bilbao - Bas(h)oan (Elkar) es uno de los discos más evocadores y revolucionarios grabados en Euskal Herria en los últimos años. El guitarrista Joseba Irazoki, también miembro de Atom Rhumba, se ha aliado con el veterano cantante de Iparralde Beñat Achiary y con su hijo Julen para crear este maravilloso Frankestein que aúna Americana con folk euskaldun, blues y la heterodoxia de Mikel Laboa y la Velvet Underground.
Siempre ha reivindicado la figura de Basho. ¿Qué destacaría de él?
-Lo conocí en una revista. La mayoría de sus discos se editaron del 65 al 80, y no creo que se llegasen a publicar en el Estado. Fue un guitarrista y cantante minoritario, pero un adelantado por su forma de tocar la guitarra acústica y la ausencia de prejuicios al cantar y apurar tesituras.
¿Un pionero, pues?
-Era un buscador eterno. Empezó su carrera como compositor, pero enseguida tuvo otras inquietudes. John Fahey y él dieron un vuelco total a la guitarra acústica, llevándola al formato concierto. Y con los ragas la llevó un paso más allá. Incluso grabó al piano y se atrevió con las orquestaciones. Nos iba a dar muchas sorpresas, fue una pena su muerte en accidente.
No menos reivindicable es el trabajo de Beñat Achiary, poco conocido pero vital en Iparralde.
-Es una pena que en Hegoalde (incluso en Iparralde) no se le reconozca más. Ha trabajado mucho con la escena de improvisación francesa, pero siempre ha estado muy ligado a nuestro canto. Lo que me atrae es su voz y su libertad interpretativa. Llevarle al formato canción me ponía mucho.
¿Cómo se gestó el trabajo compartido? ¿Qué fue antes, la conexión entre ambos o a través de Basho?
-A través de Basho. Hace años toqué en un recopilatorio de guitarristas que homenajearon a Basho. Empecé a componer pero pensé que podría ser original homenajear su parte vocal, menos conocida. Ya tenía relación con Beñat y como tiene un tipo de voz parecido a Basho, pensé que podría cantarla. Por agendas no pudo ser, pero empezamos a trabajar en las canciones de Basho y tras algún concierto en dúo, se optó grabar.
¿Y la llegada de su hijo, Julen, al proyecto?
-Al pensar en la sonoridad vimos que añadir algo de sección rítmica podría ir bien. Beñat tocaba con Julen, así que estaba claro que era nuestro batería. El punto free-jazz que le ha dado ha encajado muy bien.
¿Y cómo fue la grabación?
-En arreglos, sabíamos que coexistían dos mundos porque yo vengo más del pop y los Achiary, más de la improvisación y músicas tradicionales. Surgieron sin mucha premeditación, aunque teniendo claro que queríamos un disco de canciones. Yo prefería tener una buena base y ellos buscaban la inmediatez. Al final, llegamos a un buen punto medio.
¿A quién le corresponde la autoría del metafórico título?
-Es del último momento. Basoan (creo que lo propuso Beñat) nos gustaba, pero al añadirle la h (cosa mía) nos convenció del todo. Surgió también en equipo (risas).
El disco es un híbrido curioso, con temas de Basho, propios de Beñat y suyos... Y están las letras de Itxaro Borda. ¿Qué une todos estos miembros en este Frankestein?
-Se ha conseguido una unidad y un sonido propio, aunque no ha sido fácil. La voz de Beñat es el hilo conductor. Yo he usado afinaciones parecidas a las de Basho y llevado todo un poco hacia el folk-rock libre. Existe una sonoridad reconocible que nos puede dar pie a investigar más en esa dirección, y las letras de Itxaro también dan sentido y cohesión a todo.
A nadie le gustan la etiquetas y, en este caso, es difícil acudir a ellas. Hay folk de USA y euskaldun, blues, distorsión, un ‘Blue crystal fire’ que deslumbra a los seguidores de la Americana...
-Toda la música mira a las raíces, y nosotros estamos muy cerca de ellas con las composiciones de Basho y las de Beñat. Las guitarras y la sección rítmica nos llevan a un terreno más cercano al rock o free rock. Buscamos la electricidad porque Beñat había cantado a capela muchos años y le apetecía ese ropaje.
¿La voz de Beñat y cierta experimentación maridan a la Velvet Underground con Tom Verlaine y Mikel Laboa?
-Cada uno lo ve a su manera, pero un amigo de Beñat que ha seguido toda su trayectoria comenta también lo de Laboa por la canción Salangadou. Son comparaciones bienvenidas, y creo que a Mikel le gustarían.
Es evidente que no es un disco para el gran público.
-Cierto, aunque podía haber sido más duro si no hubiéramos tirado por el formato canción. Esta es la música que me sale y gusta. El problema es que cada vez tenemos menos cultura y curiosidad, en general. Los sistemas educativos tampoco ayudan y asumo que no voy a llegar a las masas. No me preocupa: recomiendo apertura de mente y dejarse llevar.
¿Qué extrae usted como autor e intérprete de esa heterodoxia?
-Aprendizaje y divertimento. Escucho músicas muy diferentes y se me haría muy difícil centrarme en un estilo. Es necesario buscar esa vuelta de tuerca para encontrar nuevos mundos. Es lo que me da vida y ganas de coger el instrumento.