Bilbao - Abracadabra es, en palabras de su director Pablo Berger, “un drama disfrazado de comedia”. Carmen (Maribel Verdú), lleva 21 años casada con Carlos (Antonio de la Torre) y una vida rutinaria. Todo cambia cuando su primo Pepe (José Mota) hipnotiza a su marido y un espíritu se adueña de él. Bajo una capa de humor, Berger profundiza en su última película en temas como la violencia de género y las enfermedades mentales.
Es su tercer largometraje, pero parece tan ilusionado como con el primero.
-Las películas son como hijos míos, y siempre han sido muy deseadas, ya que han sido escritas, dirigidas y producidas por mí. Estoy tan ilusionado con este trabajo como con mi primer corto, Mamá, que hice hace casi 30 años. Presenté Abracadabra el jueves en Bilbao, y fue un día importante porque era el preestreno mundial, es decir, el momento en el que la película se encontró con el público en una sala comercial. Es entonces cuando considero que el largometraje ya es mayor de edad. El jueves le dije adiós a este hijo, aunque como un padre nunca deja a un hijo completamente, la presentaré en festivales y estrenos a lo largo de este verano.
Ha rodado ‘Abracadabra’ cinco años después de ‘Blancanieves’, ‘Torremolinos 73’ la finalizó en 2003, y entre esos espacios de tiempo no ha parado de documentarse para su siguiente proyecto. ¿Se considera un director extremadamente perfeccionista?
-Sí, soy perfeccionista, incluso maniático, porque las películas están en los pequeños detalles. Por otro lado, creo que el cine es el arte de la renuncia, los directores estamos siempre renunciando, por muy meticuloso y perfeccionista que seas, siempre tienes que dejarte llevar por lo que ocurra. Por ejemplo, puedo pasarme un año haciendo storyboards, pero eso no quita que llegue al set y mis ideas cambien. El séptimo arte es colaboración, es sumar, y un director, más que dirigir, lo que tiene que hacer es escuchar y probar las mejores ideas de su equipo.
Define esta película como “un drama disfrazado de comedia”, y trata temas tan serios como las enfermedades mentales o el maltrato. ¿Temió caer en la frivolidad al abordar esos asuntos en un largometraje de humor?
-Soy muy inconsciente, no me limito, y creo que no hay temas tabú. Es verdad que Abracadabra hermana con muchas películas, y eso me gusta. Me encantan las comedias serias, y para mí, mi norte y mi brújula es el director Luis García Berlanga, que fue capaz de hacer una comedia con un tema tan serio como la pena de muerte. Sin duda, El verdugo es mi película favorita. También en esa época Marco Ferreri e Isidoro M. Ferry rodaron El pisito. Incluso recientemente Borja Cobeaga ha realizado un largometraje con ETA como trasfondo. Creo que, afortunadamente, la comedia es un género que te permite tocar asuntos serios que planteados desde la gravedad pueden herir sensibilidades. Abracadabra es un filme de humor que hará pensar al espectador.
La película es un guiño a ‘La maldición del escorpión de jade’, de Woody Allen, pero también hay escenas que recuerdan a ‘Psicosis’ de Alfred Hitchcock.
-Hay muchas más referencias, algunas conscientes y otras inconscientes, porque además de director soy espectador. Confieso que me gusta más ver películas que hacerlas, porque llevarlas a cabo es un trabajo muy duro, supone muchas presiones. Ir al cine, en cambio, es placentero: te sientas y viajas en el tiempo o a otro lugar. He visto mucho cine y me considero un cinéfilo. Woody Allen es una referencia clara, es un director que ha usado la magia y el ilusionismo como punto de partida de una historia y, de alguna manera, me gusta cómo en sus historias consigue que gente ordinaria viva situaciones extraordinarias. Eso es Abracadabra: una pareja del extrarradio de Madrid que vive una aventura. Los sellos de Hitchcock y Berlanga también están ahí, e incluso el de Pedro Almodóvar y su filme ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que se estrenó el mismo año que mi corto Mamá y que me impactó muchísimo, con una protagonista que tiene muchas cosas en común con Carmen.
Carmen es una mujer maltratada, pero ha huido de mostrar escenas dramáticas en las que quede explícito.
-No me gusta lo subrayado, creo que el espectador es muy inteligente, y que tiene que tener su espacio. No creo en las películas con mensaje, creo en los filmes con ideas, porque el público debe sacar sus propias conclusiones. El tema del maltrato está presente en Abracadabra, pero no quería colocar un ojo morado, ni quería una conversación entre la pareja que hablase de manera expresa del tema.
