San Sebastián - Agnès Varda desborda carisma y amor por el cine. Lo demostró ayer cuando recogió el Premio Donostia en el teatro Victoria Eugenia y, también, en la rueda de prensa previa. La realizadora belga, que aún sigue dirigiendo con 89 años, aseguró estar “encantada” por un galardón que recibe “con modestia”.
Varda se refirió a anteriores merecedores de este premio honorífico como “grandes actores, actrices y cineastas de éxito comercial”, por lo que se sintió honrada por ser “la primera cineasta marginal al que se le concede el Premio Donostia”, que, además, “no gana dinero” con su trabajo.
La afirmación de la cineasta cobra especial relevancia en esta 65ª edición del Zinemaldia. Precisamente, los criterios de concesión del galardón honorífico han cambiado. No se les otorgará únicamente a grandes y glamurosas estrellas, sino que la organización quiere reconocer también a quienes hayan hecho aportaciones profundas al mundo del cine, como es el caso de Agnès Varda.
La realizadora, que tras la gala presentó su último trabajo, Visages, Villages, ironizó sobre el valor que otorgan los premios a los cineastas. A su juicio, se suele pensar que aquellos artistas que atesoran muchos premios tienen facilidades de financiación para elaborar sus trabajos. “Yo no tengo un duro”, confesó. Por contra, afirmó que ha tenido “la suerte de hacer cine con poco dinero”.
De hecho, para financiar su último documental, que ha realizado junto con el artista urbano JR, puso en marcha una campaña de micromezenazgo con la que recaudó 47.000 euros.
La que fuera la mujer de Jacques Demy, que comenzó su carrera cinematográfica en 1955 con la película La Pointe-Courte, reconoció que ha pasado más tiempo de su vida “buscando dinero que rodando”. No obstante, dejó claro que para ella el dinero no debe ser el objetivo final del cine: “Este tiene que tener sentido y no simplemente dar dinero”.
Sin ir más lejos, ayer, Varda hizo gala de animadversión a la publicidad y a sus pingües beneficios durante la rueda de prensa previa a la entrega del galardón. Con mucha clase y con la complicidad de Roberto Cueto -miembro del comité de selección del Zinemaldia y moderador de las ruedas de prensa- escondió la botella de una conocida marca de agua, dispuesta en la mesa para refrescar a la interviniente: “No queremos publicidad”, sentenció. Es la independencia económica lo que le ha permitido hacer cine en “libertad”.
‘visages, villages’ La directora explicó que era su deseo que Les plages d’Agnès (2008) fuese su última película. No obstante, cuando conoció al artista urbano JR, “pese a ser mucho más joven” que ella, la “cogió de la mano” y la guió hacia esta última obra.
El documental narra el recorrido que ambos autores hacen por diferentes lugares de la Francia rural. En ese viaje conocen a gente muy diversa, a la que entrevistan y fotografían. Posteriormente, imprimieron dichas imágenes en gran formato para grabar las reacciones que provocan estas tras colocarlas en la calle.
“La idea que tuvimos era la de trabajar juntos JR y yo, a pesar de la diferencia de edad, y documentar las miserias de la vejez mientras las reintentábamos”, explicó para después añadir que ambos realizadores deseaban “atrapar todas las sutilezas y comprimirlas en la película”.
“Siempre quise hacer cine radical, no como mujer, sino como una cineasta más. Intenté aplicar lo que arte contemporáneo podía aportar al cine”, explicó sobre sus inicios en el séptimo arte. “Cuando empecé a hacer cine cuatro o cinco mujeres hacían cine” y que procuró impulsar que las mujeres también se dedicasen al séptimo arte: “Les dije: salid de la cocina, la casa y la universidad y haced cine”. Es lo hizo ella.