Sin luz, nuestro sentido visual deja de tener, valga la redundancia, sentido: la luz visible produce nuestra visión. Por lo tanto las artes visuales necesitan de la luz también para existir: nadie puede crear una obra escultórica, pictórica? sin luz. La luz, por ejemplo, es la razón de ser de la fotografía. Pues la fotografía no es más que la huella de la luz reflejada por los objetos. Pero la importancia de la luz no sólo se limita a su aportación como fundamental ingrediente del proceso artístico: el espectador necesita de la luz para poder contemplar una obra. Por consiguiente las obras deben ser iluminadas. Y la elección de cómo éstas lo son puede condicionar su modo de contemplación. Para bien o para mal. En principio, se debe iluminar una obra para que ésta se aprecie tal como el artista la proyectó. De no ser así, estamos cambiando su lectura. Estamos alterando la obra.

Estos últimos años estamos viendo cómo edificios, e incluso espacios, históricos son iluminados de una manera efectista buscando así atraer la mirada saturada del turista. Le gritamos así “mira esto”. En nuestra ciudad, por ejemplo, tenemos el ejemplo de dos singulares monumentos históricos-artísticos violentados por luz multicolor. Por una parte el paseo de los Arquillos, obra del arquitecto vitoriano Justo Antonio de Olaguibel, que se constituye como singular paseo de soportales y balcones representando un conjunto neoclásico destacado. O más recientemente iluminada de verde gama, la Casa del Cordón. El mejor ejemplo de edificio gótico civil de nuestra ciudad. Casa construida por el adinerado mercader y judío converso Pedro Sánchez de Bilbao sobre los restos de la Torre de los Gaona. Dicen que construyó la puerta de entrada sumamente baja para que los nobles tuvieran que inclinarse ante él al entrar en su casa. Si vivieran ahora, se golpearían con ella en sus cabezas hipnotizados por la luz discotequera que baña el edificio.

En serio: cuando se trata de iluminar un edificio histórico, la solución más atinada no se halla en manos de un diseñador de iluminación, se necesita de un equipo multidisciplinar conformado por conservadores, arquitectos, ingenieros, historiadores y técnicos de espacios históricos, entre otros expertos. También se debería reconocer la autoría de los diseñadores de iluminación cuando se trata del patrimonio histórico. Un proyecto de iluminación necesita también un nombre y apellido. Necesitamos responsables visuales con los que se pueda dialogar cuando el resultado de su trabajo desvirtúa una obra arquitectónica singular. Hay que recordar que el patrimonio histórico no es propiedad del gobierno de turno sino de la ciudadanía en pleno del territorio en la que éste se halla. Por otra parte, hay que tener muy presente que los proyectos de iluminación no pueden responder a las presiones de la industria del turismo cultural. Los proyectos de iluminación del patrimonio histórico se deberían considerar dentro del ámbito de la conservación de arte.