barcelona - El director francés Patrice Leconte ha estado este fin de semana en Barcelona para homenajear a su actor fetiche, Jean Rochefort, fallecido en octubre, con quien tuvo un debut problemático en 1975, aunque posteriormente se convirtió en una suerte de doble suyo.
Leconte, que ha participado en varios actos en el Instituto Francés y en la Filmoteca de Cataluña, rememoró que el primer contacto con Rochefort lo tuvo en 1975 cuando dirigió Les Vécés étaient fermés de l’interieur y “no nos entendimos nada”. Rochefort, al que muchos recuerdan por El marido de la peluquera, consideró que Leconte era “incapaz de dirigir, que era un inútil”. “Cuando llevábamos una semana de rodaje me dijo: Patrice no me hables más, no me digas nada más, estoy completamente superado y asustado por haber firmado este contrato, lo que para mi, que era un joven que empezaba, fue un golpe muy duro”, apuntó.
desde ‘tándem’ Sin embargo, en 1987, volvieron a coincidir en Tándem, una película con la que el cineasta quiso demostrarle “que sí era capaz de rodar” y allí “ambos nos entendimos muy bien y se inició una historia de amor profesional” que les llevó a trabajar conjuntamente en otros cinco proyectos. El director afirmó que del actor siempre le fascinó su “locura bajo control” y agrega que le proponía papeles y proyectos que “iban mucho en la línea de sus sueños, de su locura, lo llevaban a lanzarse, convirtiéndose en una suerte de doble mío”.
‘el marido de la peluquera’ Sobre el fenómeno que fue en los años 90 El marido de la peluquera, señaló que se trata quizá de su filme “más personal, más difícil”. “Pensaba que no iba a interesar a nadie, que irían 25 personas a verlo y, en cambio, fue un gran éxito en Francia, Inglaterra, España, Italia o Japón”, precisó. A su juicio, esta historia protagonizada por un niño al que le gusta llevar el pelo corto y que cuando es adulto queda subyugado por una peluquera, a la que da vida la voluptuosa Anna Galiena, con la que se casa y viven felices, ha llegado a tocar la fibra de muchas personas porque “hay mujeres a las que les gustaría ser amadas como lo era esa peluquera y hay hombres a los que les gustaría querer como lo hacía Antonine”. - Efe