las recientes 13 nominaciones a los premios Goya de la película Handia han puesto en el foco de atención al cine vasco. Un cine vasco que goza en los últimos años de una excelente salud. Incluso me atrevería a afirmar que desde el incipiente cine vasco de finales de los setenta (con los Ikuska, Uribe, Armendáriz, etc.) o el de los ochenta y primeros de los noventa, con la aparición de una nueva generación de directores herederos ya de la televisión y de otras formas de expresión artística como el cómic (Urbizu, Medem, De la Iglesia, Calparsoro, etc.), no hemos vivido un momento tan dulce en nuestra cinematografía.
En la pasada edición del Festival de San Sebastián compitió Handia, pero pudimos ver también en otras secciones películas tan diferentes como Morir, Operación Concha, Nur eta herensugearen tenplua (de Juanba Berasategi, también con una nominación a los Goya) o Bi txirula, entre otras. En Sitges, hace unos meses, se estrenaba la interesante película de género Errementari y para el año que viene está prevista una importante producción de películas, tanto en calidad como en cantidad. Sin ser exhaustivo, desde la esperada Oreina de Koldo Almandoz a Agur Etxebeste de Telmo Esnal y Asier Altuna, o las películas de animación Black is beltza, de Fermín Muguruza o Elkano, lehen mundo bira, de Ángel Alonso. O Another Day of Life, de Raúl de la Fuente, que mezcla animación e imagen real. Sin olvidar Ola de crímenes de Gracia Querejeta, Muga deitzen da pausoa de Maider Oleaga o Dantza de Telmo Esnal.
¿Qué está pasando para que el cine vasco esté viviendo esta especie de nueva juventud? Es difícil contestar a esta pregunta, ya que probablemente no sea una sola razón la que está permitiendo este florecimiento, sino una feliz coincidencia de varias de ellas. Por un lado, el talento de nuestros cineastas. La madurez que van consiguiendo algunos directores, como los Goenaga, Garaño, Arregi, Esnal, Almandoz, etc. O algunos productores que podríamos llamar ya clásicos de nuestro cine como Joxe Portela, Xabier Berzosa, Iñaki Gómez, Iñigo Obeso, Fernando Larrondo, Koldo Zuazua, Karmelo Vivanco, Eduardo Carneros, Iker Ganuza o Marian Fernández, entre otros. Por otro, la aparición de nuevos nombres en esta profesión como Amaia Remírez, Leire Apellaniz o la gente de Kinoskopik. Nuestros profesionales no solo se preocupan por hacer buenas películas, sino que empiezan a preocuparse por su promoción y no solo nacional, sino también internacional. No es casualidad que Loreak y Handia sean distribuidas por Film Factory o que Errementari la venda para el mundo Filmax. Estamos hablando de dos distribuidores de prestigio internacional con importante presencia en mercados como los de Berlín o Cannes. Una situación impensable hace unos años, en la época pre-Loreak.
Además, ha habido un importante cambio de paradigma en la manera de enfrentarse, desde nuestras instituciones, a los problemas de nuestro cine (Gobierno Vasco, EITB y diputaciones, fundamentalmente). El viejo lamento de “el cine en euskera está oprimido” ha dado paso a “tenemos los medios y producimos con normalidad en euskara; nuestro problema es un problema de mercado, ya que nuestro público potencial es pequeño, como lo es el de los irlandeses, los islandeses o los polacos”.
El Gobierno Vasco trabaja desde hace unos años con estas cinematografías afines en un proyecto llamado GLOCAL Cinemas (de Global y Local) en colaboración con el Festival, con el propósito de buscar para nuestro cine en euskara nuevos espacios de exhibición. Y desde este mismo Gobierno Vasco no solo se otorgan y gestionan las diferentes subvenciones al sector, sino que desde Zineuskadi se trabaja con diferentes productoras la internacionalización de sus proyectos. Y, hay que decirlo también, da gusto ver que nuestros representantes muestran públicamente su interés por lo que está pasando en el sector cinematográfico. Da gusto ver que Bingen Zupiria, consejero de Cultura, se desplace al Festival de Sitges para el estreno mundial de Errementari, o que el lehendakari, Iñigo Urkullu, felicite a través de la red al equipo de Handia por su éxito en los Goya. Nuestro cine es una amable y hermosa herramienta para explicar al mundo quiénes somos y cómo vivimos, un embajador mucho más importante que muchas campañas publicitarias mucho más costosas y mucho menos exitosas.
Por otro lado, desde el Festival intentamos mantener un diálogo abierto y continuo con el sector, que nos permita serle útil. Este diálogo probablemente haya ayudado a que desde el mismo se entienda mejor qué es un festival internacional como el nuestro pero, sin lugar a dudas, también nos ha ayudado a nosotros a comprender mejor las necesidades de nuestro cine y en qué podemos ayudar a su desarrollo y promoción. La participación activa de los productores en nuestras actividades de industria, como el Foro de Coproducción o Glocal in Progress ha servido para que nuevos proyectos como Akelarre o El doble más 15 hayan encontrado socios en otros países o para poner en el mundo una hermosa película como Dantza, ganadora, precisamente, de los work in progress de GLOCAL. En definitiva, es importante que todos los que en mayor o menor grado participamos en el proceso de producción, realización o promoción de nuestro cine sigamos empujando en la misma dirección. Esto ayudará a que este sea más fuerte y goce de mejor salud. Esto no significa olvidar los problemas y las diferencias de criterio, que obviamente los hay. Significa no convertirlos en armas arrojadizas contra los otros y significa trabajar juntos, porque son más las cosas en las que estamos de acuerdo, las cosas que nos unen, que las que nos separan.