Con la manipulación de un ojo artificial comienza Annabelle: Creation, o si lo prefieren una precuela y un spin-off al mismo tiempo que quiere contar el origen, ese primer día y lo que vino después al desatarse la maldición de Annabelle, una muñeca que, solo verla, provoca escalofríos. Todo lo que sobreviene a continuación no es sino una agresión a la retina, un tobogán de sobresaltos canónicamente puestos en escena por un joven director sueco, David F. Sandberg, que ya prepara La Leyenda de Shazam.
En todo caso este filme de terror se atrinchera en una estructura de pura artesanía de alto standing, hecha por gentes que gozan y saben del género. Por ejemplo su productor, James Wan (Malasia, 1977). Wan, la gran esperanza del cine de terror del siglo XXI, debutó con Saw hace 13 años y desde entonces lleva el rumbo del nuevo cine de terror. De hecho, Annabelle apareció por vez primera en The Conjuring (2013), luego protagonizó su propia película, Annabelle (2014), una película maltrecha y maltratada por la valoración crítica, y ahora reaparece con una notable reivindicación.
Producida por Wan, dirigida por David F. Sandberg y escrita por Gary Dauberman, guionista de It, estamos ante la cuarta entrega de la franquicia de The Conjuring. Así pues, el equipo de Wan da síntomas de una perfecta conjunción. Se siente fuerte y no pierde el tiempo. Por eso Annabelle: Creation, no se anda por las ramas. Antes de que aparezca el título ya se ha mostrado el problema. Ya sabemos el trauma de una feliz familia de cuyo dolor emanará la maldición.
Al contrario de lo que suele ser habitual, el sueco Sandberg alterna las luces bajas de la noche con escenas a pleno sol. Estamos en territorio abierto, puro american gothic a la luz del día. Una casa ¿encantada? en mitad del campo; un hogar de acogida para huérfanas que traen calma a unos padres rotos, es cuanto necesita. Lo demás, oficio en vena. Sustos bien dosificados, tensión y ritmo, mala uva, un lingotazo de crueldad algo perversa para goce de cinefilia errante que va de Sitges a Donostia y bucea en internet en busca de los tesoros olvidados.