MADRID - Risto Mejide cierra mañana por la noche la sexta temporada, que inició en noviembre. Las nuevas entregas llegarán muy pronto a Cuatro. Y puestos a cerrar, qué mejor que sacar a escena una buena ristra de tópicos. A ser posible, los más recurrentes y habituales: los de los españoles. Quedarán al descubierto de la mano de dos personas que, a fuerza de enfrentarse a ellos, los conocen bastante bien. Santiago Segura porque decidió recopilar los peores defectos del país en un detestable y exitoso personaje cinematográfico, Torrente. Michael Robinson porque, después de tres décadas exiliado voluntariamente en España, ha realizado una minuciosa radiografía social del país atendiendo al elemento que más pasiones despierta: el fútbol. Ellos dos serán los encargados mañana, a las 21.30, de cerrar la temporada de Chester al compás de un patriótico ¡Olé!
Santiago Segura (Madrid, 1965) es el director de una de las sagas más taquilleras de la historia del cine español: Torrente. Sus cinco entregas suman más de 13 millones de espectadores cautivados por un personaje que encarna lo peor del ser humano? y del prototipo español. “Un taxista, tu cuñado, un vecino, tú mismo en algunas cosas? Siempre tenemos pensamientos que a nosotros mismos nos avergüenzan”, resume el actor sobre la inspiración que necesitó para crear a Torrente. “Antes me parecía muy, muy gracioso, porque pensaba que era una cosa extinta y, de repente, miro para atrás y digo: ‘No, no, está muy vigente’. España sigue siendo Torrente y eso me abochorna.
Robinson y su hijo Michael Robinson es reconocido por su marcado acento inglés en las retransmisiones futbolísticas. Sin embargo, el locutor deportivo tiene un pasado como jugador al más alto nivel. Empezó como delantero en el Preston North End y en el Manchester City y acabó siendo uno de los fichajes más caros de su época cuando fichó por el Liverpool, donde consiguió la Premier League, la FA Cup y la Copa de Europa. Acabó en Osasuna. Sus años en el equipo navarro los recuerda como los más felices? “Yo era feliz allí. Había encontrado una maravilla en ese equipo. Pero tenía un problema, ya se lo había advertido antes de fichar. Estaba mal de la rodilla. Les dio igual. Me hicieron una intervención quirúrgica que yo no pedí y que no necesitaba. Seis semanas después de aquello, a los 19 minutos de volver a jugar me quedé cojo”. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. “Años después, cuando volví a El Sadar como comentarista de la Liga para Canal+, pedí al gerente si mi hijo, de 7 años, podía saltar al campo con el capitán de Osasuna y su camiseta roja. Cuando el niño estaba en el túnel para salir de la mano de Iñaki Báñez, el delegado les separó e impidió a mi hijo saltar. Yo no sé qué diablos hice tan mal para que me tengan tanta manía, para incluso hacerle eso a mi hijo? A mí pueden machacarme, pueden dejarme cojo, pero hacer eso a un niño de siete años? No he sido capaz de perdonárselo”.