PAMPLONA - Dice que la política “da mucho juego literario”, y así lo demuestra Chesús Yuste en su novela Asesinato en el Congreso. Una trama policíaca, con la crisis sociopolítica y económica española de fondo, que se inicia cuando un político relevante del partido del Gobierno aparece asesinado en un despacho del Congreso de los Diputados mientras la multitud indignada rodea el Parlamento ante un desmesurado despliegue policial. Nora Murúa, una joven diputada surgida del 15-M, y Bruno Mairal, siguen las pistas del crimen. Entre tanto, el comisario Robles deberá sortear las presiones políticas para avanzar en una investigación en la que la élite política del país está bajo sospecha.
¿Tan oscura es la realidad política y económica española que el género policíaco es el más adecuado para retratarla?
-Sí, sí. En general, el género policíaco, especialmente desde la Gran Depresión, cuando surge la novela negra americana, es el que mejor permite contar de una manera cruda, sin concesiones, cómo es una sociedad; qué es lo que oculta esa sociedad debajo de la alfombra. La novela negra se ha convertido en la novela social de nuestro tiempo, y por eso creo que está en auge. Además, es un fenómeno internacional: si quieres conocer la crisis griega, ahí está la trilogía de Petros Márkaris; o si quieres conocer el Irán de hoy, hay una novela negra titulada Quién mató al ayatolá Kanuni, de una periodista iraní exiliada en París -Naïri Nahapétian-, que es una perfecta descripción de ese sistema de poder y de la sociedad iraní.
En el caso de Asesinato en el Congreso, ¿qué hay bajo la alfombra?
-Hay cuestiones relacionadas con corruptos y corrompedores. La trama policial la protagonizan una joven diputada y un veterano periodista que encuentran la pista que les lleva a investigar el asesinato de un diputado que se ha producido en el edificio del Congreso en un día de Pleno, cuando precisamente hay convocada una manifestación que rodea el Congreso y por lo tanto hay unas medidas de seguridad excepcionales. Pero hay otros dos niveles de lectura. En segundo plano, se ve en la novela el trabajo cotidiano de los diputados de a pie, que normalmente es invisible, porque solo tienes visibilidad cuando puedes tener un cara a cara con un ministro o logras abordar un debate que interesa mucho a la prensa de tu provincia... El resto del trabajo es invisible, y me apetecía que la gente viera cómo es el ritmo vertiginoso del día a día de un diputado, que muchas veces se encuentra con que tiene que estar en una misma tarde en tres comisiones a la vez, repartidas de punta a punta por los cuatro edificios que conforman el Congreso. Y el tercer plano narrativo es la radiografía social de la crisis económica y política que hemos estado viviendo. Quería que los lectores se pudiesen sentir representados, porque los protagonistas no solo son la diputada y el periodista que investigan el crimen, sino también la gente que intentó parar deshaucios, los que se manifestaron frente a los recortes... toda la gente que hizo frente a los años de involución brutales que hemos sufrido.
Hizo frente, lo dice en pasado. ¿Cree que hoy la ciudadanía no planta cara lo suficiente a los recortes de derechos por parte de quienes nos gobiernan?
-Es cierto que la movilización se detuvo cuando parecía que la crisis política podía resolverse a través de la irrupción de nuevos partidos y podía cambiarse el gobierno por la vía democrática. Eso no ocurrió así y hay una decepción social porque las cosas están cambiando pero no tan rápido como la mayoría deseamos. Estamos en un periodo de transición; como decía Gramsci, lo viejo se resiste a morir y lo nuevo todavía no acaba de nacer, y estamos en esa expectativa en que los responsables políticos pueden pagar caro sus errores. Yo creo que los partidos pueden regenerarse y reflotar el sistema por 30 ó 40 años más y lograr convencer a la ciudadanía, pero si cometen errores y no la convencen, las fuerzas alternativas impondrán un cambio de sistema político, y eso depende del voto de los ciudadanos y de los errores que cometan unos y otros.
La historia de su novela es ficticia pero está enganchada totalmente a la realidad...
