Mañana es día de Reyes. Así que muchos infantes se agitarán esta noche en sus camas esperando a que el milagro anual tenga lugar: dentro de sus zapatos encontrarán los consabidos regalos. O, si no se han portado bien durante el año recientemente acabado, quizá carbón. Aunque, ¿quién juzga la conducta de un niño en este caso? ¿Quizá sus padres? Por lo que sabemos, no hay comunicación entre padres y Reyes Magos. Son los niños los que escriben su carta a Melchor, Gaspar y Baltasar pidiendo tal o cual obsequio. Pero claro, dentro de este milagro anual la capacidad que tienen los Reyes para evaluar el proceder de los chavales parece estar incluida. Y los niños no tienen un abogado defensor que abogue por ellos si aquellos les traen carbón. Por otra parte, nos consta, los Reyes no siempre regalan lo que los chavales anotan en sus cartas. Hay un límite. Aunque tampoco sabemos cuál es ese límite ni en qué consiste ni si ese límite es igual para todos los niños. ¿Y si un chiquillo pide a los Reyes Magos que se acaben las guerras en el mundo? ¿O la pobreza? Obviamente este tipo de presentes de naturaleza transformadora de la realidad parece que no son posibles. Los Reyes Magos, por lo que sabemos, sólo pueden regalar cosas. Sólo pueden traer a los chavales objetos materiales.
No quiero con todo esto que apunto acabar con la ilusión de los más peques. Pero la reflexión y el espíritu crítico son valores intrínsecos a la cultura y al arte. Y esta sección, es un espacio de crítica y opinión cultural. Por lo tanto, animamos desde aquí a la chavalería a que sean críticos hasta con los Reyes Magos. O igual ya lo son. Ya que el único canal de comunicación que existe entre estos tres personajes de oriente y la chavalería es el medio postal, tal vez en los cientos de miles de misivas enviadas se plantee a los Reyes cuestiones de carácter transformador que desconocemos. Seguro que todos los años hay toneladas de cartas escritas a Melchor, Gaspar y Baltasar originales, creativas, fantásticas? cuyos deseos expresados en ellas se quedan incumplidos.
El cartero real me ha pasado unos fragmentos de algunas de ellas para que las utilice en esta columna para ilustrarla. Eso sí, respetando el anonimato de los escribientes. Pongo el ejemplo de un niño que, parece ser, usa internet a diario y este medio le ha embrutecido más que educado. Les escribe: “Queridos Relles Magos: Más os vale traerme lo que quiero u os pego una paliza y subo el vídeo a YouTube. Con cariño, David de diez años”. Otra niña, Indara, de siete años, parece en cambio valorar mucho la cultura, pues finaliza su carta escribiendo “y a mí no traedme nada, aunque también me gustaría ir a un colegio y aprender, yo lo que quiero y deseo es ver a mi gente riendo”.
Y finalizamos esta columna animando a los niños del mundo a que se manifiesten públicamente para intentar convencer a los Reyes Magos de que incluyan mejoras en su funcionamiento. Quizá así el mundo cambie año tras año a golpe de milagro.