Métodos, sistemas, herramientas, líneas de trabajo... se denominan de muchas maneras. En definitiva, se trata de técnicas para formar e interpretar, de los caminos que actores, actrices, cantantes, bailarines... pueden escoger para aprender y desarrollarse. Los hay muy conocidos incluso entre el gran público, como sucede con el método que propuso Konstantin Stanislavski. Aunque se podría citar nombres como los de Antonin Artaud, Roy Hart, Stella Adler, Sanford Meisner o Jerzy Grotowski, entre otros. La realidad es que no hay fórmulas mágicas, pero aún así, hay quien ha establecido casi cismas, por ejemplo, entre las llamadas escuela psicologista (rusa) y de la forma (inglesa).
En muchas ocasiones, se han entendido estos instrumentos como contrapuestos, enfrentándolos unos con los otros estableciendo una especie de competición sin mucho sentido. A no pocas de estas herramientas se ha asomado a lo largo de los años el actor y director gasteiztarra Iker Ortiz de Zárate, fundador del laboratorio teatral y de la compañía Ortzai. “Mis inicios fueron muy piscologistas, empecé de la manera más rusa posible”, recuerda con una sonrisa. “Tuve la suerte de contar muy buenos profesores. Al principio estaba muy imbuido por el método, pero las cosas de la vida me fueron llevando al otro extremo”.
De esos maestros, “de lo que aprendí de ellos, de lo que seleccioné de sus enseñanzas”, Ortiz de Zárate obtuvo un caldo de cultivo suficiente para dar un paso más allá, para aportar sus propias ideas, pensamientos y ejercicios, para generar una nueva técnica, que es la que se imparte en Ortzai, con la que él trabaja y de la que acaba de dar la semana pasada un nuevo taller en la capital alavesa, la neumokinesia. “Ahora, cuando coincido con algunos de esos profesores, que tienen líneas de trabajo muy dispares entre ellos y con la mía, me doy cuenta de que 25 años más tarde, mencionan cosas a las que la neumokinesia ya ha llegado. Son pequeños detalles pero me producen mucha alegría”.
A grandes rasgos, lo que hace esta técnica “es considerar que todo en la vida funciona por un solo impulso. Cuando disgregas y haces trabajo específico en el aspecto vocal, corporal o psicológico, eso tiene un valor, por supuesto, pero aquí afrontamos todo de una manera natural, alejando a la persona que está aprendiendo, lo más posible, de su consciente, del análisis. Se trata de que funciones en un impulso, en tu impulso. Cuando eso lo tienes instalado es cuando coges consciencia y lo pones a tu servicio. En realidad es un trabajo muy simple. Lo que busca es la simplicidad más absoluta. En vez de ser muy analítico y muy estructurado, lo que hay que trabajar es estar en el momento, observando”, un proceso que se hace en base a dos ejes, uno interno (vertical) y otro relacionado con el entorno (horizontal).
En este sentido, lo que Ortiz de Zárate procura es que “la persona sea como una caja de violín, con las cuerdas perfectamente afinadas. Ahí está la caja, vacía y disponible. Y muy afinada para que cuando vengan a usarte -sea el director, el escenógrafo, el autor?- toques óptimamente aquello que te hagan tocar. Así se crea una música cada vez diferente, rica, distinta. No se trata de que seas un CD que contiene un concierto maravilloso, perfectamente hecho, que siempre que alguien lo pone, suena igual”. Se parte de la base de que “cualquier persona, si tiene la voluntad y el deseo de ello, puede perfectamente ser actor. Y digo cualquiera que quiera, lo que pasa es que querer es trabajar. Viendo dónde está una persona, qué tiene desarrollado por naturaleza o por hábitos, qué tiene más oculto o con más dificultad, lo que trato de hacer es que la propia persona se manifieste, crezca y aprenda a confiar. Para interpretar a un personaje procuro que, más que ir a crear desde lo que ya sabes hacer, haya un trabajo de confianza de que eso está en tu naturaleza, en tu impulso, y que lo tienes que aceptar. Tienes que dejar que lo que está en un texto o en una partitura te conduzca. Se trata de aceptar más que de crear”.
Además de en Gasteiz, a donde también acuden alumnos de otros países para aprender la técnica (procedentes, por ejemplo de México o Zimbabue), Ortzai ha llevado ya la neumokinesia a Estados Unidos, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Argentina, Perú, Francia, Italia, Finlandia, Reino Unido, Austria, Alemania y Bélgica. “Es un disfrute acudir a todos estos sitios. Siempre estamos aprendiendo, siempre estamos comenzando, siempre hay algo que nos descoloca y lo que les proponemos genera eso, algo que la gente agradece mucho, generándose situaciones muy bonitas y, sobre todo, mucha emoción”.
En unos lugares o en otros, se busca “entrenar a la persona a estar en la inmediatez de su impulso, que es sabio. Cuando ese impulso está, reacciona el cuerpo, la voz, la cabeza? Es como en la vida. Cuando te pasa algo, tu reacción es una, no estás pensando: vale, me pasa esta situación y entonces con la voz voy a hacer esto, con las manos esto otro? Se trata de educar a la persona a estar en la confianza de la natura, de la inmediatez”, también en el caso de aquellos profesionales de la escena (actores, actrices, cantantes, bailarinas...) que acuden a Ortzai ya con una trayectoria o una técnica aprendida. “No vamos en contra de nada. Al revés, conseguimos que sean más conscientes de todo lo que saben”.