Allanamientos, artículos y demás actos inútiles. ¿Escribir es un acto inútil?
-Casi todos los actos de los seres humanos son inútiles. Los míos considero que muchísimo más porque yo no soy escritor; en mi caso, escribir solo me es útil a mí mismo. El futuro puede estar cargado de un montón de cosas, pero de poesía me parece que no; y de escritura y literatura, quitan-do casos puntuales, me parece que tampoco; es una estupidez eso de que la poesía es un arma cargada de futuro. Y eso que soy más chulo que cagar de pie, pero, en mi caso, escribir solo me sirve a mí, en lo literario, en lo musical, en todo...
Eso no es columpiarse un poco, ya que casi podría asegurar que a muchos de los que han leído tus libros o escuchado letras, esas palabras sí les han servido para algo, por lo menos para sentir...
-Bienvenido sea, pero que sepan que eso es un daño colateral, nunca lo hice para tal fin. Perdón por el pellizco pero no era mi intención. Yo descubrí muy pronto que no tengo una opinión formada acerca de nada; solo sé lo que pienso de algo cuando lo escribo. Y hay veces que me da bastante miedo lo que pienso, porque al escribir determinadas cosas, me digo: ¿y esto estaba dentro de mi puta cabeza? Ahora le están dando todo el rato la razón a George Orwell con lo de la Policía del pensamiento, y yo ya estoy asustao, porque voy a ir al talego en 15 minutos, en cuanto me pongan el chip. El otro día me mandó una foto un colega, flipa lo que es la vida, que en la plaza George Orwell de Barcelona, justo en la placa han puesto una cámara. Vamos, que coges 1984 y alucinas, me cago en Nostradamus. Lo dicho, ya tenemos aquí la Policía del pensamiento, y el primer preso político, yo.
Dices que escribir solo te sirve a ti, pero, ¿para qué?
-Para sobrevivir. Yo solo quiero sobrevivir, no quiero trascender ni como escritor ni como cantante; lo he dicho 50.000 veces, pero como estoy siempre partiéndome el culo, pues no se me hace mucho caso. Y hacen bien, porque me respetan, ya que otra de las cosas que siempre digo es que conocer del todo a una persona es una falta de respeto; y a mí no hacen muchos amagos por conocerme, y eso está guay. Así que vamos a dar por supuesto que me tienen respeto los lectores u oyentes; y que gracias por las flores, a todos... “Entonces”, me preguntan, “¿por qué publicas y grabas?”. Pues porque me gusta tener las cosas guardadas para que mi hijo luego las venda en eBay por 6 euros con una PlayStation del 97 de regalo.
¿Preferirías vivir sin fontanería que sin escritura, reconociendo así tu enfermedad, igual que Bukowski?
-Claro, yo como Bukowski. Preferiría vivir sin luz eléctrica y sin agua caliente que sin literatura, pero yo estoy muy mal de la cebolla, soy un desequilibrado, sé desde pequeño que no soy normal: yo me caí de los brazos de la enfermera, luego me escurrí de los dedos de mi padre, después de resbalé de los de mi madre y cuando me sacaron en silleta del hospital me caí desde el tercero dándome con todos los escalones. La gente a la que no le gusta leer me da mogollón de lástima, es la manera de no estar solo nunca.
Sí, pero a la vez, tanto escribir como leer son actos de soledad.
-Ya, pero tú sabes qué mundo hay ahí... Todos los actos de creación o de cultivarte, en general, son solitarios. Por eso me da tanto miedo estar solo y por eso estoy siempre rodeado de peña; me gusta estar con gente. Y por eso intento estar el mínimo tiempo escribiendo. Las lecturas que me gustan son autobiográficas, la ficción no me gusta mucho.
Pero, ¿a qué le llamas autobiográfico, porque poesía has leído mucha?
-A la gente cuya obra y persona son indisolubles, es lo que me creo y me gusta. La peña con una imaginación desbordante no me suele gustar, porque no me la creo, aunque estén muy documentados... Me gusta más la vivencia que la documentación, la carne que el papel. Bukowski podía escribir de los bares porque había vivido en ellos, y Panero de la locura porque llevaba 30 años en un psiquiátrico, y David González de la cárcel porque estuvo allí. Es lo que te crees y son parte de esa literatura; no es un tío mirando por la ventana. Luego, que me guste generalmente que sean escatológicos, por ejemplo, entra dentro de los gustos de cada uno. Las historias de perdedores siempre son atractivas, pero solo en la literatura, luego en la realidad... Por esto todo el mundo quiere ser perdedor en la música o en la literatura, pero me gustaría verles a esos en el manicomio o en la cárcel.
