Vitoria - El primer impulso fue claro: necesitaba escribir. Era el momento de expresar, de liberar, de dejar salir aquello que no hacía nada si se quedaba guardado dentro. El segundo ímpetu vino casi al instante: tenía que compartirlo. “Me parece tan duro lo que se vive durante todo el proceso que pensé que me hubiera gustado leer un relato vivencial como éste durante la enfermedad”. El resultado se llama Las células malvadas atacan a mamá (Editorial TintaMala), una historia ficcionada en la que Olga Dueñas Villán aporta buena parte de su propia experiencia.
Cuando el cáncer apareció en su vida, la profesora y escritora burgalesa -aunque reside en Murgia desde 2003- se puso a investigar “qué materiales podían existir ya publicados, también para explicarles a mis dos hijos lo que pasaba. Pero me di cuenta de que no había mucho”. Eso sí, este relato no es un diario, sino una historia que se basa en una “realidad algo pixelada”, un cuento que busca “ayudar e instruir” no sólo con la mirada puesta en lo más pequeños. “En un momento dado me pregunté: ¿cómo puedo explicar una sesión de quimioterapia o radioterapia para que lo entienda no ya un niño sino un adulto? En realidad tenemos un gran desconocimiento sobre ésta y otras enfermedades”, afirma, al tiempo que defiende la necesidad de tratar estas cuestiones, y los valores que se encuentran en el libro, en las escuelas: “no sólo se nos tienen que educar para el éxito”.
Las impresiones que de momento ha recibido de quienes se han sumergido en su creación están siendo gratificantes, más allá de que la escritora afirma que “no tengo miedo a lo que me puedan decir. Sólo he contado una realidad, algo matizada, que he vivido”, una experiencia llevada a la ficción con la que “me gustaría que emanase del lector una cierta sensibilidad hacia el tema”.
De todas formas, sea de manera más directa o menos, cualquiera tiene al cáncer cerca. Si no, es otra enfermedad de similar gravedad. Dueñas Villán se detectó ese bulto que luego trajo consecuencias en junio de 2016, justo cuando supo que el proyecto educativo en el que había estado trabajando se había hecho con el Premio Nacional de Educación para el Desarrollo Vicente Ferrer. Fue en una reunión de ganadores de estos reconocimientos en la que conoció a Montserrat Alonso (autora de El sueño de Malala) y, a través de ella, a TintaMala. En ese momento, el origen del relato ya estaba escrito. También estaban realizadas las ilustraciones, un proceso en el que la escritora contó con el asesoramiento de sus hijos. “Al principio, la editorial quería trabajar con los ilustradores profesionales con los que colabora, pero cuando vio nuestras imágenes, que son un tanto infantiles, me dijeron que transmitían mucho y que las iban a usar”.
Con todo, eso es ya parte del camino recorrido. Ahora es el momento de los lectores, de quienes quieran asomarse a Las células malvadas atacan a mamá. Su autora no descarta volver a la literatura, aunque su trabajo pide tiempo para completar una experiencia de educación inclusiva basada en los valores que transmiten los Objetivos de Desarrollo Sostenible que se desarrolla en Castilla y León.