Vitoria - Fue en 2016, con Paris Photo como escenario. El fotolibro Vera y Victoria se hacía realidad y con él un proyecto en el que la fotógrafa Mar Sáez llevaba trabajando más de tres años. Pero la publicación, que también está presente en la sala Amárica, vino acompañada con una exposición que ahora llega a la capital alavesa. “No es un diario cronológico, sino un discurso de emociones”, explica la creadora murciana, al tiempo que añade que “aquí se va a poder ver material inédito del trabajo puesto que las dimensiones y la disposición del espacio así nos lo han permitido”.

Así, hasta el próximo 11 de marzo, la autora convierte su cámara en el testigo de las idas y venidas de una relación en la que, como en todas, hay pasión, caricias, intimidades, silencios, planes de futuro, sexo... Todo ello retratado en blanco y negro “para eliminar la información extra que da el color”, comenta la autora, que hoy, además, va a ofrecer una clase magistral en la propia sala Amárica sobre el proyecto fotográfico contemporáneo (las inscripciones gratuitas se tienen que hacer a través de salaamarica@araba.eus).

“Uno de los objetivos con este proyecto era hacer una reivindicación de la libertad de amor”, que en este caso protagonizan dos mujeres, una de ellas transexual, más allá de que “en este caso, eso es un detalle, como el hecho de ser camarera o vegetariana”, apunta Sáez, que sí está llevando a cabo otra producción centrada en la transexualidad. Así, Vera y Victoria quiere ser un “trabajo íntimo y poético”, una sucesión de “imágenes bellas” que relatan “un amor que ellas viven como quieren”, también con sus rupturas y reconciliaciones, incluida la separación actual.

El recorrido expositivo, de hecho, termina con un doble guiño. Por un lado, una instantánea en la que se ve a ambas mirando a la ciudad desde un alto, “observando y planificando el futuro, un mañana que vivir sin tener miedo a nada”, donde todo es posible, aunque luego la realidad se empeñe en demostrar lo contrario. Junto a esta fotografía de mayor tamaño y relevancia, hay otra pequeña referencia a esa situación de ruptura actual.

Las emociones, al fin y al cabo, cambian, muchas veces sin preguntar, altibajos de los que Sáez ha sido testigo a lo largo de unos tres años, a lo que sumar otro más enfrascada en el labor de edición. “Hay miles de imágenes, una gran cantidad de información, tanto interesante como no. Ese trabajo de selección y edición ha sido realmente costoso”, sonríe la autora, quien reconoce sentirse una privilegiada por el hecho de que Vera y Victoria abriesen su vida personal para dejarse retratar en situaciones de todo tipo y condición.

Sobre todo en Elche, de donde son las dos protagonistas, y en Murcia se llevó a cabo la producción de un proyecto donde el amor se presenta en casi todas sus expresiones, más allá de que Sáez es consciente de que muchos de quienes se encuentren con su propuesta, sea en Gasteiz o en otras ciudades, no dejarán de sorprenderse al ver a las protagonistas. Hay relaciones que, por mucho que se quiera, todavía la sociedad, o por lo menos un parte importante de ella, no quiere visibilizar. En el caso de Amárica, no queda otra que mirar y dejarse llevar por un relato que no es argumental sino, por completo, emocional.