Estos Allanamientos, entiendo que hacen referencia a que te has metido en la vida de otros, pero, joder, han sido ellos los que te lo han pedido, con lo cual, de allanamiento tiene poco...
-Sí, lo que pasa es que ellos me han invitado a entrar, lo que no sabían es que iba a entrar tan adentro, porque les echo la maldición a todos. Tú sabes bien que, en los libros no tanto, pero el 100% de los discos en los que he colaborado ha sido un fracaso absoluto; de hecho, suele ser el peor álbum de toda su carrera y es con el que terminan de hundirse. Si hubiera colaborado en siete u ocho, pensaría que es casualidad, pero es que he participado en 212 discos, y han fracasado ellos y todos sus amigos (risas); eso casualidad ya no es. Pero aun así me siguen llamando, yo creo que es porque tengo buena conversación y pago las copas. Eso sí, en los libros, como en los discos, todas las colaboraciones las hago por amistad, nunca han supuesto ningún tipo de transacción económica. Mi hijo descubrió el otro día que yo no cobraba por hacer estas cosas y flipaba: “¿Y de qué vamos a vivir nosotros? Pero tú estás loco” (risas).
¿Dentro de la definición de amistad no cabe la palabra dinero?
-No, nunca. Eso ya sería una transacción económica y yo no tengo amigos banqueros, igual que no tengo ningún amigo policía, cura o juez. Algo querrá decir de mí; yo no estoy posicionado políticamente, creo, pero socialmente, sí. Todos mis actos artísticos que no tienen que ver con mi propia carrera, solo los hago por amistad; y si no por una afinidad artística muy fuerte y latente. Y la peña fliparía pepinos si supiera a quién le digo que no, porque también digo que no.
Hay apuntes en este libro que a los seguidores más jóvenes les sonarán a chino, pero bueno, quizá eso haga que rebusquen y se den de bruces con filósofos como Ramón Tosas Ivá.
-Para mí, Ramón Tosas es filosofía absoluta, con ese toque de humor. Hoy en día sigo leyendo al Maki Navaja y me parece que debiera ser obligatorio en los colegios. Es el anarcoindividualismo absoluto, defender el yo.
Algo que tú siempre has llevado por bandera de la mano de Unamuno.
-Eso es, el que defiende el yo defiende todos los yo, que es el nosotros.
En libro es, además, el refugio de reflexiones de Kutxi Romero muy serias, que no por dichas mil veces, habría que repetir otras mil, como “hemos comprendido que violar niños, justificar masacres, avalar a genocidas y asesinos está pero que muy mal si no se hace en nombre de la Santa Madre Iglesia. Esa bendita institución que nos ha enseñado que el respeto se basa en humillar a mujeres y homosexuales”.
-Es que la palabra respeto tiene, hoy en día, un techo de cristal, ya no es un doble rasero sino triple; y se utiliza muy alegremente. Y a mí, la palabra respeto es una de las que más me gustan, de forma que cuando las instituciones fascistas o en cuyo nombre se han cometido los mayores crímenes de la historia de la humanidad hablan de respeto... por favor de mi vida. Solo hay dos maneras de ser feliz: ser gilipollas o hacérselo, y yo me lo hago bastante. Pero, como decía mi padre, una cosa es que te engañen y otra es que se crean que te han engañado. No me jodas, no sé por qué me piden respeto instituciones cuando no han respetado absolutamente nada durante toda su larga trayectoria. El devenir de la humanidad ha venido dado por sus crímenes y genocidios, básicamente.
Es curioso, pero mientras en las letras de las canciones de Marea no sueles terciar por lo social, generalmente, en tus escritos si dejas que la sangre corra por esa vena gorda.
-Supongo que a veces salen. Pero hablo de mis experiencias personales, intento no dogmatizar ni hacer catequesis de nada. Como decía antes, no tengo amigos policías y no me gustaría que mi hijo fuera policía. ¿Eso me convierte en un tío de izquierdas? No lo sé, ya lo dirán los analistas. Yo solo puedo hablar desde mi experiencia personal, y ésta dice que a mí, a mi familia y a mi entorno, los poderes fácticos nos han jodido la vida.
Alardeas en uno de los artículos de saltarte los prólogos, cosa que casi seguro que no es cierta, pero imagino que precisamente por eso quizá los has metido todos en un libro, para que aquellos que se los saltaron no tengan otro remedio que leerlos.
-Este es un libro para seguidores, para gente que le gusta mi forma de escribir, y para tener juntitas las cositas que he hecho. Ya sé que no me van a dar el Planeta ni un satélite siquiera (risas). Es un libro sin ambición. Y sí que me salto los prólogos, sobre todo cuando empiezan a tirar flores desde el minuto uno; a no ser que lo escriba algún juntaletras de los que me molan. Y los apéndices, todavía más, porque al igual que el de cuerpo humano, si los quitas, no pasa nada.
