a base de bien, bien, bien. Tenías leche, café... ¡de todo!. Pero cuando vieron que hasta en la carpa hacía frío nos hicieron pasar al centro social y nos trajeron mantas? Estuvieron pendientes de nosotras en todo momento” cuenta Vivi.
Leorza, que entonces estaba en la Junta Administrativa, narra que el centro social fue un poco el eje de la intendencia. Al fondo se puso el vestuario y en el comedor se ultimó la comida traída del restaurante Izki (Maeztu). “En Korres, sin embargo, desayunamos en la calle con un frío que te mueres y luego la comida la trajo un catering. El caldo desapareció en un visto y no visto. Todo se hizo en la calle porque donde se rodaba era fuera del pueblo y por eso estábamos todos allí”.
Varios espacios de rodaje En realidad hubo dos días de filmación. Uno en Korres y otro en Antoñana. A esto se añadió alguna escena en Itsaso, hasta donde se desplazaron algunos extras alaveses, y en el convento de Piérola, en Campezo. Daniel recuerda que “habíamos quedado a las siete de la mañana en Campezo, en el centro cívico y allí nos pusieron las ropas, nos maquillaron, nos pusieron sangre en las caras y después fuimos a filmar. Me tocó tirarme al suelo. Hacía mucho frío, había llovido el día anterior, había niebla? entre escena y escena me traían unas mantas, me tapaban bien y a esperar a la siguiente toma”. Aquí tercia Vivi para elogiar que “había unas señoras que estaban todo el tiempo pendientes con mantas, aunque yo solo pasé frío en las manos. Llevaba unas alpargatas viejas, pero me había puesto dobles calcetines”.
Peor lo tuvo Uxue que tuvo que llevar “las piernas al aire y me tuvieron que poner calientapiernas. Me tocó venir a Antoñana a las siete de la mañana y hacía mucho frío. Sin embargo, en Itsaso, quedamos a las diez, pero allí había un hostal y nos dieron de comer. Después, en la zona de la iglesia, habían colocado una espacio para que los niños pudiéramos jugar y al menos hacía más calor y se estaba mejor”.
Su madre comenta que le resultó chocante que en los maquillajes se utilizara Cola Cao en vez de tierra. “Cuando estábamos en la carpa venían a mancharnos los vestidos con lo mismo” comentan casi todos. “A otros les ponían las chaquetas que antes habían restregado mucho contra el suelo lleno de barro. Y otros, a quienes les llenaron de suciedad las uñas, tardaron días en volver a dejarlas limpias”, dicen actores y actrices, quienes recuerdan que el personal de producción se volcó en atender a los extras. “Siempre que pudo, Paul Urkijo se acercó a saludar y a interesarse por si estábamos a gusto”.
En lo que respecta a la Junta Administrativa, Leorza destaca que “el equipo de la película pidió permisos para todo y se comprometió a dejar las cosas como estaban al terminar”, algo que se cumplió tras solucionar una incidencia con el suelo de la zona de la iglesia. Además, todos cobraron por su trabajo. Con el tema de los seguros no hubo problemas, pero sí muchas gestiones con los menores y con las personas más mayores que no habían cotizado nunca. Así le pasó a Uxue, menor de edad. “Es increíble la cantidad de papeles que tuvimos que hacer para que ella pudiera trabajar de extra”, cuenta su madre. Vivi, por su parte, afirma que ella no ha cotizado nunca y tuvo que estar en el seguro de su marido por lo que “tuve que hacer mucho papeleo”.
Sin embargo, todos reconocen que no participaron como extras por el dinero que pudieran cobrar, sino por formar parte de la película. Coinciden, además, en las ganas que tienen de verla, pero algunos dicen que cómo es en euskera con subtítulos en castellano estarán más pendientes de leer que de ver. También comentan que creen que no todo lo grabado aparecerá en pantalla así que piden que “se les den las tomas falsas, para reírnos”.
Como resumen de lo vivido coinciden en afirmar que “fue una experiencia muy bonita, que vivimos con mucha ilusión en el pueblo. Nos hizo ilusión que se realizara en Antoñana, porque tiene todas las características de una villa medieval, lo mismo que Korres”, y volverían a actuar si surgiera la ocasión.