Granada - Eric Jiménez, batería de Los Planetas y de Lagartija Nick, se estrena como literato con la autobiografía Cuatro millones de golpes, una propuesta en la que recorre una infancia triste y con la que expone “los golpes” que le dio la vida y que, según explica, ha devuelto en forma de música. A Ernesto Jiménez Linares (Granada, 1967), un corte de pelo cuando veraneaba en la costa granadina lo convirtió en Eric -porque parecía un erizo- y la batería a la que llegó por el aburrimiento de su calle de la infancia le colocó de apellido lo de “el de Los Planetas, el de Lagartija Nick”.
A sus 50 años, entra al mundo literato como autor de Cuatro millones de golpes (Plaza & Janés), una autobiografía que firma consciente de las peculiaridades de su vida y porque el escritor Holden Centeno le quitó la pereza colocando sobre sus manos una editorial y un proyecto. Eric ha recibido durante veinte años consecutivos el premio a Mejor Batería Español por Radio 3, grabó el mítico Omega con Enrique Morente y afronta el cuarto de siglo que cumplirán Los Planetas el próximo año.
“La música no me ha salvado de nada, pero ha sido el hilo conductor para sobrevivir porque me ofreció el calor del público, que me ha permitido luchar contra las inseguridades de mis carencias emocionales, de la falta de cariño, de no tener un padre”, explica Eric.
Con 6 años su padre le encañonó con una pistola, con 10 quiso formar parte de algo e ingresó en la Falange, con 14 grabó su primer trabajo con KGB y solo dos años después se casó. “Los jóvenes de las bandas de ahora tienen familias acomodadas y buscan en el rock la libertad pero yo, que venía de un entorno desestructurado, buscaba lo contrario, un cariño y una familia”, confiesa el batería, uno de los nombres míticos de la escena musical del país.
La autobiografía combina sus éxitos musicales con anécdotas personales, rememora los secretos que compartió con su añorado Morente o con Antonio Arias y demuestra que apuesta por reírse de sí mismo, que es algo que, dice, no le ha fallado.
Reconoce que deseó escapar del ascensor que compartió con Manolo Escobar para no demostrar su “malafollá” granadina preguntándole por su carro y expone “momentos muy tristes y oscuros pero con filosofía y sentido del humor”, porque con esta óptica enfoca “bastantes desgracias” de su vida.
“Los golpes que me dio la vida los he devuelto con música, golpeando mi batería”, resume Eric, que aunque critica que los baterías sean los olvidados de todas las bandas, ganó presencia porque le gusta “mucho hablar”.
“Están los que marcan el tiempo y los que hablan y a mí me gusta hablar. Mi manera de tocar estuvo muy influenciada por Budgie, el batería de Siouxsie and the Banshees, que gesticulaba mucho. Yo hago como que marco el ritmo con el cuerpo, danzo con la batería, y quizá eso ha tenido resultado”, recuerda.
Admite que el rock tiene “mucho de egocentrismo que raya lo ridículo” y desgrana en su libro anécdotas de sus giras, situaciones que pasan del lado oscuro al humor para compensar los golpes que cuenta “cargado de sinceridad” pero huyendo de la pena, “porque hay gente con muchos más golpes”.
“Ni cuatro millones de golpes en una batería sonarían tan fuerte como para tapar el sonido de mi corazón cada vez que te miro”. Así dedica el libro a su hija este músico empeñado en que los golpes sirvan solo para marcar el ritmo de una nueva canción. - Efe