Tinder, 4K, Snapchat, Instagram, Skype, Facetime, Hagstag, Influencer... ¿A qué te suena todo esto tras publicar un nuevo libro en papel? Sobre todo teniendo en cuenta que, en estos Allanamientos dices que te sigues comprando discos porque no sabes muy como va eso del “USB... FBI o NBA”.
-Le suelo decir a la peña que en cuanto termine de comprender el teletexto ya me pondré con otra cosa (risas). La palabra red, si miras su acepción en la RAE, ya da rollo: todos sabemos qué es una red y para qué sirve originalmente. A mí, irme de cabeza a donde me van a atrapar me parece del género tonto, es como hacer bandera del hambre. Por otra parte, se me presupone un mundo interior muy rico que no debo de tener, porque como no tengo Facebook... Eso es para gente que sí tiene un mundo interior desbordante y que puede sacar lo mejor de la humanidad con sus experiencias propias. Todo el mundo sabe que tener un Facebook y poner una foto de tu perro cagando va a aportar una nueva visión del devenir de la sociedad actual. Pero Facebook es como el dinero o el poder, no le vuelve a uno gilipollas, lo descubre como tal (risas). A mí, mientras no me den la paliza, que la peña tenga lo que le salga de los cojones. Yo, cuando termine con el teletexto, igual me compro una paloma mensajera (risas).
No lo puedo evitar, ¿a qué te suena Amaia Romero?
-Pues creo que no tengo ninguna prima que se llame así; hermana fijo que no.
Tengo en casa una carpeta de plástico, de esas pequeñas, que lo justo miden un palmo, con dos gomas que la cruzan y todavía sujetan dentro una novela. Y no se supo más, hasta que ahora has incluido un capítulo en este libro.
-Esa novela la escribí en mayo de 2004, en 25 días. Justo salía un disco nuestro y fui postergando su edición. Hablé con dos supuestos editores, pero la continuaba retocando, saqué libros de poesía, y se fue retrasando hasta que, cuando la quise publicar, la primera vez, la editora que me la iba a publicar la palmó. Y cuando fui a publicarla por segunda vez, el editor que la iba a sacar también la palmó... No es que fueran mis amigos del alma, pero tampoco quiero que se muera todo el mundo (risas). No es que yo sea muy esotérico, pero me dije, “¿a ver si esto del karma va a ser verdad?”. Y decidí aparcarlo. Ahora que han pasado ya 14 años, recuperé un capítulo para el libro y creía que iba a estar peor de lo que me encontré. Por un lado me moló que estuviera bien después de tanto tiempo y por otro me jodió la hostia que no hubiera mejorado nada en estos 14 años (risas). Ahora me está rondando otra historia por la cabeza y supongo que en breve me pondré con ella. Es una novela sobre la gente que estamos como un saco de pitos, y lo que quiero es, como hago siempre, que el día que me ponga a escribirla, lo haga sin tener que pensar: lo hago primero en la cabeza para que luego vaya directo al papel. La peña que dice que se pone todos los días a las cuatro a escribir son unos fieras, pero eso ya es trabajar, y el trabajo es una maldición bíblica. Soy enemigo del trabajo concebido como tal, de sacrificar mi tiempo para que otro tenga más; yo lo malgasto como me dé la gana.
Al igual que con algunas de las letras del disco de Dikers Se escribe sin C, ¿te arrepientes de haber cedido alguna de estas frases de estos textos y no habértelas quedado para ti?
-Sí, me pasa muchas veces. En este caso, sobre todo en un texto en especial, el que hice para el grupo Vuelo 505; cuando lo acabé, dije, “¡mierda puta, se lo acabo de regalar a otro!”. Acabo de ver un billete de 500 en el suelo y le he dicho a otro, agáchate tú que yo no tengo cuerpo (risas).
“Por última vez. Palabrita del niño Jesús: esta piedra no volverá a hacerme tropezar”, apuntas. ¿No hay nada más sano que romper una palabra por amistad y volver a regalar tus textos a otros?
-Claro que sí, por amistad, amor o hambre todo está justificado. En el Diccionario analfabeto Kutxi Romero las tres empiezan por a (risas). De qué nos sirve la palabra si no es para romperla en pos de una buena acción.
Los textos del libro, como has comentado, no han implicado transacción económica alguna excepto uno que escribiste para la Rolling Stone sobre la “SJAE”, ¿todo sea porque repongan Lingo?