-El tono de la novela me lo inspiró el propio presidente, cuando dijo: “Todo es falso salvo alguna cosa”. Una frase histórica. Y la novela empieza aludiendo a esa cita de Rajoy: en esta novela todo es ficción salvo alguna cosa, y los lectores sabrán distinguir lo que de realidad hay. Desde luego, el retrato social, todos los acontecimientos que se mencionan de corrupción, de desahucios, de suicidios, de manifestaciones, son reales; el trabajo de los parlamentarios es real; la mayor parte de los discursos son reales y en general son míos, y por lo tanto estamos en un escenario real. Lo único que no es real es la trama policial y los protagonistas principales.
Hay un guiño a Navarra...
-Sí, en la novela hay una mención al caso Cervera, al tema del sobre en las murallas. En aquella legislatura pasaron cosas tan tan extraordinarias, tan disparatadas, tan increíbles, que esta historia solo se podía contar en clave de ficción. Si hubiéramos hecho un documental parecería inverosímil, no se lo creería nadie, en cambio contado como ficción, sí. Y una de las anécdotas es el caso del diputado Cervera pillado con el sobre en las murallas de Pamplona, que despertó una enorme curiosidad en toda la Cámara.
Aparecen muchos políticos reales, aunque con otros nombres. ¿Cómo les ha sentado verse retratados?
-De momento, a los más cercanos a mí les ha sentado bien, por lo que me dicen se sienten agradecidos por el hecho de que la novela reconoce el trabajo de los diputados de a pie. Independientemente del color político, eso es algo que todos agradecen.
¿Y de los diputados del PP, ha recibido alguna impresión?
-No hemos coincidido. Tengo la presentación en Madrid el día 10 de mayo y espero que vengan...
Además del trabajo de los diputados de a pie, ¿qué otras cosas de la realidad política son invisibles para los ciudadanos? Porque nos llegan a través de los medios de comunicación ciertas noticias, pero ¿cree que en el fondo el ciudadano sabe cómo funciona la política?
-No. Precisamente en la novela se denuncia el abismo que hay entre representantes y representados, entre las instituciones y la ciudadanía. Es algo peligrosísimo porque provoca ese desapego hacia la política y hacia la democracia, y es muy arriesgado. Si las instituciones no entienden eso y no se abren a la sociedad, corren el riesgo de poner en peligro los propios valores democráticos; lo estamos viendo en Europa, donde fuerzas de extrema derecha o aislacionistas están imponiendo determinados discursos, eso es muy peligroso.
¿Ese abismo no es algo interesado? Ese desapego beneficia a la élite que tiene en la política su cortijo particular.
-Pues igual sí, pero es que me parece tan peligroso incluso para ellos hacer esto... Porque ese desapego puede llevar a gran parte de la sociedad a abstenerse, a desentenderse del tema democrático, a pasar de partidos, de unos y de otros, pero al final puede pasar que se conciten fuerzas de cambio y si esos responsables de esas fuerzas de cambio no cometen demasiados errores, pueden articular una mayoría alternativa, y yo creo que en eso estamos. El problema son los políticos que solo piensan en clave de cuatro años, o de un año. No piensan que en ocho años pueden llevarnos a un abismo brutal.
¿Sigue vinculado a la política?
-Bueno, yo suelo decir que todo ciudadano que tiene interés en cambiar la sociedad es político, milite en un partido o no, ocupe un cargo o no. Ahora mismo no tengo ningún cargo público, sigo militando en Chunta Aragonesista, pero en estos momentos he decidido lanzar más mi vocación literaria. Este es mi tercer libro, así que de alguna manera ya no soy un político que escribe sino un escritor al que le interesa la vida pública en general.
¿Qué le ha aportado hasta ahora el ejercicio de la literatura en paralelo a la actividad política? ¿Es una vía de escape para tratar de entender la compleja realidad?
-Absolutamente. La literatura lo que me permite es no volverme loco. La política absorbe mucho y en ese sentido la literatura lo que te permite es abrir la ventana a la sociedad, descontaminarte, tener una visión un poquito más alejada, ver la realidad con un cierto margen, y eso te permite ser más independiente a la hora de juzgar las cosas.
Algo muy importante. Deberían practicar la literatura los que nos gobiernan.
-Sí.