valladolid - Hay conflictos bélicos enquistados en el mundo que hunden sus raíces a lo largo de generaciones, como las tensiones ente Palestina e Israel, un tema que aborda la película Foxtrot, de Samuel Maoz, que fue presentada ayer en la sección oficial de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci).
Una coproducción de Israel, Alemania, Francia y Suiza que puso en sobre escena el lado más duro de la guerra: las familias destrozadas por la muerte, sin importancia de la bandera que esté cosida en la chaqueta de los contendientes. Esta cinta, que lleva por título un tipo de baile popularizado en los años veinte, narra la historia de Michael (Lior Ashkenazi) y Dafna (Sarah Adler), una pareja desolada tras el fallecimiento de su hijo Jonathan (Yonathan Shiray), un militar del ejército israelí. Mientras que la frustración de él va en aumento por el duelo afectado de sus familiares y la burocracia militar, ella descansa sedada ajena al torbellino de indignación que experimenta su marido por la pérdida de su primogénito.
Una historia en la que la propia vivencia del director está muy presente, pues fue durante varios años soldado del ejército israelí, uno de los más exigentes del mundo, años que sirvieron al cineasta para enmarcar este conflicto en un drama estructurado en tres partes claramente identificables.
Además, la polaca Joanna Kos-Krauze presentó Ptaki Spiewaja w Kigali (Los pájaros cantan en Kigali), inspirado en el genocidio de la etnia tutsi durante las revueltas internas de Ruanda en 1994. Sus protagonistas son dos mujeres: Claudine Mugambira (Eliane Umuhire), una joven tutsi hija de un célebre ornitólogo ruandés, y Anna Keller (Jowita Budnik), ornitóloga polaca que trabaja en Ruanda junto al padre de Claudine. Al margen de la historia humana, Kos-Krauze desliza también la sensación de un paralelismo entre el Holocausto nazi y el genocidio en Ruanda, lo que acentúa con el uso de largas escenas congeladas en los “recuerdos espantosos que asuelan al que ha vivido la barbarie”, ha manifestado la realizadora en una rueda de prensa.
Por otro lado, un peculiar western ambientado en la Australia del primer tercio del siglo XX, Sweet country, con todos los rasgos propios del género, fue la tarjeta de presentación en Valladolid del australiano Warwick Thornton, con su tercer largometraje, con el que obtuvo el Premio del Público en el pasado Festival de Toronto (Canadá). - Efe