En 1996 falleció uno de los rostros más populares del cine estatal. Rafaela Aparicio se apagaba en un una situación de abandono y precariedad que sonrojó a la sociedad. Su gremio, el de los actores, decidió reaccionar para que algo así no volviera a ocurrir. Se intentó crear la Casa del Actor, una institución en la que cuidar de artistas de avanzada edad que viviesen en una situación vulnerable. Pero el proyecto resultó inviable y surgió la posibilidad de que Aisge, la plataforma de actores, dobladores, bailarines y directores de escena encargada de la gestión y reparto de los derechos de propiedad intelectual del sector audiovisual, promoviese diferentes programas para socorrer a estas personas. “Dentro de Aisge creamos un espacio, el área asistencial, que es la joya por la que trabajamos”, explica el actor Mario Pardo, “en estos momentos están siendo ayudados, con el dinero que ellos mismos han generado, y que se aporta a una especie de bolsa. El 20% de lo que se recauda se distribuye a las iniciativas del área asistencial”.
¿Cómo puede llegar un artista a esa situación límite? Pardo explica que influye mucho el sistema para calcular las pensiones: “Depende, entre otras cosas, de lo cotizado en los últimos 15 años de la trayectoria del trabajador. Casualmente, esos últimos años en nuestra profesión son los momentos en los que menos se trabaja. Esto hace que las pensiones de los actores acostumbren a ser muy pequeñas. Nuestro interés era compensar esas jubilaciones tan bajas con un apoyo o ayuda”.
El actor afincado en Bizkaia lamenta que los actores y actrices tengan problemas para conseguir papeles en su madurez: “No hay casi papales para esa franja de edad y esto es más grave, incluso, en las mujeres. Cuando cumplen los 35 ó 40 años empiezan a desaparecer del mapa. No hay quien pueda sobrevivir con esta precariedad económica. Y aquí estamos para ayudar a esa gente”. Además, recuerda que influye lo previsor que haya sido cada uno a lo largo de carrera: “Depende de la personalidad de cada uno. Hay gente prudente que piensa en el futuro y otros que no. Cuando están en lo alto de la profesión, están ganando bastante dinero y piensan que eso va a continuar. Pero de pronto, un día, se corta el grifo y el dinero que entra en casa es bastante menos”.
Pero no solo los actores más veteranos se ven en apuros. También hay jóvenes que se ven en situaciones delicadas por culpa de la hostilidad de su propio ecosistema profesional: “Hubo una época en la que en colegios y castings cogían, para series de televisión, chicos y chicas que no eran actores de vocación y... ¡Hala! A ser famosos. Les ponían en la televisión protagonizando una serie, ganaban mucho dinero, se casaban, compraban casa y tenían un hijo? Y al de cuatro años desaparecía esa serie, nadie les quería y se quedaban sin entrada de dinero. Llegó un momento que con estos muchachos no sabíamos cómo solucionarlo. A los jóvenes no se les puede apoyar tanto como a los mayores. Tienen que buscarse ellos la vida y los mayores ya no pueden. Sí que ha habido préstamos y otro tipo de apoyos para ellos, como orientaciones, búsqueda de trabajo, etcétera”.
Otra línea de actuación muy exitosa de Aisge es Actúa en familia, un programa de subvenciones para facilitar la maternidad y paternidad a actrices y actores. “Es difícil compaginar la vida familiar con la profesión de actor”, reconoce Mario Pardo, “es complicado tener hijos, sobre todo si las dos partes de la pareja son actores y cada uno está trabajando en un sitio. Es curioso, porque a partir de que abriésemos esta ayuda han sido muchas las actrices que han tenido hijos. Han visto que ahora están arropadas económicamente y socialmente”.
El área asistencial de Aisge repartió 3,1 millones de euros en 2016 a través de 8.800 ayudas directas. Mario Pardo destaca el alto nivel de confidencialidad que rodea a estas intervenciones: “Es radical”.
Tanto es así que él mismo es incapaz de acotar cuántos casos se dan en Euskadi: “Desconozco el número y ni siquiera sé los nombres. Sé de algunos compañeros que han recurrido a estas ayudas porque ellos me lo han comentado, pero se analizan los casos de los socios que están en estas situaciones y no conocemos su nombre, solo son un número que se les asigna para identificar el caso. Solo la persona que se encarga de tramitar la ayuda social conoce la identidad del solicitante. Para algunos actores es un poco humillante, supone reconocer de alguna manera un fracaso personal. Se procura hacer todo con un máximo de discreción y mantener así la dignidad de nuestros compañeros”.
Aisge es una referencia entre las asociaciones internacionales de esta naturaleza por estas ayudas a sus socios en apuros y por el eficaz sistema de recaudación y reparto de ingresos. “Si nos cortasen la financiación, tenemos una bolsa con la que podríamos estar dos años ofreciendo nuestras ayudas”, presume Mario Pardo. Su labor la agradecen sus más de 17.000 asociados, ya que, como refleja un estudio, en el Estado el 80% de los actores no puede vivir de su trabajo. Bueno es que exista un refugio para ellos.