miles de televidentes perdieron en la madrugada del pasado miércoles, mogollón de horas de sueño al quedarse anclados ante los televisores que emitían las escenas finales del duelo entre Esther y María, dos pequeñajas de nueve y diez años que dilucidaban la ganadora de la quinta edición de Masterchef Junior, en un combate singular de salsa, cocciones, aderezos y aliños varios en una noche de magia, entrega y pasión de habilidades culinarias de los concursantes de este talent show que engancha como pocos, ya sean concursantes normales, celebrities o jóvenes valores de emoción mediática sin igual.

Horas y horas de emisión de una pieza eficaz en el arrastre de audiencia y en la imagen de una producción que llega a audiencias millonarias gracias al buen hacer, limpieza de intenciones y ejecución, siempre bajo la estricta vigilancia de Pepe, Samantha y Jordi, en esta ocasión complementados por Dabiz Muñoz, joven genio de la cocina internacional, entusiasmado con el quehacer, sentido resolutivo y presentación de los platos de estas dos ya afamadas cocineras en ciernes, como son la andaluza y la madrileña que hicieron de la noche un espacio para competición y compañerismo de amigas finalistas en duelo final. Una noche que quedará en el recuerdo de los espectadores por la riqueza de situaciones, momentos de intensidad humana y exquisito tratamiento de todos los participantes en el último programa de competición; sin escándalos, sin enfrentamientos barriobajeros, con calor humano en las relaciones competitivas de los concursantes. Dos crías de apenas diez años convertidas en argumentos vivientes de su paso por las cocinas y maquinarias de Masterchef, que sin lugar a dudas ocupará parte importante de las parrillas de La 1 en la presente temporada. La pérdida de horas de sueño fue compensada por un consumo de auténtica tele entretenida y gratificante. Sueños de triunfo culinario.