La cultura en nuestro territorio vive desde el inicio de la crisis económica, como hemos reiterado hasta la saciedad, tan malos momentos que nuestra Diputación, en el año 2015, se propuso la tarea de elaborar el primer Plan Estratégico de Cultura de Álava. Objetivo que presentó ante la ciudadanía como su tarea prioritaria. En junio de 2017 se aprobó por todos los grupos políticos el documento redactado.
Estamos ahora en 2018 y poco -o nada- se ha ejecutado del plan a pesar del reconocimiento por parte de la Diputación de la paupérrima situación de nuestro ecosistema cultural. De las 24 acciones proyectadas para el pasado año, ninguna se ha consumado. En el plan se habla, por ejemplo, de la creación de una mesa de coordinación de dicho plan que tendría varias funciones: su seguimiento, promover la colaboración activa del sector -quizá “codecisión” como reclamaba Mahaia que, como sabemos, es un colectivo que aglutina a 300 agentes culturales- y también la función de llegar a acuerdos en materia cultural. Esta herramienta debería haberse puesto en marcha desde el minuto uno de la aprobación del Plan Estratégico. Pero han pasado siete meses y nadie conoce su existencia. Nadie. El sector cultural de nuestra provincia ya se ha percatado de ello y así en una revista de arte que podemos encontrar desde hace semanas en diversos espacios de nuestra ciudad podemos leer: “Mahaia expresó su convicción de que la Mesa de Seguimiento del plan debería ponerse en funcionamiento desde el inicio de la aplicación del mismo.”
Parece ser que tampoco 2018 va a ser el año del despegue cultural de Álava: nuestra Diputación siguen considerando la cultura como un adorno y no como un ámbito que aporta al PIB de este país más que la agricultura, la pesca o el sector energético. Y a pesar también de que en el documento del propio plan se asume que la cultura es un pilar fundamental para el desarrollo de cualquier comunidad avanzada. Y, sobre todo, también a pesar de que en el documento del plan se afirma que la cultura en Álava ha cronificado su crisis. Textualmente leemos en dicho documento: “en Álava nuestros servicios públicos se han visto mermados en su capacidad de actuación y gran parte de las iniciativas privadas, mercantiles o no, han estado abocadas a la precariedad cuando no a la desaparición o insignificancia”. Pero paradójicamente, los presupuestos sólo reflejan una inversión de 158.000 euros para la implementación del plan. Cifras completamente insuficientes para llevar a cabo 34 acciones de un plan que, queda claro pues los hechos hablan, nuestra Diputación no tiene demasiado interés en llevarlo a cabo. Ese plan es papel mojado.
Mientras tanto el desaliento cunde en Mahaia, que ha visto como a pesar de sus esfuerzos por constituirse en interlocutor antes las instituciones, éstas en vez de aprovechar la oportunidad de tener un valioso cómplice para sacar a nuestra cultura del pozo en el que se encuentra, le han cerrado la puerta.