madrid - El realizador vasco Ibon Cormezana rueda estos días en Madrid su tercer largometraje Alegría, tristeza, miedo, rabia, un título que esconde “emoción en cada fotograma” porque esta película, asegura el director, “habla de amor con mayúscula, y de recuperar las ganas de vivir”.
“Es más luminosa que Jaizkibel -su anterior largo, que trataba sobre el suicidio-. Ésta es un drama con final feliz, una película que se abre a disfrutar de la vida”, apunta el director. Y también, añade, “es una “buddy movie”, una peli de amigos y de amor de pareja, y del amor entre un padre y una hija, pero sobre todo, de lo que habla es de volver a la vida después de un gran trauma”.
Es la historia de Marcos -Roberto Álamo-, un hombre que ha bloqueado sus emociones y es incapaz de empatizar con los suyos. Esta situación afecta sobre todo a la relación con su hija Lola -Claudia Placer-, una curiosa niña que soporta la total indiferencia de su padre. Tras una negligencia en su trabajo como bombero y para evitar ir a prisión, Marcos es obligado a ingresar en una clínica para tratar su desorden emocional.
Allí conocerá a Luna -Manuela Vellés-, una joven psicóloga, y al prestigioso doctor Durán -Pedro Casablanc-, dos profesionales con metodologías totalmente opuestas que le ayudarán a conectar con su pasado, recuperar sus emociones y le ofrecerán la oportunidad de volver a vivir.
“El problema de Marcos es mucho más habitual de lo que se pueda pensar, mucha gente lo sufre sin saberlo; más hombres que mujeres y yo, que soy vasco, me doy cuenta que los vascos tenemos también más dificultad”, bromea, un poco en serio, el director, ganador de un Goya como productor de Blancanieves (2012).
Hoy, durante el rodaje, los bomberos Marcos y Pedro -Carlos Bardem- debían sacar un avispero de un altísimo árbol, situado en el madrileño parque del Templo de Debod; pero ese trabajo, a priori, simple, adelanta la productora Sandra Tapias, “se va a complicar un poquito”.
Tapias explica que la enfermedad que padece Marcos se llama lexitimia, y es la incapacidad de mostrar sentimientos empáticos sobre las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo y rabia, como bien explica el título.
Cormezana ha contado que ya la primera escena de la película “pone en situación” al espectador: Marcos cena con su hija y no se hablan; ella reclama su atención y él no reacciona, la ignora. “Lo pasé fatal”, reconoce Roberto Álamo, un “padrazo” en la vida real al que se le caían las lágrimas cada vez que tenía que negarle un beso a su hija en la ficción.
“Debe ser verdad que me van los papeles para adentro, pero a mí me gustan los tipos y las tipas complicados. En literatura y en cine me gustan los personajes que tienen cosas que resolver, y por eso me va bien la gente que tiene dificultades para vivir, para amar o ser amado, me gustan”, confiesa el actor madrileño.
“Casi todas las películas tocan el tema de las emociones, algunas tangencialmente, pero esta trata radicalmente de eso; de lo que le sucede a los seres humanos cuando carecen de emociones”, explica Álamo, con dos premios Goya por sus también difíciles papeles en Que Dios nos perdone y La gran familia española.
En la película, el único que le aguanta es su jefe, y amigo, Pedro, Carlos Bardem. “No, no, soy más que un amigo -explica Bardem-. Por amor a él voy a cometer hasta negligencias”.
Producida por Arcadia Motion Pictures, la misma responsable de Abracadabra, recientemente estrenada, y de las multipremiadas La teta asustada, Proyecto Lázaro y No llores, vuela, la película terminará el proceso de rodaje el 1 de septiembre en Pamplona, tras haber pasado por varias localizaciones de Madrid capital. Esperan su estreno para la primavera de 2018. - Efe