-No sé si van a tener tanta pasta en TVE como para pagar los emolumentos de Ramoncín (risas). Por este artículo me quisieron denunciar los de la SGAE. Y lo que más me jode es que era un texto súper infantil que no iba a hacer sangre, ni mucho menos, es un humor muy blanco. Ahí flipé lo fácil que es provocar o que alguien se sienta provocado; si hubiera querido hacer sangre, lo hubiera hecho muchísimo mejor, porque fíjate si tenemos razones los artistas para hacer sangre con la SGAE. De hecho, una vez que me habían amenazado con el juzgado, yo llamé al tío para darle motivos y que me denunciase de verdad, pero nunca se puso... Y ahí se quedó la historia, yo ya nunca más fui colaborador de la Rolling Stone. Ves, de hecho también fracasaron (risas), porque chapó.
Una de las cosas curiosas de este libro es que incluye Letanía, un poema como tal de Kutxi Romero.
-Sí, es un soneto. Creo que es la primera vez en mi vida que escribo uno... Toda la vida llamándome poeta y he escrito el primer poema con 42 años. Era para la presentación de un libro de Manolillo Chinato. Por causas personales, el día antes del acto no pude acudir, así que le grabé un vídeo con este poema. Me he hecho poeta con 42 años: ya está, ya he hecho uno.
Vista la portada del libro, y el pasapaginas, habrá de una vez que reivindicar la mierda como algo bueno...
-Yo siempre uso mucho la palabra mierda porque la mejor palabra para decir mierda es mierda; nadie usa en la vida diaria heces o excrementos. En el diccionario de la RAE sobran palabras (risas).
Y, ¿cómo es eso de, además de por amistad, escribir sobre o para alguien a quien admiras?
-En los demás textos no me paro a enfocar nada, va la sensación directa, pero en estos a los que te refieres sí que te paras más a ver qué enfoque les das. Para mí es fácil porque conozco a toda la gente para la que escribo, y suelo hablar sobre ellos, que me interesan más que su obra, en general. Pero sí me he dado cuenta de que este tipo de gente que me causa tanta admiración son muy valientes. Son como Picasso, El Drogas o Gorka, de Berri Txarrak, valientes de cojones porque han sacrificado toda su vida en pos de una cosa, de una idea fija; son músicos o poetas las 24 horas. Como Miguel Sánchez-Ostiz, del que soy ultrafán.... pero, este tío, ¿cuántas horas escribe al día? No come, no duerme. Esa gente es digna de admiración. Yo no soy tan valiente, hago un poco de cada cosa, y así me luce el pelo, claro. Por eso no podría decir nunca que soy músico o escritor. Uno puede ser solo una cosa; además, odio a los intrusos, empezando por mí, que soy el que se tiene que llevar el primer bofetón. En qué quedamos, rolex o setas, qué quieres ser: músico, escritor, peón de albañil... 13 oficios, 14 miserias. No se puede tener la bota llena y la abuela borracha.
Para este libro, ¿has hecho criba?
-Sí, lo que he hecho es quitar los textos que hacían mucha referencia a la obra, es decir, escoger los que se pudieran leer sin que nadie conociese al autor, al disco o al libro. Que no eran tantos, 10 o 12.
Supongo que sabrás que después de varios libros, disco en solitario... la gente está muy, pero que muy cachonda esperando a Marea...
-Sí, yo también. Soy el mayor seguidor de Marea del mundo, de hecho canto en el grupo porque me dejan entrar gratis a todos los conciertos, y no me he perdido ni uno.
Sabes que eres de los pocos que haces leer a gente que casi no lee...
-Si solo me leen a mí, pues vaya puta mierda. Hay gente que me dice que mi libro es el único que ha leído en su vida. Pues vaya formación académica que estás teniendo, hijo mío... Es como si para beber vino pides un Ribera y te toca un Paquirrín (risas). No es tanto el que se lean mi libro, que me importa tres cojones, como el que les salte una chispa como la que me saltó a mí cuando tenía 13 años y leí a Bukowski por primera vez. Yo era lector, pero cuando mi compadre Goyo me dejó El Cartero, eso me cambió la vida del todo, pasé de Los cinco o Elige tu propia aventura a leer a Charles Bukowski. Estos dos últimos años he regalado para asociaciones que hacen rastros más de 1.000 libros, no de los escritos por mí, sino de mi biblioteca. Libros como Crimen y castigo, que lo cogería ahora y lo tiraría por la ventana a la tercera página; o Cien años de soledad, que está bien escrito, sí, pero qué coñazo. Pero es que entonces leía por el hambre de literatura, de conocerlo todo. Y de aquellos polvos, estos lodos.