segovia - Veintiocho años después de empezar a trabajar en el proyecto, Terry Gilliam anunció el pasado 5 de junio el fin del rodaje de su película sobre Don Quijote, rodada en parte en Navarra. Durante una visita al set en los bosques de Valsaín, el cineasta británico avanzó que el filme será un canto a la fantasía con guiños a la actualidad. “La maldición del Quijote es una estupidez”, dojo Gilliam a un grupo reducido de periodistas durante un descanso del rodaje, en un paraje junto al río Eresma. El día era soleado, su humor excelente y nada hace pensar ya en las tormentas apocalípticas que convirtieron el primer rodaje, hace 17 años, en un infierno.

Adam Driver y Jonathan Pryce serán quienes finalmente pasarán a la historia como trasuntos de Sancho Panza y Don Quijote en esta adaptación libre y contemporánea de la novela de Cervantes, junto a Olga Kurylenko, Stellan Skarsgard y actores españoles como Jordi Mollá, Sergi López, Oscar Jaenada o Rossy de Palma.

El guion, en esencia, sigue siendo el mismo: Toby (Driver), un ejecutivo publicitario, regresa al pueblo donde rodó un corto diez años antes y se reencuentra con Javier (Pryce), un zapatero que desde entonces vive pensando que es el auténtico Don Quijote y le confunde a él con Sancho Panza.

El espectador encontrará también referencias a la actualidad más reciente. “Hay algo sobre terrorismo y el mundo musulmán”, apunta Gilliam sin querer desvelar demasiado. Pryce da alguna pista más: “alguna nota sobre lo que les pasa a los inmigrantes y los prejuicios religiosos”.

Pero por encima de todo, la película es una exaltación de la imaginación y de las personas que se empeñan en ver el mundo de otra manera, según Gilliam, convencido de que él mismo tiene mucho de Don Quijote: “No me gusta la versión normal del mundo, prefiero pensar que hay más juego y diversión ahí fuera”.

Pese a las innumerables ocasiones en que el proyecto se le ha venido abajo en los últimos años, la película sigue siendo su máximo sueño creativo, una auténtica obsesión. “Es un problema médico, sí”, reconoce. “Nunca he dejado de pensar en ello. Cada vez que terminaba una película me planteaba intentarlo otra vez, nunca se ha ido. Soy estúpido, no aprendo”.

El rodaje se prolongó en total once semanas y pasó por localizaciones como Oreja (Aranjuez), Talamanca del Jarama, Almonazid (Toledo), el Monasterio de Piedra, Gallipienzo (Navarra), Fuerteventura y varios enclaves de Portugal.

Para la productora, Tornasol Films, se trata de un reto importante, no sólo por el peso de “la maldición”, sino porque la película supone su producción más ambiciosa hasta la fecha. Y eso que su presupuesto, 16,6 millones de euros, es casi la mitad de lo que fue en el año 2000 (32 millones de dólares).

“La industria española no está preparada para una producción de este tamaño, si no es con Antena 3 o Telecinco”, dice Gerardo Herrero, que ha vendido a Amazon los derechos para Estados Unidos, y se ha aliado con otro productor belga, uno portugués y una compañía francesa de ventas internacionales. Herrero tuvo que recomponer el puzzle de la financiación tras la salida del coproductor portugués Paulo Branco, que obligó en otoño pasado a posponer, por enésima vez, el rodaje, hasta esta primavera. Al parecer, Branco quería hacer la película con un presupuesto aun menor. Gilliam no da nombres pero admite que el penúltimo obstáculo para sacar adelante la película fue “alguien” tratando de convencerle de “hacerla con entre 6 y 10 millones de euros.

Atrás quedan un sinfín de adversidades, retratadas en el documental Lost in La Mancha (2002).