madrid - A Javier Marías le lleva mucho trabajo hacer sus novelas, 731 días para la última, Berta Isla, algo que le parece muy difícil y por eso le asombra la gran cantidad de ellas que se publican “con gran desparpajo”, de tal forma que parece que, sólo con saber leer y escribir, cualquiera puede ser novelista.
Javier Marías (Madrid, 1951) presentó ayer su última novela, publicada por Alfaguara, una historia de espionaje contada al revés, según su editora, porque aborda la trama no desde el que actúa sino desde el que espera. El escritor indicó que en el momento en que acaba una novela (ésta era la decimoquinta) está convencido de que no habrá una próxima, porque le parece imposible acometer otra vez la tarea de crear un mundo y unos personajes nuevos, y cree inverosímil haber acabado, ya que trabaja cada página “como si fuera la última”.
Mientras escribía Berta Isla, recordó, el libro le parecía “una porquería, muy malo, horroroso”, pero es probable que, dentro de un año, cuando empiece a escribir otra novela, eche una ojeada a ésta y pensará: “Hace un año escribía mejor”.
De ahí su asombro por el volumen de las novelas que se publican, entre ellas las escritas por “un verdadero aluvión de presentadores de televisión”, indicó Marías, que agregó después que no está dispuesto a escribir “novelas superficiales, con tontunas, como hay muchas hoy en día”.
Una época, la actual, en la que “nadie presta atención” y en la que se ha producido, en su opinión, una “desustancialización” de la gente, “de una superficialidad que tiene que ver con las prisas y una falta de atención que empieza a ser endémica”. “Hace 20 años, uno no salía a la calle y veía a un señor de 70 años haciéndose una foto de su propia oreja”, apuntó Marías, y explicó que por eso sus dos últimas novelas no son contemporáneas a la época en la que las escribió, como ocurrió con las anteriores, sino que las ambienta en los años 70, 80 o 90. “Los tipos de conflicto que a mí me interesan serían menos creíbles si la acción transcurriera en 2017. La gente ya no es así”, observó el escritor, que considera que el grado de manipulación y los medios para hacerlo que existen en la actualidad “no tienen parangón con los de otras épocas”: “¿Qué hubiera sido del mundo si Goebbels hubiera tenido YouTube?”. En opinión de Marías, por encima de este poder de manipulación con las nuevas tecnologías, hay otro factor más importante, como es “la deliberada destrucción del sistema educativo, no solo en España sino en todos los países”, desde hace 20 o 30 años.
La novela plantea la moralidad de la práctica del espionaje a través de Berta Isla, una mujer que pensaba que iba a llevar una vida convencional pero que se encuentra casada con un marido con el que tiene una convivencia “intermitente” y con unas “sombras” sobre las que no debe preguntar. Por ello, aborda la fragilidad y la tenacidad de una relación amorosa condenada al secreto y a la ocultación, un tema literario, el de los que se van y los que esperan, por el que Marías expresó su predilección.
La novela transcurre entre 1969 y 1995 y, en sus inicios, los dos protagonistas, Berta Isla y su marido, Tomás Nevinson, tienen 20 años, son jóvenes “manipulables y asustadizos”, y él es reclutado para el espionaje. Una prueba de esta condición de “manipulables”, explicó Javier Marías, son los atentados de Catalunya, donde los ejecutores eran jóvenes, mientras que los que no dan la cara tienen más edad, “convencen y abusan de la credibilidad de la juventud”. - Efe