Para dar vida a Carmen escogió a Maribel Verdú, con la que ya trabajó en ‘Blancanieves’, donde encarnaba un personaje muy diferente. ¿Sigue pensando que no todos los actores pueden hacer cualquier papel?
-¡Me equivoqué! Hay excepciones, porque Maribel puede hacer todos los papeles posibles. Ella es uno de los contadísimos casos en los que alguien puede tanto trabajar en un drama desgarrador como hacer que te partas de risa en una comedia delirante. Por otro lado, es cierto que opino que todos los actores no pueden encarnar cualquier papel, al igual que no todos los directores podemos dirigir cualquier película. Cuando trabajo con el director de casting, jugamos a poner la cara de los actores en cada personaje, porque dirigir intérpretes es, sobre todo, escoger al adecuado para cada papel.
En los primeros planos de ‘Abracadabra’ se percibe, a través del vestuario y maquillaje, un ambiente exagerado de extrarradio. ¿Dónde puso el límite para que el filme no terminase siendo una caricatura?
-Es verdad que la película tiene una estética de barrio desde el principio, pero Abracadabra no es un largometraje 100% realista, es un filme que se desarrolla en el siglo XXI pero no se especifica la fecha. Lo mismo pasa con los decorados, son cercanos a la realidad pero nos hemos permitido un margen de juego. Abracadabra más que una película es un cuento, el espectador verá una fábula moderna, de ahí que a veces el vestuario o el maquillaje sean un poco extremos.
A pesar de que el hipnotizado es Carlos, Carmen también vive de alguna manera hipnotizada por su marido. ¿Ha querido, del mismo modo, hacer referencia a esa sociedad anestesiada por la televisión y el consumo?
-Lo verdaderamente importante es que Carmen está “hipnotizada” por su marido, y lleva así mas de 21 años. Para mí era muy importante mostrar cómo despierta de ese hipnotismo. De igual forma, la sociedad de alguna manera también está anestesiada con el fútbol, los móviles o los realities de televisión, y mi objetivo era que la película fuese un reflejo de ello. No voy a juzgar si ese adormecimiento está bien o mal, pero quiero que el espectador lo perciba y saque sus propias conclusiones.
Sus películas tienen cierta conexión con el momento personal en el que las rueda.
-Sí, siempre están conectadas con mi vida. Torremolinos 73 la hice en el año 2003 y estaba muy relacionada con mi estado vital, ya que fue el momento en el que deseaba tener un hijo. Cuando rodé Blancanieves mi hija tenía 9 años, la misma edad que la protagonista. En Abracadabra, hay una secuencia con una adolescente que está calcada de mi vida, que es la de una hija que le pide ayuda a su padre con las matemáticas. En mi próximo trabajo encontraré otra conexión, pero no hay ningún plan maestro, es algo que me sale de manera natural.
Entre usted y los actores acumulan 6 premios Goya y 22 nominaciones, ¿eso le ha dado cierta seguridad para rodar?
-No, cada película es un examen, y no te puedes creer ni las buenas ni las malas criticas. Lo único que quiero es contar historias, y a quien no quiero defraudar es al espectador, porque le tengo mucho respeto, paga una entrada y dedica un par de horas de su tiempo para ver mi trabajo.
Dice que busca “espectadores abiertos” que vean la película. ¿Cree que el cine tiene una capacidad ilimitada para sorprender al espectador?
-Sí, yo no soy un director nostálgico, no creo que los tiempos pasados fueron mejores, sino que lo mejor está por venir. El cine está vivo, y hay una gran cantidad de talento. Acabo de ser jurado del Festival de Málaga, y me he encontrado con muchas óperas primas muy interesantes y rompedoras, como Pieles, No sé decir adiós o Verano 1993. En esta profesión estoy ya en mitad de mi carrera, pero veo que pisan fuerte los nuevos directores y vienen con ideas frescas. Creo que todavía se puede sorprender al espectador y, personalmente, espero seguir haciéndolo con cada una de mis películas.
En el preestreno de ‘Abracadabra’ dijo que quería ser como Bayona.
-Sí, es muy amigo mío y, como él, quiero llegar al máximo público posible. En ese sentido, creo que la palabra “comercial” no tiene que ser siempre negativa. Busco que mis películas sean inclusivas y que, además de los cinéfilos, vengan a ver mi trabajo espectadores que quieran simplemente pasar un buen rato en el cine. Además, yo dependo del éxito de mi última película para hacer la siguiente. Ahora tengo muchas ideas y guiones para la próxima, que espero que sea muy diferente a Abracadabra, porque cada película tiene que ser un salto al vacío y un paso adelante.